Islas Caimán: Un paraíso no sólo fiscal

<P>La isla donde bancos, grandes compañías y millonarios tienen sus cuentas es también un lugar con playas impresionantes y buenos hoteles, excelente gastronomía y actividades que incluyen interactuar con iguanas, delfines, tortugas y rayas. </P>




NI BIEN aterricé en las islas busqué bancos, pero encontré un retrato de la reina Elizabeth II sonriente, atrás de migraciones. Caimán no festeja el Día de la Independencia. Las Islas Caimán son un Territorio Británico de Ultramar supervisado por el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. Como las Islas Malvinas.

Mientras esperaba la maleta en el aeropuerto pensé que vería publicidades de bancos, en cambio había una foto del fondo submarino de las islas: rayas, un pez loro, corales abanico, estrellas de mar y tortugas. Cuando salimos rumbo a la ciudad dije ahora sí, pero nada. Ni un banco. Después me enteré de que de las 40.000 empresas registradas en la isla -600 son bancos- muy pocas tienen cartel. Se habla de que manejan 500.000 millones de dólares. La mayoría son oficinas grises que no atienden al público. Extrema confidencialidad. Finanzas, un pilar de la economía de Caimán.

Gran Caimán, la mayor de las tres islas, mide 35 kilómetros de largo por 12 en la parte más ancha. La más angosta, Seven Mile Beach, es una franja de casi nueve kilómetros de arena clara. Ahí están los hoteles, las mejores playas y la capital, George Town. No muy lejos tienen sus mansiones millonarias John Travolta, Morgan Freeman, Julian Moore y otros afortunados con caras desconocidas.

El tema de la exención impositiva viene de lejos. Resulta que, a fines de 1700, 10 barcos ingleses se hundieron frente a las costas de Caimán; los locales prestaron gran ayuda y no hubo muertos. En agradecimiento por su valentía, el rey Jorge III eximió a los ciudadanos de pagar impuestos de por vida.

En las islas viven unas 50.000 personas de más de 130 países. Muchos vienen a trabajar, se quedan unos años y luego regresan a su país con dinero suficiente para montar algún negocio. En pocos días me crucé con jamaiquinos, hondureños, mexicanos, argentinos, chilenos, indios, franceses y más. Las otras dos islas, Caimán Brac y Pequeño Caimán, son pequeñas y menos pobladas, destinos ecoturísticos, más caros.

En Caimán, el color del agua es turquesa y la temperatura, ideal. El verano perfecto. También es un muy buen lugar de buceo. A unos pocos kilómetros de la costa está el Kittiwake, un antiguo navío de rescate estadounidense que el gobierno de Caimán compró, trasladó y hundió el año pasado frente a las costas para promover la formación de corales y agregar un nuevo atractivo al buceo local. Barracudas, langostas, pulpos y… naufragios. El proyecto es hundir otros cuatro barcos en los alrededores de la isla. Turismo, el otro pilar de la economía en Caimán.

Piratas y huracanes

Como otras islas del Caribe, Caimán fue descubierta por Colón y tiene una historia asociada a piratas y huracanes. Cada tanto llega uno y deja un desastre. Iván fue el último, en 2004. Casi 10 años atrás y todavía se habla de él, de antes y después de Iván. Miles de habitantes se quedaron sin casa y la isla permaneció sin luz durante tres meses. Después, todo vuelve a empezar: se construyen viviendas, llegan los turistas y las bodas de pies descalzos, frente al mar. Cada año se casan en Caimán 600 parejas.

Bodas y lunas de miel, sí; rumba no. A la medianoche se corta la música en los bares. La isla es muy religiosa y todo cierra a las 12. En su mayoría son católicos y protestantes. En Caimán no hay discotecas, casinos ni cabarets. Ni hablar de topless o nudismo, que están prohibidos.

Llueve, para, sale el sol. Todo el tiempo hace calor. Camino al botánico veo una pareja en pleno casamiento. Al final de un sendero de pétalos de rosa, ella con vestido blanco y él con guayabera. La jueza los hace firmar y todos aplauden. Antes de besar al novio, la novia saca un pañuelo y le limpia el sudor (hace más de 30 grados). Y entonces sí, lo besa.

Los sand yards son los jardines típicos de la isla. Hay plantas y macetas de flores y en lugar de pasto, el suelo está cubierto de arena. La tradición tomó algo de las prácticas africanas de guardar un espacio de arena y sombra alrededor de una aldea y algo del gusto inglés por los jardines. Es raro ver rasgos ingleses -manejar por la izquierda, la puntualidad, el té- en el Caribe exuberante y de piel oscura.

En sintonía con lo british, el jardín botánico de las islas se llama Queen Elizabeth II. El día que volvía se celebraban los 60 años de reinado, feriado, las calles repletas de banderas inglesas y carteles de God save The Queen. El gobernador es la autoridad máxima, elegido por la Corona. Lo secunda un vicegobernador y el consejo de ministros, que se vota. Varios de los caimaneses con los que hablo mencionan la corrupción local.

Mundo animal

Llegamos al botánico y la vegetación densa oscurece la tarde. Un cartel advierte que a la salida uno debe chequear si hay iguanas bajo las ruedas del auto, parece que esa sombra les agrada para dormir. Son iguanas, no caimanes, de éstos hubo pero el hombre los cazó y se extinguieron. En medio de un bosque de flores del paraíso y crotones extra large vi mi primera iguana azul. Parecía embalsamada. Cada vez que se caía la fruta de un árbol, corría a buscarla y se la tragaba. Parecía prehistórica y tenía los ojos rojos, como si hubiera tomado alcohol.

Hasta hace algunos años, la iguana azul era considerada una subespecie de la iguana cubana, pero desde 2004 es una especie nueva en la Tierra. También se la conoce como dragón azul. Durante los últimos 100 años la población de iguanas azules disminuyó, hasta que en 2002 quedaban menos de dos docenas en el mundo. Luego de una década de protección y a través de un programa de recuperación, la iguana azul se cría en cautiverio y, gradualmente, es liberada en el norte de la isla. Antes, se la marca con un chip que contiene toda su información.

No toqué ninguna, pero ahora que lo pienso la experiencia en Caimán incluye la interacción con animales que para nosotros son exóticos. Una tarde fui propulsada por un delfín y volé a lo Superman al ras del agua, otro día tuve en las manos una tortuga marina de pocos meses. Y una mañana abracé una raya.

En la chacra de las tortugas, el lugar más visitado de la isla, me enteré de que la historia de Caimán está, también, muy asociada a las tortugas verdes (la misma especie que aparece en Buscando a Nemo). Colón las llamó Islas Tortuga. Como era fácil cazarlas, los barcos cargaban varias para tener carne fresca en los viajes largos. La tortuga es la figura principal de la bandera de Islas Caimán.

Con cerca de 5.000 animales, Turtle Farm es un criadero. Abrió a fines de los años 60 y ya liberó más de 30.000 tortugas. Además, destina el 25% al consumo humano, de esa manera se evita la caza furtiva. Mientras tragaba con pocas ganas un bocado de tortuga frita me contaron que el guiso de tortuga es el plato nacional. Claro que no lo probé.

La mañana antes de partir llegué en lancha a Stingray City, una bahía de aguas bajas, y cuando me lo indicaron me bajé, el agua a la cadera, y abracé una raya mientras el marinero la alimentaba. La piel es lisa y aceitosa, y por más que son mansas, es difícil no recordar al cazador de cocodrilos, Steve Irwin, muerto por una raya látigo. Antiguamente, esos bancos de arena eran usados por pescadores que limpiaban la pesca y tiraban los restos. Con el tiempo, las rayas se acostumbraron al alimento y al contacto con los humanos. De todas maneras, las acaricié suave y más bien rapidito. Y ni bien pude nadé para el otro lado.

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