Jorge Edwards: “Un libro de memorias tiene que contarlo todo”

<P>El escritor y embajador en París publica <I>Los círculos morados</I>, el primero de tres volúmenes donde relata su biografía.</P>




En un lujoso salón de la be-lle epoque, Jorge Edwards recibe a sus visitas. Dice que era el favorito de Pablo Neruda cuando ejercía de embajador en Francia. Es una amplia habitación del tercer piso del hotel que alberga la sede diplomática chilena en París. Edwards mira alrededor y dice que aún puede ver al poeta, como si hubiese sido ayer, sentado en un sillón que ya no está, acariciando un león de peluche comprado en una juguetería del barrio. Recuerda también una constelación de escritores hispanoamericanos que llenó esa misma habitación hace más de 40 años: García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Rafael Alberti. Y no puede evitar ironizar: “Yo, viejo, escribiendo memorias, estoy rodeado de fantasmas”.

Neruda es un personaje clave en la vida de Jorge Edwards. Aparece al final del primer tomo de sus memorias, Los círculos morados. Es un momento cumbre: vestido de lino, el entonces joven e idealista aspirante a escritor le llevó al poeta su primer libro de cuentos, El patio. Luego se volverían a encontrar en París en 1971: tras su paso por La Habana, donde Fidel Castro lo declaró persona non grata. Neruda lo recibió como secretario en la capital francesa: "El era nervioso y tenía una especie de inseguridad social. Se la pasaba yendo al aeropuerto, incluso ya enfermo de cáncer, a buscar a distintas personalidades. Yo le decía que sólo si llegaba un ministro de jerarquía o el Presidente se molestara en ir. Pero él me respondía: si se van pelando igual".

En el libro, que presenta el próximo sábado en la Estación Mapocho, Jorge Edwards recrea su juventud y formación de escritor. Su pasión por la literatura, heredada de su madre, y el peso de ser un "niño bueno", excelente alumno, nacido en un universo burgués y en el seno de una familia de origen europeo, con costumbres importadas.

"Al final, yo rompí con eso en el quinto año de humanidades y de allí el título del libro, Los círculos morados. Porque al comenzar a entrar a boliches, a tabernas y a cafés de la noche, tomábamos vinos tan malos, que yo quedaba con un círculo morado que me acomplejaba mucho cuando llegaba a casa y veía a mi mamá preocupada".

Los curas

En su crecimiento como escritor, Edwards tuvo varias crisis. La primera, cuando siendo un niño dejó el colegio La Maisonnette, "el reino de lo francés", para someterse a la "disciplina más militar" y "alejada de mari- conadas" del San Ignacio.

En el colegio de los jesuitas vivió una experiencia violenta. A los 11 años fue abusado sexualmente por un cura. No lo había contado antes y ahora lo publica en sus memorias: "Vamos a ver qué pasa en Chile con esta historia, pero creo que casos como estos se conocen mucho hoy en el país. Yo pensé en mi historia y quise contarla. Pienso que lo ideal en un libro de memorias es contarlo todo, incluso es algo sano. Aunque la literatura de memorias en Chile no ha funcionado, porque los chilenos son muy púdicos para escribir, aunque son muy impúdicos para hablar".

Se reconcilió con el colegio gracias al nuevo profesor de religión, Alberto Hurtado. El encuentro con el fundador del Hogar de Cristo fue crucial: le habló de justicia social en el momento en que las lecturas del español de Miguel de Unamuno lo llevaban más bien hacia el escepticismo y la racionalidad extrema. De hecho, tuvo una crisis depresiva.

Las lecturas de Kafka, Camus, Faulkner y Mann darán forma también a su generación, la del 50.

Edwards es hoy el único miembro activo del grupo: Enrique Lihn murió en los 80; Jorge Teillier y José Donoso, en los 90; Claudio Giaconi, el 2007, y Miguel Arteche hace unos meses. Enrique Lafourcade, acaso el más combativo de su generación, se retiró a vivir a La Serena. Tiene alzheimer. Edwards le dedica algunas palabras en sus memorias. "Lafourcade fue muy contradictorio y sobre todo muy antipático conmigo", dice. Y recuerda que cuando obtuvo el Premio Cervantes en 1999, "Lafourcade entró en un estado de locura, y empezó a decir que yo no sabía escribir. Pero yo escribo mejor, y él tiene una ansiedad por querer triunfar que hace daño".

París, donde Edwards casi debutó como secretario de la embajada en 1963, no sólo es el sitio donde repasa sus recuerdos. También es el punto final de su carrera diplomática. Ya piensa en sus próximos proyectos: una nueva edición con notas de Persona non grata, la traducción de sus obras inéditas en francés por el novelista franco-chileno Bernardo Toro, o una novela sobre los chilenos en París durante la ocupación nazi. Y aunque su domicilio por ahora está aquí, como embajador del gobierno de Piñera, vislumbra también un departamento de 60 metros cuadrados en Madrid, donde está planeando instalar su futura residencia.

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