La aldea donde nació Bob Marley
<P>Oculta entre las verdes montañas de Santa Ana, al norte de Jamaica, Nine Mile se jacta de guardar los restos de la gran leyenda del reggae, de cuya muerte se cumplen 30 años. En su humilde casa, que permanece intacta, nacieron algunos de sus temas más célebres</P>
Le gustaba sentarse al aire libre en las cálidas noches jamaicanas, mirar hacia el infinito y sentir la naturaleza colarse por todos sus poros. Allí encontraba la paz, la inspiración para sus canciones y ese sosiego inocente que sólo dan las raíces. La vida, entendida a su manera, le llevó a recorrer el mundo, y la música le revistió de gloria y fama universal. Sin embargo, fue Nine Mile, la pequeña aldea que le vio nacer aquel 6 de febrero de 1945, el lugar al que Bob Marley llamó siempre su casa.
"Crecí en las montañas, en el mismo lugar que trajo al mundo a mi madre y a mi abuelo. Un pequeño pueblecito al que los lugareños siguen llamando con el mismo nombre inmemorial...". Un nombre, Nine Mile (Milla Nueve) que ha llegado hasta nuestros días para designar ese rincón del norte de la isla caribeña, en los aledaños rurales de Santa Ana. Ese rincón enmarcado por frondosos montes verdes, en el que el gran músico pasó su infancia desprovista de padre, al que volvió repetidas veces para tratar de escapar de la vorágine y en el que descansan sus restos mortales desde aquel día en que se lo llevó la muerte, hace justo 30 años.
Muchos son los turistas que se acercan a conocer la cuna de la leyenda del reggae. Hace falta ascender por una carretera precaria y sinuosa que se va abriendo paso, como una guadaña, por la exuberante vegetación jamaicana: extensas plantaciones de café y cacao, árboles de frutas tropicales, orquídeas y buganvilias... Un paraíso natural y solitario tan sólo alterado, de tanto en tanto, por alguna mujer que avanza lenta con su carga sobre la cabeza o por niños descalzos y sonrientes que saludan desde sus casas de madera.
Un reflejo en sus canciones
Estos trazos humildes marcaron los orígenes de Bob Marley. Nine Mile sigue siendo tal cual era cuando aquel niño correteaba por sus calles sin asfaltar, alardeando de tener poderes sobrenaturales -cuentan que incluso era capaz de leer la mano de las vecinas. En una de sus partes altas, hoy casi siempre abarrotada de curiosos, sobrevive su casa, esa casa con tejado (we'll be together with a roof over our heads) y cama pequeña (we'll share the shelter of my singer bed) que canta en I wanna love you. También allí, pintada con los colores rasta -rojo, amarillo, verde- está la piedra -stone pillow- en la que se tumbaba para invocar a sus musas después de fumar sus hierbas. En Talkin' Blues la describe con detalle: cold ground was my bed last night / and rock was my pillow, too (la fría tierra fue mi cama anoche / y la roca fue también mi almohada). E intacta se mantiene, además, la hornacina de piedra donde su madre cocinaba sin gas, esa imagen humilde que le inspiró No woman no cry.
Pero el mayor atractivo de esta casa, aquel que buscan los fans que acuden a Nine Mile, es el mausoleo donde está enterrado el que fuera, más que un icono del rastafarismo, un profeta de los desheredados del colonialismo. Allí, junto a la tumba de su madre, yace su cuerpo inerte, "elevado para seguir soñando" y acompañado de su guitarra, una biblia, un balón de fútbol... y algunas hojas de marihuana.
Bien es cierto que Bob Marley no vivió mucho tiempo en este pintoresco lugar: con algo más de una década se trasladó con su madre a Kingston, la capital, para acabar instalándose -derrumbado aquel sueño de una vida mejor- en el gueto periférico de Trenchtown, donde nacieron los ritmos reggae. Pero siempre que regresó a Nine Mile, según él mismo relató, sintió tener a su alcance lo más valioso de su vida: la sencillez del mundo rural, el respeto a la naturaleza y el espíritu de comunidad de este pueblo para quien su figura constituye su mayor orgullo.
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