Kevin Silva corre hacia la meta más importante de su vida
<P>Un año después del atropello que le arrebató las dos piernas, el joven deportista de Lo Espejo intentará cumplir con el objetivo que no pudo alcanzar en el último Maratón de Santiago, esta vez sobre una flamante silla de carreras. Sus familiares creen que sólo volviendo donde todo comenzó lograrán superar la tragedia. </P>
Brenda Toledo está molesta. Su hijo menor acaba de desaparecer a toda velocidad por un oscuro sendero del Parque O'Higgins sin permiso y sin avisarle a nadie. "Es un irresponsable", repite con enojo, mientras Kevin (15) comienza a tomarle el gusto a la rapidez de su nueva silla de ruedas, una de carreras, fabricada especialmente con sus medidas para mayor comodidad. Es necesario probar el nuevo artefacto, que aún no domina del todo, pues en dos semanas más se montará en ella para cerrar su capítulo más duro, en 10 kilómetros largamente postergados.
La mentada silla, de un valor cercano a los seis mil dólares, llegó de sorpresa. En noviembre del año pasado, el triatleta Matías Brain se lo encontró en una corrida disputada en Maipú y notó que la silla que utilizaba no era adecuada y que le generaba molestias en los brazos, especialmente el izquierdo, donde tiene dos placas de metal de más y un dedo menos después del accidente de hace un año. Entonces Brain empezó a gestionar la donación de las nuevas ruedas. "Kevin tiene un espíritu de superación tremendo. Es cosa de ver cómo está ahora en comparación con cómo estuvo. Nunca se echó a morir y se recuperó rápido", comenta acerca de la rápida recuperación del joven, quien ya estaba en las calles cinco meses después del accidente.
El entrenamiento de esta tarde es recién el segundo con la nueva silla, porque a Kevin no le gusta andar sobre ruedas demasiado tiempo. Lo hace sentir inferior. "Antes medía 1,84 y jugaba básquetbol. Estaba acostumbrado a ver a la gente de arriba y desde la silla los veo desde abajo. Por eso la uso sólo para competir", dice. El resto del tiempo camina con la ayuda de dos prótesis que le donó la Teletón, pero que, según su madre, son insuficientes. "La gente cree que nos hemos forrado de plata. Eso me da rabia. Nuestra casa es humilde y nos ha costado lágrimas de sangre. Todos los ministros se han sacado fotos con Kevin y no hemos recibido nada. Sólo pedimos dos piernas dignas para él", reclama Brenda. Su hijo la escucha y acota que "le agradezco a la Teletón, pero estas piernas no me acomodan, una es de los años 80, son arcaicas".
Las nuevas extremidades con que sueña Kevin cuestan 31 millones de pesos y le ayudarían bastante a caminar más rápido para tomar la micro y a bajar con más seguridad las escaleras de su colegio, el Miguel León Prado.
Su otro sueño, uno bastante más cercano, es completar la carrera que dejó inconclusa el domingo 3 de abril de 2011, cuando se dirigía al Maratón de Santiago y Sergio Reyes, un conductor en estado de ebriedad, lo atropelló en Avenida Lo Ovalle. Kevin no perdió el conocimiento sino hasta ingresar al Barros Luco y recuerda todo "como una película", como un infortunio de alguien más. Su padre, Ulises Silva, había pasado por esa esquina sin reconocerlo y le comentó a Brenda lo que había visto. Momentos después, les informaron que era su hijo. A dos semanas de revivir aquel día, sus sentimientos son encontrados. "Se me aprietan un poco las tripas. Es difícil volver allí, donde Dios me quitó algo tan importante. Pero mi vida no se va a truncar por esto. Si me cortaron las piernas cuando iba a correr, ahora corro sin piernas", asegura el aguerrido Kevin, quien se toma con una entereza sorprendente el antojadizo destino que le tocó.
Su mamá confiesa que estará aterrada aquel día, pero también que sólo una vez que Kevin cruce la meta, lograrán superar el trauma. "Es un reto para la familia, es superar una etapa. Pasando esta barrera, podremos seguir adelante", afirma.
Parte del nerviosismo de Brenda se morigera cuando Kevin finalmente aparece por el otro lado del camino, después de haber dado una vuelta completa a la elipse, sobre sus nuevas ruedas. Su madre le da un buen reto y lo manda de regreso al auto para volver a casa. En pocas horas tiene una corrida en Las Condes, que será una buena prueba para saber si está en buenas condiciones físicas. Para subirse al auto, Kevin se pone de pie sin ayuda, una vez más, como todos los días.
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