La cadencia de Oriente
<P><span style="text-transform:uppercase">[Danza Arabe] </span>Danahe Zablah reúne a diario a mujeres que buscan descubrirse y aprender a dominar este baile. </P>
En una sala rodeada de espejos, ocho mujeres se reúnen. Todas se atan pañuelos a la cintura, de distintos colores, algunos incluyen monedas y otros mos- tacillas. Frente a ellas se instala Danahe Zablah, quien les da la bienvenida e inicia la clase.
La primera pieza de música es intensa y algunas de las alumnas incluso cantan los temas de Oriente, mientras incorporan cuatro nuevos pasos. Danahe corrige a sus pupilas hasta que logran los movimientos. Tras una hora, las mujeres concluyen agotadas, pero se retiran sonrientes y aplauden.
Danahe, quien es chilena de ascendencia palestina, inició su pasión por el baile cuando tenía 20 años. En ese tiempo aún el mundo árabe era incipiente en Chile, no había vestuario ni se difundían las piezas musicales del Medio Oriente. Comenzó a impartir clases mientras estudiaba Sicología y con ello incluso financió parte de su carrera. También, gracias a esos ahorros, pudo cumplir su sueño de viajar a Egipto, la cuna de la danza oriental. "Ir a Egipto es como el posgrado para una bailarina. Ya había estudiado 15 años y había que especializarse. Allá no existen las escuelas de danza árabe como acá, se hacen clases particulares que no bajan de los 60 dólares las más baratas", cuenta.
En ese viaje también conoció a Sabri, un músico egipcio que se convirtió en su esposo, y quien la apoyó para que el 2006 Danahe abriera su propia escuela: Dana Amar. Por sus salas han pasado más de dos mil alumnas, desde niñas de cinco años a mujeres de la tercera edad. Algunas han llegado a ser parte de los tres cuerpos de baile profesionales que dispone la academia: Layalina, ballet profesional; Malaika, integrado por jóvenes, y Amal Hayati, para mujeres mayores.
Entre los beneficios de esta disciplina, Danahe destaca que por los movimientos de esta danza, "por el tipo de ejercicio, los músculos se elongan, la silueta se estiliza. Además, disminuyen los dolores asociados a la menstruación, mejora la digestión y prepara la musculatura para el parto".
Pero lo que más emociona a esta profesora son los logros personales. "Las alumnas se van descubriendo, aprenden a mirar su cuerpo de otra manera, mejoran sus posturas, lo que termina siendo un beneficio en cómo se ven a sí mismas, disfrutando el ser mujer", explica.
María Ignacia Soruco tiene 20 años y ya suma cinco practicando danza árabe. "Ingresé con mi mamá y mi hermana y recomiendo esta actividad, porque es una danza muy linda", dice. Para María José Cabrera, odontóloga de 33 años, su experiencia con la danza ha sido un desafío y advierte que "para que alguien sea profesional, es lo mismo que requiere una bailarina de flamenco o hasta una bailarina clásica. Es una danza que merece el mismo respeto".
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