La batalla de Chiloé
<P>Van casi dos semanas desde que la crisis se desató en Chiloé. Reportajes fue hasta allá y habló con dirigentes, pescadores y ciudadanos. Esta es una foto de la isla en días de barricadas, neumáticos quemados y bloqueos que hacen casi imposible el transporte y el abastecimiento.</P>
Cruzar a Chiloé en días de crisis es casi imposible. En Pargua, el embarcadero de Chiloé continental, los camiones llevan 10 días sin moverse. Les han dado de comer y les han pasado baños, pero no se han movido. Sin solución al conflicto que se desató por una marea roja letal para todos los mariscos de la zona, una suerte de terremoto silencioso e invisible que ha maniatado a casi todo el sector productivo chilote, la única manera de llegar a la isla es esperar a que cruce una ambulancia. Es decir, esperar una desgracia para avanzar. Algo parecido, guardando las proporciones, a lo que les ocurre a los enfermos que esperan por un trasplante de órganos. Que alguien muera para que alguien viva.
Atardece en el canal de Chacao y vamos en un transbordador que lleva una ambulancia y a un grupo de dirigentes de los pescadores de Ancud. Aquí va Julio Cárdenas (47), quizás el hombre que más notoriedad ha ganado en un movimiento que los pescadores de la región, e incluso La Moneda, tienden a ver como acéfalo. A diferencia del movimiento de Aysén de 2012, aquí no hay un Iván Fuentes que agrupe con relativo éxito las demandas de la población. De todas formas, es Cárdenas el hombre más visible del lado de los pescadores chilotes, quien ahora viene de una reunión con líderes de otras zonas, que incluyen a Calbuco y Maullín, en el continente. Y al llegar a Chacao, frente a una fogata que también es una barricada, se lee una declaración con las conclusiones frente a una veintena de pescadores que ahí hacen guardia. El balance, después de varios días en que se fueron agregando puntos a un petitorio -con reivindicaciones históricas incluidas-, es mucho más simple de lo que se puede esperar: se exige un delegado presidencial para que llegue antes de 48 horas a la zona y se pide que el bono de 300 mil pesos que el gobierno ya empezó a repartir a pescadores en forma limitada se extienda a todos los que están ligados al mar en la región. El dirigente estima que el bono sólo alcanza a un 11% de los cerca de 15 mil afectados directos por la crisis.
Un poco antes, en el frío del transbordador, Cárdenas reconocería un par de cosas. Que ha sido difícil alinear a pescadores con contextos tan distintos y que van desde las zonas en las que viven hasta los tipos de productos que extraen del mar. Eso y que el diálogo con el gobierno no ha sido fácil. "Con una Presidenta que se va a Suecia y que allá se refiere a lo que pasa en Chiloé en otro idioma", reflexiona.
Cárdenas cuenta otras cosas. Dice que es un campesino que creció en Caulín, en Chiloé, que aprendió a bucear a los 12 años y que ha trabajado en el mar toda su vida. También dice que no es un hombre político, que "vota por la persona" y que la última vez que votó en una presidencial fue en la de 2009, cuando lo hizo por Piñera. Luego, después de hablar con los pescadores en Chacao, se sube a una camioneta y parte camino a Ancud, a unos 30 kilómetros.
Seguir a Cárdenas es tener salvoconducto. Y eso no deja de ser en una ruta que tiene cinco cortes de barricadas con fogatas -probablemente más checkpoints que en la Franja de Gaza-, donde los hombres que se paran ahí se encargan de preguntar quién eres, ver si tienes los méritos suficientes para pasar. Ser residente es bueno, ser turista es malo. Es el penúltimo control, el del puente Pudeto, que cruza el río del mismo nombre para llegar a Ancud, el más importante. Aquí la quema de neumáticos y las fogatas son más grandes, auto carbonizado incluido. Aquí también están las mujeres de los pescadores haciendo milcao, una tortilla frita de la zona en base a papa y harina para la gente que pasa la noche en el puente. Más allá del fuego, del olor a neumático, todo está tranquilo.
En cada barricada los dirigentes optaron por la autorregulación. En cada una de ellas hay zona seca.
A simple vista, el centro de Ancud, la primera ciudad grande de Chiloé viniendo desde el continente y donde residen cerca de 40 mil habitantes, está tranquilo. Las banderas negras de los negocios y sus carteles de apoyo a los pescadores son los únicos indicadores de que hay una situación de excepción.
En la ciudad, eso sí, no saben cuánto tiempo más puedan seguir resistiendo el bloqueo.
En la frutería El Melipillano dicen que verduras ya no tienen. Sólo papas, que es el producto estrella de la zona. Lo que sobra son frutas, porque la gente las ha parado de comprar. "Las ventas han bajado en un 80%", dicen en el local.
Tatiana Vera (59), dueña de una tienda de ropa de mujer en el centro, tiene una baja similar en las ventas. Para el Día de la Madre, que es un día fuerte, no vendió casi nada. A pesar de esto, Vera dice apoyar la causa. "La gente del mar es la que mueve esto", comenta. A una par de cuadras, en el café El Embrujo, Mildred Sagner (53) dice que sus ventas no han bajado, que a su local llegan los dirigentes locales y empleados públicos, pero ve con preocupación una extensión del bloqueo. "El café lo traigo de Santiago y me queda para unos días. Palta y tomate no tengo para los sándwiches y se me están acabando los huevos para hacer tortas y kuchenes", cuenta.
En el mercado, los pescadores locales hacen ollas comunes para sobrevivir. También reciben aportes en dinero de quienes pasan por ahí. Los colegios han estado cerrados y la asistencia de salud ha tenido intermitencias. Bencina sólo hay para los vehículos de emergencia. Por eso, el tránsito dentro de Chiloé es casi nulo. Primero, porque existen cortes y barricadas entre ciudades. Y segundo, porque las distancias son demasiado grandes para una isla que no tiene bencina. Castro está a 85 kilómetros de Ancud. Quellón, a unos 250.
En el BancoEstado, a una cuadra de la plaza, ya hay gente cobrando sus bonos de 300 mil pesos. Cobrar el bono en público se ha transformado en un problema. Para algunos pescadores es mal visto pedirlo antes de que las demandas sean cumplidas por el gobierno. Jaime Araya (35), un buzo encargado del bloqueo de carreteras entre Chacao y Ancud, dice que él recibió el dinero, pero que no piensa en ir a sacarlo mientras el resto no reciba lo suyo. "El gobierno está jugando con nosotros", dice convencido, mientras come los porotos con riendas que unas mujeres en un jeep fueron a entregar a la barricada.
El diputado RN por la zona, Alejandro Santana, asegura que el dinero está mal repartido y que incluso ha sido recibido por trabajadores de salmoneras. También hay denuncias de personas que han recibido el bono teniendo contrato vigente. "El gobierno ha subestimado a los dirigentes y a Chiloé", dice Santana. "Ha sido inoperante en esta crisis y ha actuado a través de la provocación".
En la declaración del miércoles 11 de los pescadores se exigía un delegado presidencial en la zona en 48 horas. En La Moneda dicen que la Presidenta Bachelet designaría al delegado ayer por la mañana (sábado) apenas llegue a Santiago de su viaje a Suecia e Inglaterra.
De ser así, el delegado presidencial será elegido al menos medio día pasado el plazo impuesto por la mesa de los pescadores.
La comuna de Maullín, de 15 mil habitantes, está justo frente a Chiloé. El primer gran corte para llegar a la isla está en ese cruce, a unos 10 minutos de Pargua, donde se toma el transbordador. Aquí lo saben y entienden lo estratégico del paso, que es su posibilidad para ejercer presión. Y presión ejercen, porque hay rabia no sólo porque gran parte de la comuna quedó sin trabajo, sino que porque el foco de atención del conflicto está al frente, en Chiloé.
Es por eso que, por dos días seguidos, los pescadores de Maullín no dejaron pasar a Pargua, donde está el cruce hacia la isla. La única manera de trabajar era yendo hacia sus caletas acompañado de algún pescador. El tercer día, ni eso era posible. Un cambio en la guardia dejó a un grupo de jóvenes a cargo del cruce. Esta vez no se escucharon razones e incluso alguno tiró una amenaza de quemar la camioneta en la que andábamos.
La tensión es evidente en el cruce. Un buzo contaría después que la noche anterior había habido un altercado, porque los más chicos quisieron quemar un bus para atraer atención a la zona. Los más grandes evitaron que eso pasara.
Maullín es una comuna donde un 80% de los trabajadores tiene relación directa con la pesca. El aviso de marea roja los dejó de manos cruzadas, porque la actividad principal de la comuna son los mariscos: locos, machas, almejas, piures. Y eso es precisamente lo que mató la marea roja. Los pescados, aunque la gente no los está comprando, sí se pueden consumir.
Virtualmente, en cada familia de Maullín hay un buzo, un asistente de buzo o un dueño de embarcación. La situación es crítica, porque los mariscadores viven el día. Si hacen cinco mil pesos, viven con eso. Si hacen 20 mil, también. "Nosotros siempre le prestamos al que necesita", dice Julio Asenjo (57), concejal y pescador de Pasaje Amortajado, una caleta de 170 personas en Maullín. "Pero ahora nadie tiene. Nadie le puede prestar al otro", asegura.
En Quenuir, un pueblo de dos mil personas, donde 480 pertenecen a la Federación de Pescadores Artesanales, se empieza a evidenciar la disidencia de sus líderes con los dirigentes chilotes. "Nosotros necesitamos el bono para poder sobrevivir", dice Claudio Añasco (52), presidente de la federación. "Pero en la mesa empezaron a agregar peticiones y más peticiones. Por eso, todo se fue enredando. En estos momentos la plata es lo importante. Para que nuestros hijos puedan ir a estudiar a Puerto Montt, para poder pagar la luz y para poder comer. Aquí en Maullín casi no tenemos agricultura. Es sólo mar, y no lo podemos ocupar", agrega.
Añasco mira el agua y lanza una frase: "Parecemos gatos mirando la carnicería".
Frente a Chiloé está Carelmapu. Aquí dicen que desde estas costas sale la mayoría de los mariscos que se consumen en el país. Aquí fue donde se descubrió la marea roja: un camionero que consumió almejas y que sigue internado en Puerto Montt. Carelmapu es un pequeño puerto y sus cinco mil personas están paradas. Un grupo de pescadores toma vino blanco mirando el agua quieta. Uno asegura que trabaja en una salmonera. Y cuenta que lo que se tiró al mar es una pasta de salmón disuelta en fornicit, una suerte de ácido que desintegra los peces. "Por cada kilo se le echan 35 ml", dice el hombre, que prefiere guardar su identidad. "Por cada tonelada son 3,5 litros. Ese ácido, que a un humano lo hace jalea, se lanzó al mar".
El comunicado emitido por la industria salmonera esta semana dice que los salmones muertos fueron descargados a 130 kilómetros de las costas de Chiloé, mar adentro. Las versiones de los pescadores de Maullín y Chiloé apuntan a que fueron lanzados entre el faro Corona, la punta sureste de la isla, y el continente. Otros dicen que la descarga fue sólo a 20 kilómetros. Como sea, en los días en que todo empezó a morir, todos hablan de una gran mancha de grasa en el mar. Como si el agua tuviese una capa de nata.
Matías Asún, director de Greenpeace, comenta que hay poca transparencia sobre los lugares de las descargas. "Y no sólo eso: hemos pedido todos los correos entre la Subsecretaría de Pesca, Directemar y el Ministerio de Economía por Ley de Transparencia y todavía no recibimos nada. Aunque todavía no está toda la información, pudo ser posible que barcos salmoneros hayan hecho las descargas donde ellos dicen, pero también creemos que pudo haber descargas en otros lados más cercanos a la costa que no pasaron por ningún tipo de fiscalización", cuenta.
Asún añade que la marea roja no es responsabilidad de la industria salmonera, pero que ésta no hizo nada para enfrentarla. "No hubo plan de contingencia, como la creación de rellenos sanitarios. Lo agudo de esta crisis sí es su responsabilidad, así como existen responsabilidades políticas del subsecretario de Pesca y del ministro de Economía que aprueban las descargas casi de espaldas a la ciudadanía", remata.
Más allá de las responsabilidades, en Maullín preocupa sobrevivir. El diputado DC por la zona, Patricio Vallespín, dice que se tiene que encontrar la manera de que los bonos que empezó a repartir el gobierno lleguen a todos los afectados. "Los asistentes de buzo no están registrados y no cumplen los requisitos que el gobierno puso. Eso debiese resolverse". Marisol Turres, diputada UDI por el mismo distrito, señala que la cadena es aún más grande. "Estamos hablando de recolectores de orilla, desconchadoras, cargadores de caleta y transportistas pequeños", explica.
Es por esa desesperación que la barricada en Maullín, la puerta de entrada a Chiloé, se radicalizó. La única mujer en un grupo de unos 20 jóvenes, en un principio cerrada que podamos cruzar, se quiebra. "Estamos mal, traten de entendernos", dice mientras la voz se le desintegra.
A pocos metros de la barricada, detrás de los neumáticos quemados, hay un cartel. Es del MOP y dice en letras grandes: "Chile crece".
Jueves 12 de mayo, 20.30 horas. Chacao. Día 10. En una carpa hecha con nylon y palos, donde los manifestantes preparan comida para los que hoy hacen turno, hay una discusión. Son las primeras voces disidentes de mujeres que piden que el paro se detenga.
Nancy Barsena (55) es una de ellas. Barsena vive en Huelden, una caleta a 18 kilómetros de Chacao, y tiene tres hijos. Hace dos meses perdió el empleo que tenía en una salmonera. Con la marea roja, además, perdió la posibilidad de salir a recoger mariscos para su consumo familiar y vender. "Pero este paro está haciendo que nos estemos empobreciendo", dice. "Mi hijo, que estudia en Puerto Montt, se demoró una semana en poder venir. Y cuando tenga que volver se va a demorar un día entero si tiene que hacer dedo pasando por todos los cortes. El azúcar y el aceite se están acabando y no sé si a alguien afuera de Chiloé le importa mucho", se lamenta.
A Barsena se une Milton Díaz, el vicario de Chacao, quien está a punto de encabezar una velatón. Díaz asegura que el conflicto va más allá del dinero, que la gente de Chiloé se siente humillada por las señales que ha entregado el gobierno. "Decir que el gobierno no es de 'billetera fácil', cuando una gran cantidad de chilenos quedó sin trabajo, es reírse, es no tener tacto", reclama.
Desde el otro lado, desde el continente, han cruzado cuatro transbordadores con ambulancias y algo de gente. De este lado, del lado de Chiloé, no ha habido suerte. Ninguna ambulancia ha hecho posible el cruce a los que esperan en el lado chilote del Chacao. La gente que llegó al cruce lleva horas intentando cruzar, esperando macabramente que alguna ambulancia traslade a algún enfermo a Puerto Montt. Un grupo de mujeres, que lleva a una anciana con problemas de salud, solloza en la oscuridad de pura impotencia.
Y los transbordadores, con sus luces, se ven a la distancia, fondeados en el canal, inmóviles. Como riéndose, en medio del frío y la oscuridad, de los que necesitan llegar al continente.
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