Joaquín Cortés trae a Chile su montaje más autobiográfico

<P><I> Calé, historias de un gitano</I> se presentará durante el mes de julio en Santiago y regiones.</P>




Joaquín Cortés comenzó a bailar profesionalmente a los 12 años. Tras extensas jornadas de ensayo, llegaba a su casa con los pies destrozados. Su madre, Basilia Reyes, lo esperaba todas las noches con un balde de agua caliente, sal y vinagre para curarle las heridas. El propio Cortés la define como "la luz de sus ojos" y no duda un segundo en afirmar que todo, absolutamente todo, se lo debe a ella. Por eso, cuando fallece a fines de 2008, producto de una larga enfermedad, el mundo pareció detenerse para el bailaor cordobés. "Estuve tres meses encerrado en su cuarto, durmiendo en su cama. Creo que nunca se rompió el cordón umbilical. Me sentía perdido. Tuve ganas hasta de quitarme la vida", cuenta emocionado en entrevista con La Tercera.

Pasó semanas sin afeitarse ni mirarse al espejo. Apenas se alimentaba. Pero un día, agrega, sintió un frío extraño acompañado de un largo abrazo. "De inmediato entendí que era ella que me enviaba un mensaje. No quería verme mal. Me levanté de la cama, me duché y decidí rendirle un homenaje a través de mi arte", cuenta.

Así nació Calé, historias de un gitano, espectáculo que presentará en Chile durante el mes de julio en un escenario aún por definir. La idea de la producción, no obstante, es realizar funciones en Santiago y, por primera vez, en regiones.

Como parte de una avanzada técnica y antes de aterrizar en Perú, Cortés se presentó en Santiago en un show privado la noche del miércoles en el Teatro Nescafé de las Artes. Montado en tiempo récord -un mes y medio-, Calé (término que significa gitano) se estrenó el 14 de mayo de 2009 en el Beacon Theatre de Nueva York y, desde entonces, ha recorrido el mundo. Cortés lo define como "un verdadero viaje de dos horas al país de nunca jamás".

"Me encontraba en el ecuador de mi vida y sentí la necesidad de hacer un balance en el tiempo, descubrir de dónde vengo y dónde estoy. Por eso, Calé constituye una retrospectiva de mis 31 años como bailarín y de mis 21 años de carrera como coreógrafo y director", explica.

Acompañado de 10 bailarinas y 16 músicos en escena, el show recoge la esencia de sus seis obras anteriores, como el martinete de Cibayí (1992), las bulerías de Mi soledad (2006) y los jaleos de Pasión gitana (1995), la obra española más vista en el mundo. "No se trata de repetir un trozo exacto de cada uno de esos montajes, sino que más bien los recuerdo a través de canciones y coreografías nuevas", aclara.

Un nuevo estilo de baile

Calé es un fiel reflejo del denominado método Cortés. Un estilo tan particular que, incluso, fue reconocido por la Unesco. Y él no oculta el orgullo: "Soy el único artista español que ha recibido esa distinción: mi legado artístico y coreográfico es patrimonio universal de la humanidad. Y eso me impulsa a seguir firme en mis convicciones", dice.

La ecuación es clara. Cortés mezcla en sus espectáculos ingredientes del ballet clásico, la danza contemporánea, el teatro y, por supuesto, el flamenco. "Incorporé la moda (a través de vestuarios de Armani o Gaultier), una iluminación al estilo rock and roll y proyecciones audiovisuales. Al principio muchos puristas me criticaron. Pero hoy en día esos puristas viven de Joaquín Cortés. Al final, me han dado la razón. Cambié la historia de la danza en mi país y en el mundo", dice convencido.

Con la misma seguridad con que habla se mueve en el escenario. Hipnotiza con cada paso y desata la euforia, incluso, en públicos fríos y conservadores. Y no sólo baila. También se da el lujo de tocar instrumentos, conversar con el público e increpar a los sonidistas -en vivo- si las condiciones no son óptimas. La fiesta es toda suya. Sobre las tablas, Joaquín Cortés es amo y señor. "Me he criado en el escenario. Me siento como en mi habitación, con la confianza para desnudarme en cuerpo y alma. Me gusta generar un diálogo con la audiencia. Y estoy tan seguro, que improviso". Así las cosas, el público se encontrará con más de una sorpresa en las funciones del mes de julio. Sólo un detalle es sagradamente inamovible. Cada show de Calé finaliza con la misma imagen: la foto de su madre.

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