Inhotim: el gran jardín-museo de Brasil

<P>Muy cerca de Belo Horizonte un empresario levantó lo que, sin pensarlo, se convertiría en todo un atractivo turístico: un centro de arte contemporáneo inmerso en un gran jardín botánico. Y no uno cualquiera, sino el más grande a cielo abierto del mundo. </P>




Debería existir un decreto: todo chileno afecto al arte y a la botánica, que por trabajo o placer viajare a Brasil, tendría que tomarse al menos un día y conocer Inhotim, un maravilloso centro de arte contemporáneo en el que, al aire libre -y también en galerías-, se exhiben obras e instalaciones en medio de un jardín de grandes dimensiones.

Situado en Brumadinho, a 60 kilómetros de Belo Horizonte (capital del estado de Minas Gerais), Inhotim es hoy el mayor centro de arte contemporáneo a cielo abierto del mundo y un lugar donde la cultura convive en absoluta armonía con la naturaleza.

El parque Inhotim está en un predio de poco más de 100 hectáreas enclavado en una zona de serranía y de tupida vegetación, donde trabajan unas 1.200 personas, la mayoría de la región. En la actualidad cuenta con 21 galerías (construídas con la más alta tecnología) dedicadas a obras permanentes, cuatro para obras temporales y 23 obras de arte distribuidas por todo el jardín botánico. En total: 500 creaciones de 100 artistas provenientes de 30 países.

A partir de una experiencia que, asegura, marcó el resto de su vida, al empresario brasileño Bernardo Paz, propietario del campo donde se construyó Inhotim, se le disparó la idea de construir este centro de arte contemporáneo. "En un viaje a Acapulco (México) vi un muro enorme. Subí a ese muro para descubrir qué había del otro lado y me sorprendí con un jardín extraordinariamente lindo, una orquesta tocando, un lago enorme y un montón de gente bailando en medio de aquel jardín iluminado". Gradualmente, a partir de esa vivencia, Paz fue apartándose de sus empresas (dejó a profesionales de su confianza al frente) y puso toda su energía en pos de convertir su estancia en este jardín salpicado con piezas artísticas que, desde octubre de 2006, disfrutan miles y miles de personas. Aproximadamente 250 mil visitantes cada año.

Para ello contrató a su amigo, el reconocido arquitecto y paisajista de Rio de Janeiro, Roberto Burle Marx. Así el jardín creció y no pasó mucho tiempo para que Paz comenzara a interesarse fuertemente por el arte y comprendiera -tras una conversación con un creador brasileño- que esta actividad, con lo que tiene de instructiva e interactiva, requería de grandes espacios. Así nació este inmenso museo a cielo abierto, donde hoy se puede admirar obras de artistas de todas partes del mundo.

Una de las piezas que está al aire libre, y que ya es un clásico de Inhotim, es Beam drop, del norteamericano Chris Burden. Caída de viga, tal como podría ser traducido al español, es la recreación de una obra realizada originalmente en 1984 y destruida tres años después en el Art Park, un parque de esculturas del estado de Nueva York. Para reconstruirla, en uno de los lugares más altos del predio de Brumadinho, se utilizó una grúa de 45 metros de altura que durante 12 horas lanzó en un pozo de hormigón fresco las 71 vigas que tiene la pieza de Burden y que, a pesar de sus grandes dimensiones, se relaciona perfectamente con el entorno.

Entre las varias obras expuestas en forma permanente en las galerías, una que queda fijada en la retina del visitante es Desvío al rojo, del brasileño Cildo Meireles, quien usó una técnica mixta para concebirla. En una sala, Meireles presenta muebles y objetos en diversos tonos de rojo. En otra contigua, el color satura la materia y abre así al espectador una serie de simbolismos y metáforas, que van desde la violencia de sangre hasta connotaciones ideológicas.

También hay espacio para la fotografía, como la de Miguel Río Branco, artista español oriundo de islas Canarias y formado profesionalmente en Brasil, de quien se expone Maciel, una serie de fotos a color realizada en el famoso barrio de Pelourinho, Salvador de Bahía, en las que muestra crudamente la prostitución, los personajes y las historias de violencia que allí conviven.

En Inhotim, además, hay sitios especiales para distintos medios expresivos como las instalaciones de video y sonoras, algunas de las cuales combinan las más modernas tecnologías con la naturaleza.

Una que destaca es la instalación de la canadiense Janet Cardiff, quien utilizó el coro de la Catedral de Salisbury (Inglaterra) para grabar una compleja obra polifónica para canto coral. La artista usa un parlante para cada voz, lo que permite al espectador oír las diferentes voces y notar las diversas combinaciones y armonías a medida que recorre la sala.

Otra que despierta gran interés es el Pabellón sónico, que demandó cinco años entre investigación, proyecto y construcción. Su creador, el estadounidense Doug Aitken, hizo un agujero de 200 metros de profundidad para instalar en él un conjunto de micrófonos que permiten captar, en tiempo real y por medio de un sofisticado sistema de ecualización y amplificación, el sonido de la tierra.

Así el arte y la naturaleza, que muchas veces nos parecen tan disímiles y lejanos entre sí, se fusionan en Inhotim permitiéndole al visitante vivir una experiencia extraordinaria y difícilmente inigualable.

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