"Hoja de Ruta"




Los cruceros turísticos que zarpan de Miami atestados de senescentes tienen una muy definida hoja de ruta; sus capitanes y tripulaciones saben exactamente por qué aguas navegarán y los puertos donde atracarán, qué fiestas danzantes y tómbolas se van a celebrar y cuándo será el carnaval de disfraces, pero también conocen el número de huevos requeridos para alimentar a los viajeros, el stock de ataúdes por si las moscas, cuántos son los médicos necesarios y el equipamiento de la clínica para quienes sufran un soponcio. Saben todo eso por experiencia y porque tienen muy claro quiénes son y cómo son los clientes y cuál es su objeto, a saber, que vengan y los diviertan; eso indica inmediata y necesariamente, sin ninguna duda, lo necesario para satisfacerlos. Siendo por lo general ancianos, no es tanto cosa de suministrarles damas y/o señoritos latinos de moral acomodaticia como más bien ofrecerles amables sorteos después del té, canasta, lentas piezas de vals y, sobre todo, licor en abundancia pues bien decían los antiguos que cuando se amortigua el reinado de Venus aparece, en subsidio, el imperio de Baco.

Si en cambio las compañías creyeran que ese mar de cabezas plateadas, a menudo a bordo de resplandecientes sillas de ruedas o propietarios de miembros de titanio, necesitan y quieren "mejorar la calidad de sus vidas", entonces se habrían encontrado en un verdadero aprieto. En efecto, ¿qué es "mejor calidad de vida" para un veterano? ¿Cómo definirla y sacar las consecuencias navieras del caso? Quizás la felicidad sea simplemente quedarse en casa y en ningún caso comprar un ticket para navegar a Las Bahamas. Quizás gran calidad de vida resultaría, para esos mayores, espantando de su lado a esos hijos fastidiosos que sólo desean sepultarlos en un asilo para quedarse con sus propiedades. Tal vez la calidad de vida de la senectud consista en recibir un tratamiento rejuvenecedor en un Spa suizo. O, considerando opciones más radicales, que alguien misericordioso les instale una bala en la nuca o irse a morir a un país con suicidio asistido. No se sabe.

NM

Tampoco sabe la NM, originadora de la idea, qué significa en concreto eso de la "calidad de la educación" y tampoco sabe cuántos de los suyos están realmente de acuerdo en eso que no saben y cuántos otros apoyan una reforma constitucional que no se sabe qué reformaría y cómo y cuándo. Y como no saben nada de eso, no es posible resolver sus problemas, como han creído primero en el PPD y luego en toda la coalición, con una "hoja de ruta", pues esta presupone dicho conocimiento y no a la inversa. ¿Qué hoja de ruta puede diseñarse si no se tiene idea exacta de adónde se irá? Una ruta es un camino preciso a un destino preciso, no una dirección general hacia un indefinido Shangri La. Y en el esfuerzo de dar concreción a tanta vaguedad -porque el latino medio, en su monumental displicencia y negligencia, cree a pie juntilla en eso de que "se hace camino al andar"- la coalición se separa día a día en sus partes componentes, se encrespa y se desgarra, a todo lo cual tampoco pone remedio el apolillado e ineficaz llamamiento a "ordenar las filas".

Pero estos son, sin embargo, los remedios que se proponen y de los que se habla: de orden en la fila, de liderazgo presidencial, de hoja de ruta con cronograma y todo, de "democratizar" esto y lo otro, de sintonizar el país con el siglo XXI, de no ser nostálgicos de la Concertación y/o quedarse remolonamente con las "lógicas lineales del siglo XX", como pintorescamente ha creído definir un superior desiderátum político, el senador Girardi.

Frutos

Es en la forma de esa confusión desintegradora que la NM comienza a cosechar los frutos cuyas semillas sembró a porfía durante la campaña. Hablamos de granos verbales que son la especialidad indiscutible de la granja de la izquierda y el progresismo. A saber: el discurso elevado, justiciero, humanista, visionario y altisonante. En ese plano nadie le puede disputar terreno. ¿Quién podría preferir en voz alta una mala a una buena educación? ¿Quién se atrevería a sostener una visión aristocrática a la Nietzche contra la actual boga de las masas democráticas, las ciudadanías empoderadas y las voces de la calle?

El problema aparece cuando se trata de definir esos términos y ponerlos en términos operativos para cumplir la tarea de gobernar, no ya la de acceder al gobierno; el problema radica en que dicha abundancia de talento para proferir discursos no va acompañada de similar inteligencia para la gestión; el problema es que los sexagenarios que con un cintillo mapuche en la frente nos hablan apasionadamente de los valores de la cultura originaria son incapaces, cuando están a cargo, de ir más allá de ofrecer su inmolación por medio del fuego. El problema, entonces, es que los sectores que forman parte de la NM están imbuidos de pies a cabeza de una cultura literaria y declamativa que normalmente es más pomposa que sustancial y más marquetera que científica.

Palabras, Rutas, Abismos...

Los incordios originados por una incapacidad abismal de llevar la sonora y pegajosa palabra al reino de la realidad, ya de por sí peliagudos, no se resuelven amontonando aun más palabras. ¿Qué sentido tiene llamar sonoramente al orden si no hay acuerdo alrededor de qué ordenarse? ¿Qué sustancia tiene exigir liderazgo si ni el líder ni los seguidores están seguros del camino que sería preciso tomar?

Pero hay más: ¿qué sentido tiene centrar el problema y la presunta solución en cuestiones tan periféricas como lo son la comunicación y la mayor o menor diligencia que se ha puesto en la pega si la cuestión central es qué tan buena o mala es la meta y qué tan malo o bueno el camino? Aun si la NM se disciplina, se ordena, se calla y se fija un calendario, de nada servirán esas virtudes si no sirve a buenas ideas en vez de hacer más eficaces las malas.

Pero, al parecer, estas sensibilidades, hoy como ayer, no pueden escapar la terrible gravitación del universo palabrero en que siempre han habitado. La izquierda, siempre repleta de poetas, literatos, ensayistas, filósofos especialistas en refritos, sociólogos revolucionarios de barba y bigote, saltimbanquis de la farándula, dramaturgos gacetilleros y gacetilleros de la dramaturgia, amen, por cierto, de infinitos discurseadores y repetidores, ha carecido siempre de ejecutores, de los tipos conocedores de la regla de cálculo y de realistas de tomo y lomo. Cuando estos últimos llegan a aparecer -pregúntenle a Escalona- se les acusa de apóstatas, traidores, acomodaticios, vendidos al capital y hasta de "fachos". Sobra, en la izquierda, gente buena para enhebrar sueños utópicos con o sin opio y escasea la que sabe despertar y hacer la pega.

Así entonces, en vez de re examinarse lo que se hace o se pretende hacer y avanzar en el análisis de qué se quiere decir con cada cosa que se ha dicho, en vez de estarse dispuesto a desechar los eslóganes y actuarse, en otras palabras, con honestidad intelectual y poniendo en el primer plano el interés del Chile real y no el de uno de encuadernado con adjetivos Gramscianos, la NM torna una vez más la mirada al arcón de su silabario particular, su Enciclopedia de vocablos, su invocación mágica de las fórmulas de siempre; "democratización", "consulta ciudadana", "asamblea", "poder popular", "la calle", etc, etc. Es cosa de oírlos hablar. Bien dijo un cínico que el personaje más representativo de América Latina es Cantinflas, aunque, en el caso de la América revolucionaria, se trata de un Cantinflas haciendo de combatiente, uno de barba y bigote, puño en alto y machismo-leninismo a destajo.

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