Jóvenes narcisistas: la música los delata
<P>Atrás quedaron los tiempos en que las canciones más populares hablaban de amistad y de compartir. Lo que se escucha ahora es cada vez más "yo" y "mí". Es el reflejo de un mundo ensimismado y cada vez con mayor autoestima.</P>
P or un momento, ponga atención a la letra de la música que hoy escuchan jóvenes y adolescentes. Seguro se sorprenderá tanto como los autores de una investigación que revisó, a través de un software computacional, la letra de cientos de canciones pop que han llegado a los primeros lugares del ranking Billboard: el narcisismo de esta sociedad aflora por los parlantes y audífonos.
Es que si en la década de los 80 buena parte del mundo cantaba We are the world, we are the children…, la canción creada por Michael Jackson y Lionel Richie, en 1985, para reunir fondos y destinarlos a la lucha contra la hambruna en Etiopía, en una campaña denominada USA for Africa, 30 años después la situación es otra. Hoy se escucha a Fergie, la vocalista de los Black Eyed Peace, gritándole al mundo que el problema que tiene es personal y debe resolverlo solo con ella misma (It's personal, myself and I, en la canción Big Girls Don't Cry) o a Beyoncé moviéndose cadenciosa y diciendo que lo que lleva en su cuerpo son llamas y que por eso la miran con asombro (It's blazin' you watch me in amazement").
Siguiendo la línea musical, la investigación, denominada Sintonizando el cambio psicológico: marcadores lingüísticos de los rasgos psicológicos y las emociones a través de las letras de canciones más populares de EE.UU., demostró que en la actualidad el narcisismo se impone hasta en la letra de las canciones, un elemento que, a juicio de sicólogos que hicieron el estudio, evidencia cómo son los jóvenes de esta sociedad.
El estudio, publicado hace unos días en la revista Psychology of Aesthetics, Creativity and the Arts, tomó las 10 primeras canciones del ranking Billboard entre los años 1980 y 2007 y las pusieron bajo la lupa del Linguistic Inquiry, un programa computacional que cuenta el porcentaje de palabras dentro de un texto y las agrupa según las categorías que se definan. Es así como se dieron cuenta de que las palabras "mío", "mí" y "yo" se repetían en buena parte de las letras y que el uso de los pronombres "nosotros" y "nuestro", disminuía según pasaban los años.
Además, palabras como "odiar", "matar" y "maldición" eran mencionadas más veces que otros términos más sociales, como "hablar" o "compartir". Lo mismo ocurría con aquellas que dan cuenta de emociones positivas, como amor, bien y dulce.
Esta no es la primera vez que se señala que los jóvenes y adolescentes actuales son narcisistas, pero sí es la primera vez que se demuestra con un producto cultural tangible y cuantificable que refleja tendencias sociales, al igual que las películas o los libros.
A principios de los años 80, en cambio, las letras de las canciones hablaban de amor, de lo positivo de la unión de dos personas o de la importancia de respetar la diversidad racial, como cantaba Paul McCartney y Stevie Wonder en Ebony and Ivory, declarando que "la gente es la misma" y que "aprendemos a vivir, aprendamos a entregar".
Para el académico y jefe del departamento de sicología de la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, W. Keith Campbell, si bien los cambios culturales pueden ser vistos y medidos en muchas áreas, la música es un muy buen ámbito para hacerlo, por sus alcances en términos de difusión y popularidad.
Más autoestima
Hace dos años, parte de estos mismos investigadores (Nathan DeWall, W. Keith Campbell y Jean M. Twenge) publicó el libro La epidemia del narcisismo y allí mencionaban que el narcisismo es cada vez más frecuente entre los jóvenes y las personas de mediana edad.
En ese mismo texto, como razón para este aumento del narcisismo se menciona el reforzamiento de la autoestima, que se dio como tendencia de crianza en la década de los 80 y 90 y que hizo creer a los niños que eran seres especiales y mejores que sus pares; el sistema financiero que nos lleva a "lucirnos" frente a los otros como un índice de éxito económico y profesional, y la influencia de las redes sociales en internet y reality shows.
Una prueba de lo anterior. Las canciones más populares y los videos que se suben a YouTube, dan cuenta del narcisismo de los jóvenes y la necesidad que tienen de que el mundo se fije en ellos.
Otro ejemplo del narcisismo de nuestra sociedad, según Campbell, es la singularidad de nombres que hoy tienen los niños en Estados Unidos y cómo ésta ha aumentado en los últimos 40 años. "Queremos que nuestros hijos sean especiales en lugar de formar parte del grupo", dijo Campbell a La Tercera. En Chile, según datos del Registro Civil, en 1970, 50 nombres representaban al 70% de los niños. En 2010, 172 nombres representan al 40%.
Richard Pond, graduado de la Universidad de Kentucky, quien también participó en el estudio, dijo a La Tercera que la epidemia de narcisismo -al menos en EE.UU.- se asocia al "materialismo creciente, la autopromoción y la agresión pública y se puede ver en el aumento de las cirugía plástica, las deudas con tarjetas de crédito y hasta el uso de la palabra "mí" en las direcciones web personal".
El narcisismo tiene beneficios y costos para los individuos: puede predecir simpatía social a corto plazo y rendimiento en el ámbito público. Entre los costos está el exceso de confianza, la incapacidad de aprender de los errores y las relaciones emocionalmente superficiales. "Pero el mayor costo del narcisismo es experimentado por otras personas -no el narcisista- que a menudo son maltratadas o manipuladas", indicó Campbell.
Si es bueno o malo el narcisismo para la sociedad, es un aspecto difícil de medir y proyectar en el futuro cercano. En todo caso, Pond dijo que en el corto plazo, el narcisismo se siente bien y puede llevar al éxito de las personas en algunas situaciones. Sin embargo, "en el largo plazo, el narcisismo puede llevar a malas relaciones con los demás, porque los narcisistas culpan a otros por sus problemas. Además, el exceso de confianza de un narcisista y la asunción de riesgos puede ser perjudicial para su carrera.
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