Juramento socrático




LAS PROFESIONES tienen figuras históricas que representan sus ideales. Para los médicos, es Hipócrates, autor del “juramento hipocrático” que los compromete a sanar, aunque los amenacen para que no lo hagan.

Entre los académicos es Sócrates: el cuestionador de supuestos, mitos y prejuicios. Su método era simple y efectivo: hacía preguntas, induciendo al otro a ver su error. Hasta el día de hoy el método socrático constituye un ideal de aula: enseñar sin cátedras, con preguntas que inducen al estudiante a ver la verdad que lleva dentro. Todos conocemos cómo termina su historia. Eran tan desafiantes e inquietantes sus preguntas para los poderosos, que fue enjuiciado y ejecutado.

La intensidad del debate generado por las preguntas sobre fe pública, estadística, comunicaciones y estándares éticos en torno a la Casen ha alcanzado para detonar estridentes declaraciones y elocuentes renuncias en Mideplan y Cepal; e incluso para que el Financial Times manifieste molestia con el gobierno.

El debate se originó en un conjunto de académicos de la Universidad de Chile que por diferentes medios (seminarios, columnas, cartas públicas) hicieron preguntas. Parte de esos cuestionamientos los hizo este columnista en este espacio.

Esas preguntas no habrían generado líos si hubiesen sido respondidas a tiempo. Sin embargo, el gobierno se resistió hasta ser obligado por los medios. Increíblemente, aún no conocemos la cifra de error real de la encuesta, ni la base de datos, a pesar de que han sido pedidas incluso por economistas pro-gobierno.

Pero las preguntas han servido. Ahora sabemos de la discrepancia entre cálculos de pobreza iniciales y posteriores a la acción del gobierno sobre Cepal; de minutas y reuniones secretas que aún no se aclaran; de expertos renunciados que discrepan con lo dicho por el gobierno sobre caída en pobreza; de que Cepal tenía cálculos alternativos (corrigiendo por precios de alimentos) que mostraban reducciones sistemáticas en la pobreza desde el retorno a la democracia, incluido el gobierno anterior al que los actuales gobernantes acusaron de aumentar la pobreza. Todo esto lo sabemos ahora, gracias a las preguntas.

Un triunfo de la pregunta: gracias a ella el público sabe más. Para eso estamos los académicos.

La respuesta no se hizo esperar. Esta semana, un diputado de la UDI, sin prueba alguna, acusó justo a los cuestionadores de tener contratos “sin funciones” en la Fundación de la Facultad de Economía, implicando corrupción.

La verdad es que este columnista nunca en su vida ha recibido un pago de la fundación aludida, así de simple. Es francamente indignante que se usen cargos públicos para faltar a la verdad con el objeto de callar a personas que levantan preguntas que resultan molestas. Quizás no es de extrañar, pero no debiera ser así.

Si alguien cree que va a evitar que los académicos de la Universidad de Chile dejemos de hacer preguntas y cuestionar, está muy equivocado. ¿Saben por qué? Porque en nuestros campus hay, implícito, un “juramento socrático”. En ese juramento prometemos seguir cuestionando, duela a quien duela, amenace a quien amenace. Debemos hacerlo, porque a eso nos debemos.

Oscar Landerretche
Economista

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