Julio Cortázar en Chile: libros, flores y revolución
<P>[A 50 años de Rayuela] El escritor argentino visitó cuatro veces el país, pero su estadía más recordada fue en noviembre de 1970. Convertido en una estrella literaria, vino a la asunción de Salvador Allende, se reunió con 3 mil estudiantes en el ex Pedagógico y terminó bailando con jóvenes poetas. </P>
Aterrizaría en Santiago en 1969, pero no llegó. La invitación para Julio Cortázar estaba cursada por los organizadores del Encuentro de Escritores Latinoamericanos, donde sí participaron Juan Rulfo, Vargas Llosa y José María Arguedas, entre otros autores. La ausencia del narrador argentino se la atribuyó un grupo: La Tribu No, formada por jóvenes artistas, entre ellos, Cecilia Vicuña y Claudio Bertoni. "Le escribimos para que no viniera, porque era un encuentro de funcionarios en un gobierno Demócrata Cristiano", dice hoy Bertoni sobre los últimos meses en el mando de Eduardo Frei Montalva. "Nos contestó una carta diciendo que no vendría", agrega el poeta.
Pasaría más de un año para que Cortázar, entonces uno de los miembros más populares del Boom latinoamericano, aterrizara en Pudahuel, el 3 de noviembre de 1970. Venía a la asunción del Presidente Salvador Allende en La Moneda, como una muestra de apoyo a la revolución chilena. El festivo ambiente político de la Unidad Popular también se trasladó al aeropuerto. Cientos de personas fueron a recibir al autor de Rayuela. El escritor argentino llegaba con un aura de estrella. Un ídolo de 56 años, tironeado por chicas que se empinaban para besarlo.
Rayuela, el libro protagonizado por Oliveira y la Maga, había sido publicado en junio de 1963 y seguía palpitando en el corazón de sus fanáticos. A 50 años de su salida, en junio próximo, el sello Alfaguara pondrá en circulación una edición conmemorativa con un apéndice de Julio Cortázar (1914-1984), donde cuenta la historia del libro. "Todos queríamos ser Oliveira y las minas, la Maga", dice hoy Claudio Bertoni.
El hombre que medía más de un metro 90, admirador de la poesía de Pablo Neruda, se hospedó en el hotel Conquistador, ubicado en el centro de Santiago. Allí era asediado por fans y escritores. "No he venido como escritor, sino como expresión de una ideología", dijo Cortázar en su encuentro con la prensa. "Era una corte celestial. Muchos le rindieron pleitesía", recuerda el narrador Germán Marín.
En una semana, Cortázar almorzó con miembros de la Sociedad de Escritores, dio una entrevista en televisión, congregó a más de tres mil jóvenes en el ex Pedagógico de la U. de Chile y compartió con un grupo de intelectuales, en una cena organizada por Enrique Lihn. Fue en la casa de Paulina del Río -novia de Lihn- en Pedro de Valdivia Norte. En la comida estaban Mauricio Wacquez, Federico Schopf y un joven Ariel Dorfman, quien intentó llamar la atención del invitado. "Tomó la ensalada con las manos y le decía a Cortázar, ¡esto es arte!", recuerda, entre risas, un comensal de aquella noche.
"Fue Antonio Skármeta quien nos avisó que Cortázar quería vernos", recuerda Bertoni. El autor de El entusiasmo había moderado la charla del argentino en el ex Pedagógico. Así, Bertoni llegó al hotel junto a Marcelo Charlín, otro integrante de la Tribu No, en un jeep de su madre. Cortázar sacó de su habitación tres botellas de vino, que la Sech le había regalado, y partió con ellos. "Tenía unos ojos grandes que apenas le cabían en la cara. Era demasiado alto y apenas entraba en el jeep", cuenta el autor de Harakiri.
Los poetas chilenos lo llevaron a una fiesta en Providencia. "Lo fuimos a buscar a las 7 de la tarde y a las tres de la mañana nos despedimos. Conversamos de literatura y jazz, bailamos, fumamos un par de pitos y terminamos todos abrazados. Fue muy bonito", recuerda Bertoni.
En el ex Pedagógico, Cortázar habló por más de dos horas de política, budismo zen y de los otros integrantes del Boom. Poco habló de su obra. Sobre Borges dijo que estaba "no sólo ciego físicamente, sino ciego mentalmente", en referencia a su postura política.
Al finalizar el encuentro, los estudiantes se le acercaban, le hablaban y le regalaban cigarrillos. La artista Cecilia Vicuña le entregó una flor. "Cortázar quedó cautivado con la Tribu No y en especial se maravilló con Cecilia", dice Skármeta, quien relató la conferencia en un artículo de portada de revista Ercilla, el 10 de diciembre de 1970. "Casi me mataron a fuerza de amor colectivo", dijo Cortázar años después.
El autor de Historias de cronopios también tendría otros amores chilenos, como Carmen Waugh, ex directora del Museo de la Solidaridad, a quien conoció entonces. "Hubo una relación de amistad muy fuerte, donde también, bueno, hubo una relación de pareja", dice Waugh en el libro biográfico La vida por el arte. Su relación siguió en España y Francia. "No es fácil irse de ti. Dejar de ver tu sonrisa", le escribirá Cortázar en 1977.
En una carta a su amigo Osvaldo "Gitano" Rodríguez, le dice: "Yo estaba enamorado de Chile -chilenas incluidas- y eso se guarda en secreto". Le cuenta que su primer viaje al país fue con 28 años, en 1942. Estuvo en Valparaíso y Santiago, y escribió poemas inspirados en el río Mapocho y Arturo Prat.
En 1946 vino otra vez por motivos laborales, como gerente de la Cámara del Libro Argentino. Su última visita sería en marzo, de 1973. Eran las elecciones parlamentarias. "Vine un poco de incógnito para observar las elecciones. Tengo la esperanza en la Unidad Popular y en la vía socialista", le dijo a este diario. Seis meses después, Augusto Pinochet dirigía el golpe militar.
Ya en Francia, el autor de Los premios reunió textos propios y de otros autores en el libro Chili, le dossier noir, publicado por el sello Gallimard (1974) y distribuido en Europa. En 1981 y sin saber que no volvería más a Chile, Cortázar de visita en Madrid le dijo al diario El País: "Si no fuera por mi fama, yo no estaría aquí, y no podría decir las cosas que pienso sobre las dictaduras latinoamericanas".
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