Incomprensiones mutuas

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A VENTAJA electoral obtenida por Ollanta Humala en la primera vuelta presidencial inevitablemente nos devuelve esa constante histórica -la incomprensión mutua con Perú- que constriñe nuestras relaciones.
Humala es ex militar, se le ha acusado de abusos a derechos humanos, se insubordinó en contra del gobierno (deleznable o no) democráticamente elegido de Fujimori y, además de nacionalista profeso, su rencor hacia Chile es notorio. El reclamo por escrito a Sebastián Piñera el año pasado, exigiendo un reconocimiento de "la responsabilidad histórica de Chile en la agresión contra el Perú", es un tímido retrato de cuán frontal puede ser.
Con todo, no siendo el primero ni el último nacionalista con quien tengamos que vernos las caras, en una de estas en el Palacio de Pizarro, es posible que sigamos obviando el problema mayor con Perú. El que, por supuesto, tampoco es estrictamente fronterizo aunque, de cuando en cuando (de hecho, en estos momentos), suele traducirse en complicadas contiendas jurídicas ante organismos internacionales. Desde hace más de 100 años, un versátil juego diplomático multilateral, vale decir, con participación de otras potencias, ha permitido negociaciones, devolución de territorios (Tacna), equilibrios de fuerzas militares (tantas balas para ellos, tantas para nosotros), frenando cualquier perturbación mayor. Lo decía ese gran historiador peruano, Jorge Basadre, en 1931: "Hoy Estados Unidos puede impedir inmediatamente una contienda entre el Perú y cualquiera de sus vecinos".
Lo cual no deja de ser preocupante. Nacionalismos de Estado vigilados por potencias supranacionales puede que sea una solución, pero no por ello deja de ser un recurso endeble. ¿Sigue cumpliendo ese rol EEUU hoy? Y si no EEUU, ¿qué otro u otros Estados pueden servir de contención? Recordemos que Inglaterra cumplió funciones de ese tipo alguna vez e, igual, se generó la guerra del 79.
El nacionalismo, además, es compartido. Los peruanos nos ven como unos nacionalistas furibundos, y desde Chile -reconozcámoslo- se ha desestabilizado al Perú innumerables veces. Esto desde Almagro, Valdivia, durante el período de Independencia, en dos guerras adicionales en el siglo XIX, amén de las varias otras ocasiones en que peruanos exiliados han hecho de Chile su plataforma para disputar el poder en su país.
Por eso lo que sostuviera Joaquín Edwards Bello en 1926, aunque estrambótico, es llamativo: "Si la América del Sur hubiera sido dueña de sus destinos, en un mapa nuevo, sin Europa ni Estados Unidos, Chile, como una mancha de aceite, estaría llegando a Panamá". A simple vista, el planteamiento suena chileno-imperialista, pero no hay que confundirse. Edwards Bello estaba proponiendo un "nacionalismo continental", para de ese modo matar a dos pájaros de un solo tiro: sortear la tutela imperial externa y canalizar los sentimientos nacionales estrechos.
Intuyo que San Martín, Bolívar, O'Higgins, Freire, el mariscal Santa Cruz (un personaje notable, que en Chile injustamente despreciamos) y una serie de otros próceres panamericanistas hubiesen concordado con Edwards Bello. Claro que a esa confederación de repúblicas no le habrían llamado Chile, tampoco Gran Colombia. Sí, quizás, Perú, por viejas resonancias históricas y míticas. Curiosa idea.

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