Kerry, los señores del anillo irlandés
<P>El Anillo de Kerry es una carretera de la costa de Irlanda de 178 kilómetros que se entremezcla con playas del pasado, atraviesa coloridos pueblos y se tambalea al borde de los acantilados del Atlántico. Es una costa europea épica. </P>
LEJOS, MUY LEJOS en el oeste salvaje de Irlanda, se encuentra la selva más virgen. Helechos, plantas y árboles cubiertos de musgo que trazan su historia hasta tiempos jurásicos florecen en la cálida corriente del golfo que acaricia la costa de Kerry.
¡Ah! También hay dinosaurios.
"Lo siento. Sólo son modelos de madera", dice riendo Billy Alexander, propietario de los jardines y el bed & breakfast Kells Bay (www.kellsgardens.ie). "Pero el bosque es real. Las especies botánicas proceden de todas partes del mundo. Les gusta el clima cálido de por aquí".
La península de Iveragh es famosa por su impresionante naturaleza, pero no espere encontrar una palmera gigante de Chile. "¿Qué puedo decir? Soy un apasionado de las plantas y las colecciono", sonríe Alexander. "Esta palmera es la más grande de Irlanda".
¿Selva primaria y palmeras en Irlanda? Pues sí.
A lo largo del Anillo de Kerry, una carretera circular de 178 kilómetros que se apodera de la costa atlántica desde Kenmare, en el sur, hasta Killarney, en el norte, la naturaleza corta la respiración y las historias fluyen como la Guinness.
"Las tres islas rocosas en la costa oeste se conocen como los Skelligs y estaban pobladas por monjes por el año 600 a.C." dice John O'Sullivan del Museo de la Experiencia Skellig (www.skelligexperience.com). "En el siglo XXI es complicado imaginar por qué alguien querría soportar tantas penurias: sin comida ni agua, ni calefacción, un tiempo horrible y ataques de vikingos".
Viviendo en los iglús de piedra a los que se accede por el mar mediante unas resbaladizas escaleras naturales, los monjes sobrevivieron a base de pájaros, pescado, agua de lluvia y fe. "Llevaría 20 horas para remar los 12 kilómetros desde tierra firme", dice O'Sullivan. "Por ese tiempo, esto era el fin del mundo. Es un milagro que fueran capaces de sobrevivir aquí".
El Museo de la Experiencia Skellig está basado en Valentia, una isla irlandesa de 11 kilómetros de largo a la que se accede por un puente desde el pueblo pesquero de Portmagee (donde el estofado irlandés está para morirse en el pub Moorings) o por barco desde el punto Reenard.
"Valentia era la base este del primer cable de telégrafos transatlántico hacia Terranova en 1866 y de la proveedora de piedra pizarra para el Parlamento del Reino Unido, además de ser el lugar donde se descubrieron las primeras huellas de tetrápodos", dice el director de turismo, Bridget O'Shea. "Los tetrápodos fueron los primeros de nuestros ancestros en salir del mar hacia la tierra. Las huellas fosilizadas tienen 385 millones de años".
Ruinas (e historias)
El Anillo de Kerry rebosa de significado histórico. A lo largo de la parte sur de la carretera, los puntos destacados incluyen los muros de cuatro metros de ancho del Fuerte Staigue, una fortaleza defensiva circular construida hace 500 años, y la casa Derryane, antiguo hogar de Daniel O'Connell, el político del siglo XIX que logró la emancipación católica y cuyo activismo marcó el camino para la independencia irlandesa de Reino Unido.
"Es un hogar maravilloso, con una localización perfecta al lado del agua", dice el propietario del hotel y entusiasta de la historia local, Fergus Foley. "Se podría decir que fue construido con la ayuda de la inversión europea. La familia O'Connell se hizo rica produciendo brandy y whiskey para Francia y España en el siglo XVIII".
En Cahersiveen, otra ciudad de postal, un impresionante castillo blanco domina el skyline. "Este es el antiguo cuartel de la Real Policía irlandesa, construido para intimidar a los locales", cuenta sonriendo el guía Charlie Smith. "Está diseñado siguiendo el estilo de un castillo alemán. La leyenda cuenta que hubo un cambio de planes en Inglaterra, ya que esto tendría que haber sido un cuartel británico en la India".
Cuarteles, castillos, fuertes y ruinas integran el paisaje de Kerry, pero a veces sólo permanecen las historias. Gerard Burke, el propietario de un centro de trekking en la playa de Rossbeigh, detiene por un momento al grupo al que guía y señala el misterioso pico de una montaña cercana.
"Solía haber casas en la cima de esa montaña", dice. "Pero en la década de 1880, esta zona estaba gobernada por el lord Headley Wynne. Obligaba a pagar a la gente impuestos enormes y, si no podían, los echaba y se destruían sus casas. Ahora sólo quedan algunas piedras allí". Hoy, todo lo que queda del estado de Wynn es un castillo derruido lleno de cuervos. Cuando el déspota se marchó a Londres, los locales le hicieron difícil regresar quemando su casa en Irlanda.
La vida en la Irlanda rural durante el siglo XIX era complicada. Después de dejar a sus perros ovejeros en un prado gigante, Mossie Pierce, que trabaja en el Museo de Bog, pasea por una perfecta recreación de una comunidad rural de la década de 1850, señalando sus casas preferidas. "Aquí podía haber hasta 15 niños, por eso hay tantas camas en la casa", dice. "Por ahí, la casa es más pequeña y pobre. La familia compartía el techo con el ganado para mantener el calor".
Pierce se detiene un momento para alimentar a las cabras del pueblo y sonríe. "Deberían visitar la Feria Puck en Killorglin. Se celebra cada agosto y es una fiesta fantástica. Colocan una corona sobre la cabeza de una cabra salvaje y la pasean por la plaza como si fuera un rey".
"Se cuenta que fue una cabra perdida corriendo por las calles del pueblo la que advirtió a sus habitantes que el líder inglés, Oliver Cromwell, iba hacia allá. Esto ocurrió hace 400 años y hoy todavía lo recuerdan".
Efectivamente, en un lugar de honor, el puente de Killorglin, hay una estatua de bronce de una cabra llevando una corona. Y se ve muy orgullosa de sí misma.
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