Gonzalo Cordero: "Hay un riesgo de canibalismo político si aparecen muchos partidos en la derecha"

<P>El abogado y militante histórico de la UDI analiza la crisis desatada en la Alianza. Advierte que mientras la derecha no esté dispuesta a asumir los costos de popularidad que implica la defensa de su ideario, "el retorno político no se ve de corto plazo".</P>




Fue uno de los expositores de la primera jornada del consejo directivo ampliado de la UDI que, entre ayer y hoy, se desarrolla en Valparaíso. El abogado y militante histórico de la UDI, Gonzalo Cordero, fue convocado por la mesa directiva de esa colectividad, para abordar uno de los puntos que hoy mayor preocupación genera en la derecha: la reconstrucción del proyecto político del sector, luego de la dura derrota experimentada en las elecciones parlamentarias y presidenciales.

Impulsor de la tesis de la "derrota cultural" de la derecha, el otrora estratega de campañas gremialistas -como la de Joaquín Lavín en 1999- advierte que si la elite del sector no está dispuesta a asumir los costos de popularidad que implica la defensa del ideario, "el retorno político no será de corto plazo".

Usted ha hablado de una derrota cultural en el sector, pero... ¿cuánto realmente de diferencia de ideas y cuánto de animadversiones personales hay dentro de esta crisis que hoy enfrenta la derecha?

Hay diferencias personales, eso es indudable, pero en la política, así como en otras actividades, es en los malos momentos, en las derrotas, cuando esas diferencias se expresan más fuertemente. Las derrotas son un momento proclive para que esas diferencias personales que se arrastran desde hace mucho tiempo cobren aún más importancia y se provoquen decisiones. Es el contexto electoral y político el que cataliza todo esto, el que genera un ambiente propicio para azuzar las diferencias. Lo importante es que no sean esas diferencias las que determinen las decisiones, sino el debate de las ideas.

¿Y cuál es la vía para reconstruir una alternativa para futuras elecciones cuando, según dice usted, el fracaso va más allá de lo electoral?

Cuando el proyecto político de un sector pierde conexión con los valores de justicia de una sociedad, se generan consecuencias mucho más profundas, de ciclos más largos que los ciclos electorales. Un sector político puede tener una mala elección en un momento determinado y mejorar sus resultados en la siguiente, pero cuando tú te desajustas de estos criterios imperantes en la sociedad, ese péndulo, la recuperación, es de ciclos mucho más lentos.

Por eso yo veo que el problema que tiene la derecha hoy día, si no lo enfrenta con convicción y no supera su temor a decir cosas que a veces son impopulares, el retorno político no es de corto plazo.

Más allá de que haya o no voluntad de asumir los costos en la defensa del ideario, pareciera que no hay claridad sobre cuál debe ser la agenda del sector para el período que viene.

El problema que yo veo es que se han ido planteando opciones que son bastante diferentes dentro de la derecha. Hay quienes piensan que lo que estamos viviendo es consecuencia de que el país cambió y que, por lo tanto, la centroderecha tiene que ajustarse. Yo creo que, en la medida en que ese ajustarse sea en el nivel electoral, sea ajustarse para utilizar medios más modernos, ajustarse para renovar rostros, ajustar para plantear políticas públicas distintas, está bien, pero cuando se entiende que el sintonizar con el nuevo Chile significa sintonizar también con el discurso del abuso, con el discurso de la desigualdad, con el discurso de la prohibición del lucro, se están afectando las bases de un proyecto de un modelo de sociedad fundamentado en la libertad individual, y por ese camino no hay destino posible para la centroderecha.

¿Y cuál debiera ser entonces el elemento central que distinga a la agenda de derecha, ahora que debe volver a la oposición?

Para mí la clave está en que, así como el corazón del proyecto político de la izquierda nunca puede renunciar a la búsqueda de la igualdad a través del Estado, el proyecto político de la derecha nunca puede renunciar a la libertad individual como vía de progreso, como mecanismo fundamental para la asignación justa de los bienes, en su sentido más amplio, dentro de una sociedad. No tiene viabilidad construir un proyecto político de derecha en una sociedad en la que se deslegitima el mérito, el esfuerzo personal, como fundamento del progreso.

A mí me parece que cada vez que políticos que se definen como de derecha tratan de ampliar su base de apoyo poniendo un pie en ambas concepciones, cometen un error garrafal, y por ese lado la derecha no tiene destino.

La idea de apostar por banderas como el combate a los abusos de las empresas y otras como las que usted señala, fue impulsada desde el gobierno. ¿Qué rol le asigna a La Moneda en la gran pérdida de votos que sufrió el sector en la última elección?

Siempre el gobierno tiene un rol de conducción política de su sector muy importante, y como yo no estoy de acuerdo con que se hayan tomado esos discursos, pienso que hay claramente una responsabilidad del gobierno, una responsabilidad que es política y que es comunicacional.

¿Cuál es el episodio, el momento en estos cuatro años en el que, a su juicio, se terminó por sellar está perdida de identidad?

Siempre hay hitos, pero a mi juicio, esto viene de antes. Yo reconozco una mucho mayor convicción en la dirigencia política de izquierda para transmitir su interpretación de la realidad, con mayor independencia de si ese discurso es más o menos popular. En cambio, yo veo que, de un tiempo a esta parte, en la elite política de centroderecha se ha caído en un temor muy grande por decir cosas que puedan ser impopulares. Todo esto ha generado un desajuste, porque mientras un sector tracciona a la sociedad hacia sus visiones y valores, el otro sector, que es el de la centroderecha, se ha quedado mucho más pasivamente mirando como este Chile "cambia".

Temas como el combate a la delincuencia o el discurso hacia el mundo popular, que antes fueron los principales caballitos de batalla, han perdido eficacia como vía para captar votos para el sector. ¿Qué otros temas debieran incorporarse al discurso en este contexto?

La derecha no ha defendido con suficiente fuerza el que la aplicación de un modelo de economía libre haya hecho que este país progrese. Se produce el contrasentido de que somos el único país latinoamericano que está a punto de alcanzar el desarrollo -teniendo mucho menos riquezas naturales, territorio y población que otros países- y, sin embargo, hemos permitido que se instale un diagnóstico autoflagelante, que habla de un fracaso del modelo. Entonces, esa defensa con convicción de que, a pesar de sus problemas, Chile ha progresado, es lo primero en lo que la derecha debería plantar pie.

Respecto del tema de la delincuencia, yo creo que el error estuvo en generar expectativas sobre los resultados y en no poner el énfasis en las diferencias de enfoque que sobre este tema existen con la izquierda. Porque si bien la gestión que se hizo fue muy buena y en ningún caso puede descalificarse, pienso que no se hicieron correctamente algunos puntos políticos. Por ejemplo, tengo la intuición de que discusiones como la de la ley antiencapuchados es el tipo de discusión política que le viene bien a la derecha, porque se trata del tipo de discusión frente al cual la mayoría de los chilenos es de derecha y además, genera gran apoyo entre nuestros partidarios, aspecto vital a considerar en un esquema de voto voluntario.

Considerando los quiebres que se están generando al interior de RN y la aparición de algunos movimientos nuevos como Evópoli, ¿ve espacio para configuración de una tercera gran fuerza dentro de la derecha?

Sí, aunque sólo a condición de que se tengan en cuenta dos cosas muy importantes. La primera es que exista la voluntad en todos ellos -ya sea tres o cuatro o cinco partidos- de compartir el núcleo de un proyecto político común, con disposición a que, en todo lo que no es esencial a ese núcleo y genere posiciones diversas, no se origine un cuestionamiento de legitimidad. Y el segundo requisito es que hay que tener muy presente que el electorado de la derecha es mucho más homogéneo y no tiene tanto espacio para la segmentación como el de la izquierda. Por lo tanto, cuando se forman muchos partidos en la derecha, como al final terminan compitiendo todos por un mismo grueso núcleo de electores, hay una tendencia al canibalismo político. Hay un riesgo ahí, y eso hay que tenerlo muy presente.

¿No cree que la UDI enfrenta el riesgo de quedar completamente aislada, si se acentúa esta tendencia de promover nuevos referentes y de buscar acercamientos con el centro?

No, de ninguna manera, yo creo que para la UDI esto es más una oportunidad que un riesgo. La UDI en sus orígenes construyó un posicionamiento en el que conciliaba muy nítidamente una adhesión al liberalismo económico -la mayor dentro del sistema político chileno-, con un perfil más bien conservador en términos valóricos (en esta concepción acotada de lo que son los valores). Y yo creo que ese equilibrio en la sociedad chilena de hoy en día sigue siendo perfectamente válido, y sigue teniendo un amplio espacio electoral. Porque hay un grupo de gente, particularmente en las nuevas generaciones, para quienes cada vez más la solución económica es la solución económica liberal, esa concepción en el mundo sólo ha ganado terreno. Asimismo, en la sociedad chilena, particularmente en los sectores populares y también de clase media, hay un arraigo de pensamiento conservador muy fuerte.

Por lo tanto, un perfil nítido y fiel a su ideario original pueden hacer perfectamente que la UDI sea el partido más grande por mucho tiempo, con posibilidades de ser mayoría de nuevo perfectamente también.

¿Qué ocurre con el proyecto popular de la UDI? ¿No cree que ese relato quedó desfasado por el solo hecho de que la mayoría hoy se siente de clase media?

Es que si uno cree que ese relato se fundaba en lo ideológico está equivocado. Ese relato se fundaba en el contacto personal con el mundo popular, en el testimonio de vida y de trabajo con el mundo popular. Y así como se hizo con el mundo popular, se puede hacer perfectamente con el mundo de la clase media.

En este escenario de incertidumbre que hay dentro de la derecha, ¿cuál es el riesgo de que referentes más de centro o figuras como, por ejemplo, Andrés Velasco, se levanten como una oferta para el electorado del sector?

Bueno, yo creo que Andrés Velasco en la primaria hizo una cosa bastante interesante, porque planteó una propuesta liberal bien en su integridad. A mí me llama la atención que mientras las personas que desde la centroderecha se plantean como liberales tienen un sesgo estatista, Andrés Velasco no. El, con una convicción tremenda, dijo que la AFP estatal era engañar a la gente. Y yo creo que esa opción de Andrés Velasco de defender el modelo económico de libre emprendimiento, el desarrollo económico como un objetivo necesario y legítimo, junto con una propuesta liberal también en temas valóricos (en lo que tiene que ver con la moral sexual) y respecto de las políticas de drogas, tiene futuro. Yo tengo diferencias de fondo con muchos elementos que su discurso contenía, pero tengo similitudes también de fondo con otra parte muy importante.

En los tiempos que se viven, aunque probablemente no con la persona de Andrés Velasco, la derecha debiera tener la capacidad de generar una opción política en alianza que llegue desde la UDI hasta quienes representa el discurso de Andrés Velasco durante las primarias.

Usted es cercano a Andrés Allamand. ¿Respalda la ofensiva por la que él optó para responsabilizar al Presidente Piñera de la derrota electoral?

Como soy una persona que no se dedica activamente a la política, procuro dar mis opiniones sobre los procesos, más que hacer juicios sobre actores políticos específicos, de cualquier sector. El debate en sí es un debate legítimo, es un debate necesario, que va mucho más allá de lo electoral. Y yo creo que nuestro sector no ha asumido todavía lo malo que fue el resultado de todo esto.

Ahora, respecto de si las formas o la oportunidad son mejores o peores, eso forma parte del juicio propio del debate de los actores, y a mí no me corresponde pronunciarme.

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