Integración urbana




Señor director:

Ocupar cerca de tres horas para ir y venir del trabajo es una realidad que sufren miles de chilenos. Muchos viven en la periferia, en barrios con poca oferta y calidad de servicios. Los habitantes de esos sectores no son responsables de dicha situación, pero sí los más afectados. De ahí que la integración urbana no sólo resulta un imperativo ético, sino también representa uno de los cimientos de la paz social. Las actuales fronteras de la segregación aumentan el riesgo de debilitar nuestra identidad cultural y, en casos extremos, incluso, la legitimidad de la autoridad. Hay que detener esta segregación territorial.

Estudios señalan que un 66% de los chilenos está dispuesto a vivir en barrios con personas de distintas clases sociales y un 80% considera que las ciudades serían un mejor lugar si fueran más integradas. ¿Qué falta, entonces? Me aventuro a afirmar que un nuevo “contrato social” que tome en cuenta interrogantes de los ciudadanos. Según una encuesta del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, estas apuntan al cuidado de la seguridad en los barrios, que no se produzcan ruidos molestos o que las soluciones de vivienda social sean más dignas que los blocks de los 80.

Frente a esos requerimientos existen respuestas concretas, como el aumento en los estándares de calidad y diseño de las nuevas viviendas sociales y programas como “Quiero Mi Barrio” o “Regeneración de Condominios Sociales” que enfrenta el deterioro de aquellos conjuntos habitacionales de alta densidad, carentes de servicios y situados en entornos malogrados.

Jaime Romero A.
Subsecretario de Vivienda y Urbanismo

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