La amnesia Matta
<P>Roberto Matta estuvo en Chile por última vez en noviembre de 1972. Pero de eso ya no quedan muchos registros ni recuerdos. Juntando piezas, pudimos reconstruir esa historia. Cuando la figura del artista volvió a tomarse la agenda por la celebración de su centenario, esto es lo que sobrevive de su viaje final. Con el Hotel Crillón como centro de operaciones y el pintor muy conectado con sus amigos y la contingencia política. </P>
Ella lo dice. Ella también lo cree.
-Matta está aquí.
Aquí es La Granja, la comuna de Santiago sur hasta donde ella, Germana Ferrari, la viuda de Roberto Matta, vino a celebrar a su marido bajo el sol de un viernes 11, del mes 11, a las 11.11 de la mañana.
La Municipalidad de La Granja queda muy lejos del Ritz, que es donde Germana se queda, y de la residencia donde vivió con Matta en Italia. Pero estamos todos aquí, viendo a niños semidesnudos bailar sobre un escenario en la entrada del municipio, porque si no hubiera muerto en 2002, Matta habría cumplido hoy 100 años.
Así que, de pronto, todos empezaron a hablar de Matta.
Se montaron exposiciones, se transmitieron documentales y se organizaron homenajes como este, donde, además del centenario, se celebra "El primer gol del pueblo chileno": un mural que trabajó con la Brigada Ramona Parra, que cumple 40 años y que fue recuperado después de que los militares, dicen, lo taparan con 14 capas de pintura.
Así que Germana está aquí. Recibiendo abrazos, regalos y distinciones de un país que festeja a un hombre que, siguiendo la ruta de la genialidad, dejó Chile en 1933. Que nunca más volvió de forma definitiva. Que, según Ernesto Gallardo, historiador de arte, sólo volvió en ocho ocasiones. Y que la última fue en noviembre de 1972, antes de que el golpe, su edad y todas las horas que demora un avión en cruzar un hemisferio y un océano lo alejaran para siempre de Chile.
Aunque Germana no está de acuerdo. Rodeada de su hija Alisée, niños, chaperones institucionales y apurada por los tiempos, las actividades, el protocolo y su agenda, ella tiene tiempo para decir esto.
-El 72 no fue el último viaje de Matta. Matta está aquí.
Lo dice apuntando al cielo.
La memoria está aquí. En un rollo de microfilm cubierto por un plástico, almacenado en unos estantes de la Biblioteca Nacional.
La memoria está aquí. Dentro de ese rollo que conserva las ediciones de noviembre de 1972 del diario El Siglo, donde se leen cosas como estas: que había paro de médicos, que se inauguraba el Parque O'Higgins, que se celebraban dos años de la UP y que Camilo Escalona quería ser dirigente secundario. Que le competía a Andrés Allamand.
En ese repaso, que recuerda a un país que titulaba usando palabras como "fascistas" y "revolución", hay una nota del domingo 19 de noviembre que sirve para dejar constancia de un viaje que casi no fue documentado.
La nota titula "Roberto Matta saluda a María Maluenda" y en 21 párrafos apilados en cuatro columnas repasa un encuentro en Chile entre el artista y la actriz comunista que en esa fecha era designada como diplomática en Vietnam.
También hay una foto. No dice mucho y parece sacada de una página social. Pero muestra a Matta con Maluenda, Doan Van -el encargado de negocios de Vietnam- y la esposa de Matta, Germana, reunidos en una pieza de fondo blanco. Aunque en esa foto falta alguien.
No está Virginia Vidal, la periodista de El Siglo que escribió esa nota y que hoy, 39 años después, revive esa tarde en que fue al Crillón, ese lujoso hotel en Agustinas 1035 donde Matta siempre se quedaba. Y que ahora ya no es un hotel, sino que una multitienda.
Virginia Vidal hoy tiene 79 años y se desplaza con dos muletas. Cuando ve la fotocopia, pregunta dónde la conseguí.
-Está en la Biblioteca Nacional. Es todo lo que encontré de la última visita de Matta a Chile- respondo.
-Yo perdí mis archivos. Vino el golpe y perdí todos mis archivos.
En su casa, Virginia diría que Matta era un hombre muy cordial, que preguntaba mucho, que inventaba palabras, que pronunciaba las erres como si fuera francés y que vestía elegantes trajes de lino. También recordaría otras cosas, como que Matta la llamaba 'mi cola', porque ella lo seguía a todas partes, y que a Germana le decía 'mi lámpara', porque su mujer tenía un vestido similar a esas lámparas a las que les cuelgan hilos y piedras de colores.
El artículo que Virginia publicó en El Siglo no sólo era una prueba concreta de la última visita del artista a Chile; servía, además, para entender las cosas que Matta estaba pensando en ese tiempo.
Como por ejemplo, esto que dijo esa vez en el Crillón: "Yo tengo más ideas de propaganda que toda la Unidad Popular. ¿Cómo es posible no celebrar en grande al primer diplomático chileno designado en la República Democrática de Vietnam? ¡Y un diplomático que es mujer, que es María Maluenda! Haremos algo serio, en grande. Irán las Brigadas Ramona Parra y los pobladores a despedir a María al aeropuerto de Pudahuel".
Luego, Matta lanzaba una reflexión. "La política hay que hacerla a partir de las mujeres y de los jóvenes. Ellos son los esclavos del mundo. Toda la economía se analiza a partir de los salarios, pero no se considera para nada el trabajo de la mujer y los ahorros que hace al Estado y a la sociedad. ¿Qué diplomático de carrera tendría cojones para irse a meter al corazón de Vietnam?"
La arista más política, me diría Virginia, Matta no la llevaba solamente a los hechos de la contingencia. También la llevaba a su arte. Como escribió Vidal esa vez, Matta "estaba asediado por la idea de cumplir su cometido como artista". Por eso decía cosas como que "hay que darle patadas al idioma para que diga cosas nuevas. Lo mismo en la pintura".
Matta no descansaba. Por eso, cuando Virginia le pidió concertar otra entrevista, él se excusó. Y le contestó así:
-Tengo que dormir un poquito. Me espera una tarde dura. En las noches no puedo dormir. Me funciona la cabeza siempre.
A veces reconstruir algo que pasó hace 39 años puede significar un trabajo de arqueología. Y eso, como en este caso, pasa porque las cosas que la prensa no registró, la gente ya no las recuerda. Como Mercedes Matta, la única hermana viva del pintor, que al ser contactada sólo se limitó a responder que no recordaba nada. Que ella estaba alejada de los medios. Que no le gustaba figurar. Lo mismo ocurrió con Patricia Velasco, la viuda de Nemesio Antúnez, uno de los buenos amigos de Matta, que por teléfono aclaró que esa visita había sido hace mucho tiempo, que seguramente su marido se juntó con el artista, pero que no tiene evidencia de ello. Ni siquiera una foto.
La prensa de la época registra que durante noviembre de 1972, Alejandro 'Mono' González, que entonces tenía 25 años, era el director artístico de la Brigada Ramona Parra, que estudiaba Diseño Teatral en la U. de Chile y que tenía una exposición en la Sala Universitaria, a un costado de la Casa Central. Ahí exhibía trabajos hechos en clases: dibujos, diseños de vestuario y un mural sobre cholguán.
González recuerda hoy que Matta fue. Y que "el Maestro" -como lo sigue llamando- le comunicó que le había gustado su exposición.
Aunque eso no es todo lo que recuerda. Para él, noviembre de 1972 también es la fecha en que Matta se subía a la 'Tetera', un camión de mudanzas que usaba la Brigada Ramona Parra y que estaba tan destartalado que no contaba ni con radiador. En sus recuerdos, González ve a Matta sujetándose de una baranda del camión, aguantando los 60 ó 90 minutos que duraba el viaje desde el Crillón, en el centro, hasta La Granja. Y lo ve, asegura, pintando el mural "El primer gol del pueblo chileno". Con una chupalla bajo el sol. Siempre de muy buen humor.
Pero los registros dicen otra cosa.
En la Municipalidad de La Granja dicen que el mural fue inaugurado a fines de noviembre de 1971, un años antes de los recuerdos de González. Soledad Novoa, la curadora de la muestra "Matta 100", del Museo Nacional de Bellas Artes, indica lo mismo.
En lo que sí todas las versiones coinciden, es que el miércoles 29 de noviembre de 1972 Matta organizó una exposición en el Centro A, en Lastarria esquina Rosal, donde exhibió las obras de 19 dibujantes residentes en París junto a una selección suya de 19 dibujantes chilenos. El recuadro de la nota en El Siglo que contiene esa información no entrega más pistas.
En un último esfuerzo para estrujar la memoria, González recuerda haber ido al aeropuerto de Pudahuel el 21 de noviembre de ese año a despedir a María Maluenda. "Matta tiene que haber estado ahí, porque fue él el que nos incentivó. Nos dijo que era ir a hacerle un reconocimiento a la María. Creo que nos fuimos todos en la 'Tetera'. Eso es lo que puedo decirte".
Carmen Waugh fue la galerista oficial de Matta. Su casa de dos pisos está llena de dibujos del artista que terminaría convirtiéndose en su amigo y de cajas, carpetas y sobres que llevan su nombre.
-Es difícil reconstruir su último viaje a Chile- advierte.
-¿Por qué?
-Porque están casi todos del otro lado. Nemesio, Sergio Larraín, sus amigos están del otro lado. Y yo estoy con la memoria fatal.
A pesar de eso, la memoria de 79 años de Carmen le permite recordar cosas. Como que en 1972, antes de venir a Chile, Matta pasó por Argentina a exponer en una galería que la misma Waugh tenía con una socia. Que después de eso, el artista llegó a Santiago, donde ella le montó una exhibición en su galería de Moneda 920, con 20 de sus obras. Carmen dice que fue un éxito. Que llegó mucha gente. Que se vendió todo.
La imagen que Carmen Waugh conserva de ese viaje es la de Matta hablando y el resto escuchando. Que se quedaba en el Hotel Crillón, con Germana, en una época en que los diarios registran que ese hotel y 50 negocios más fueron sancionados por la Dirinco por ocultar cigarrillos como Hilton o Lucky Strike, para venderlos después al especulativo precio de la escasez.
Matta, en ese lugar que sentía tan suyo, comía mariscos, pedía fruta, ordenaba buen vino y volvía a su infancia comiendo camotillo.
También pedía favores.
Carmen Waugh recuerda dos: "Matta me dice: 'Mira, quiero ubicar a fulano de tal, que fue compañero mío de colegio y yo lo quería mucho'. Fue un señor que a mí me costó una semana encontrarlo. Y cuando lo encontré, le dije que Matta estaba aquí. Fuimos al hotel y él estaba no sé si con el Mono González o con alguien más de la BRP. Yo lo llamo. Le digo: 'Matta, aquí está fulano de tal'. Y Matta, al verlo, me dice: 'Pero Carmen, ¿cómo me trae a ese viejo de mierda? ¡Momio tal por cual!".
Cuando Carmen cuenta esto, se ríe.
-Después tuve que decirle al señor: 'Sabe, Matta anda tan ocupado que después lo va a llamar'. Ese era Matta. Era genial.
El otro recuerdo es casi maternal.
-Durante esa visita lo veía casi todos los días. Si él necesitaba calcetines, me decía: 'Carmen, ¿me puede ir a comprar calcetines?'. Estábamos siempre al teléfono. Yo estaba en la galería. Me llamaba y me decía. Y ahí partía yo a comprarle calcetines. A mí me encantaba. Lo encontraba simpático.
En una carpeta a la derecha de la cama en su dormitorio, Carmen encuentra algo más de ese viaje del 72: un documento firmado por Gonzalo Rojas, donde el poeta escribe: "En su viaje a Chile en noviembre de 1972, Matta dibujó seis planchas que debían ser publicadas en El Siglo, que no pudo imprimírselas a causa de los trágicos acontecimientos de septiembre de 1973".
Carmen, que ya había exigido demasiado a su "fatal memoria", no recordaba nada sobre ellas.
Ernesto Gallardo, en cambio, sí decía saber algo. El historiador de arte repite que Matta vino ocho veces a Chile y que eso lo investigó con el rigor que aprendió de sus maestros Leopoldo Castedo, Víctor Carvacho y Octavio Paz. Gallardo, que tiene 60 años, repite también que durante sus estadías en Chile, Matta pintó en una casa que su familia tenía en San Damián y que el gran motivo de su última visita fue este: "En ese momento hay una campaña parlamentaria. Había elecciones en marzo de 73. Esa campaña la financió totalmente Matta y eso es lo importante".
Gallardo agrega dos cosas más. La primera es que Matta, acompañado del 'Mono' González, va a comer una noche a la casa camino a Farellones que tenía el pintor y escritor Alberto Pérez Martínez. Y que esa vez, cuando fue al baño, Matta dibujó una mujer sentada en la taza. Después de ver lo que había pasado, Pérez decidió clausurar el baño y dejarlo como una pieza de museo.
Lo segundo es que Matta fue a la Universidad de Concepción a dictar una conferencia que llevaba un nombre como "La persistencia del futuro".
El artista Iván Contreras, desde Concepción, confirma algo de eso. Dice que Matta dio una charla en el hall de la Casa del Arte. Que fue algo informal. Dice que se le oía poco. Que no tenía amplificadores.
Hay un cuadro y hay una historia.
El cuadro es el dibujo de un cuerpo rojo y uno blanco que se funden en un abrazo que termina por consumirlos. Que los convierte en uno.
Y la historia la cuenta Jorge Insunza, quien conoció a Matta en 1966, cuando coincidieron en Roma para un congreso del Partido Comunista italiano:
"Yo me iba a casar el viernes 17 de noviembre de 1972. Era una ceremonia sencilla que se iba a hacer en la casa de mis suegros, en La Reina, cerca de la parte alta del Canal San Carlos. Con mi esposa Sylvia lo invitamos a que concurriera al matrimonio. El aceptó encantado. El matrimonio era como a las 18.00. El llegó con antelación, como a las 16.30. Mi señora no estaba todavía. Y yo ni siquiera supe que él había llegado. El entró con un marco, con una tela. Llegó a la puerta, lo atendieron, le pidió a un hermano pequeño de Sylvia, Rodrigo, que le buscara un lugar donde pudiera estar tranquilo, porque necesitaba hacer algo. Rodrigo le dijo que en el garaje. Matta lo encontró perfecto. Rodrigo tenía 10 ó 12 años. Con él y una sobrina mía, Carla Insunza, más o menos de la misma edad, instala su lienzo, abre su paquete de pinceles y pinturas y se pone a pintar. Y los niños estaban ahí, mirando, pintando. La sensación de ellos era que Matta pintaba como loco, un recuerdo que mantienen hasta hoy. Bueno, él termina de pintar y les pidió a los cabros chicos que lo ayudaran a echar viento para que la pintura se secara. Una vez que quedó seco, estaba por iniciarse la ceremonia. Entonces Matta pesca su cuadro, entra con él a la ceremonia y nos hace el regalo de bodas ahí mismo. El cuadro eran las figuras de un hombre y una mujer abrazándose. Matta dijo que el cuadro se llamaba 'Los enamorosos'".
Jorge Insunza, dirigente del Partido Comunista, dice que esa pintura que tiene en su casa es el recuerdo que le queda de la visita de Matta en 1972. Que no conserva imágenes de él. Que no tiene un álbum fotográfico de su matrimonio. Que, a fin de cuentas, no conserva nada más en su memoria del último paso del pintor por aquí.
Y eso, a su manera, también lo diría Germana en el edificio de la Municipalidad de la Granja, justo después de que le preguntara por las cosas de las que se acordaba.
-Nos quedábamos tres semanas siempre. A Matta le gustaba desayunar tostadas con palta. Y no recuerdo más. Tengo una memoria monstruosa.
Después de eso, Germana arrancaría al patio donde un grupo de niños y una torta la esperaban para cantarle feliz cumpleaños a su esposo. Un locutor diría que La Granja y Chile recordaban al 'Maestro' en su centenario y los niños soltarían unos globos que llevaban los nombres de la viuda y el pintor.
Entonces Germana diría que Matta estaba aquí.
Y apuntaría al infinito.
A esos globos rojos con forma de corazón que se perdían para siempre en el cielo.S
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