Iron Maiden reúne a 55 mil personas y es el número anglo de mayor convocatoria
<P>El grupo supera la marca de 226 mil espectadores, seguidos de cerca por U2.</P>
Lo subrayó más de una vez el vocalista de Iron Maiden, Bruce Dickinson, desde el escenario: "Quiero escuchar cómo grita toda esta gente. ¡Grita conmigo, Chile!". Porque anoche, en la séptima presentación del grupo británico en Chile, los 55 mil asistentes que llegaron hasta el Estadio Nacional hicieron algo más que corear y levantar bengalas frente a los ingleses: aportaron también a la renovación de un pacto que los convierte en el número anglo que más público ha reunido en Chile en todas sus paradas.
El total se alcanza sumando desde su primera visita al Teatro Caupolicán, en 1996 (sin Bruce Dickinson). Le siguieron tres presentaciones en la Pista Atlética, en 2001 (18 mil espectadores), 2004 (20 mil asistentes) y 2008 (28 mil); además del show en el Club Hípico (50 mil) y el debut en el estadio Julio Martínez, con 50 mil. En total, 226 mil tickets cortados.
De cerca vienen los irlandeses de U2, con tres paradas en el recinto de Ñuñoa -en 1998 (60 mil), 2006 (77 mil) y 2011 (75 mil)-, hasta un total de 212 mil. Roger Waters, el ex bajista de Pink Floyd, ha tocado cuatro veces en Ñuñoa (2002, 2007 y dos noches en 2012), sumando 195 mil asistentes. Más atrás aparecen Madonna, con 182 mil personas en tres presentaciones, y Pearl Jam, con 178 mil asistentes en cuatro shows. "Debido a que no nos permitieron entrar en los 90, la gente ha sentido una identificación muy fuerte. Además, hemos dado shows grandiosos que no han decepcionado", explica a La Tercera el cantante Bruce Dickinson a la salida del hotel Sheraton, donde el grupo se hospedó.
Apuestas altas
Los ingleses entraron cerca de las 21.10 horas, con la introducción Doctor, doctor en los parlantes. Su tour, inspirado en la gira Maiden England de 1988, llegó ataviado por dos pantallas laterales, otra al centro de la cancha y un escenario de inspiración ártica que coincidió con la gélida noche ñuñoína. Al frente, un público con dos polos reconocibles: adultos sobre la cuarentena y niños encaramando la vista para ver al sexteto y su mascota, un robotizado torso de Eddie, cercano a los seis metros, de ojos láser y cabeza en llamas.
Tras dos horas, bajaron la cortina con Running free, última estación de una visita que tuvo como antesala la presentación de los grupos Ghost y Slayer. El segundo marcó su show con un homenaje al fallecido guitarrista Jeff Hanneman.
La convocatoria se tradujo, también, en una numerosa vigilia, concentrada en dos puntos: el hotel Sheraton, donde los guitarristas Janick Gers y Dave Murray aparecieron cerca de las 2.00 de la madrugada del miércoles para abrazar a dos fanáticos, y el frontis del Estadio Nacional, que comenzó a recibir huéspedes desde la noche del martes, donde la espera se pasaba con sopaipillas y cervezas.
Ahí estaba, por ejemplo, la familia Calderón: nueve de ellos (desde los 48 años hasta los 10, el menor) que llegaron en una van Ford Aerostar ("El Eddiemóvil") para ejemplificar la transversalidad de la convocatoria del grupo. "Es nuestro deber: a nadie se le impone venir", explica Marcelo Calderón (48). "La próxima vez que toquemos, queremos 80 mil personas", remató Dickinson desde el escenario.
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