La casona que busca ser el "imán" del barrio Yungay

<P>Le llaman "el mall alternativo", porque ahí se venden diseños únicos de ropa y accesorios. Sin embargo, los dueños de la conocida casona La Gárgola no quieren quedarse sólo en eso. Ahora buscan que su negocio sirva como polo para atraer nuevos emprendimientos a ese sector del centro de Santiago. Poco a poco lo están consiguiendo.</P>




Para recorrer La Gárgola, un salón de exposición de muebles y ropa que entra en el concepto de showroom, tiene que tocar la puerta o gritar "aló". Salvo por la curiosidad que despierta su fachada naranja y con dibujos infantiles, no hay carteles colgados en el exterior que adviertan que en esa casona del barrio Yungay se fragua uno de los negocios más singulares de la capital. No sólo por lo original del mobiliario, sino porque desde ahí está emergiendo una fuerza que pretende contagiar a los locales vecinos para levantar un barrio que gozó del máximo esplendor a principios del siglo pasado y que luego cayó en desgracia.

La historia de La Gárgola es conocida: Roberto "Tito" Baltra (43) y Claudia Sabat (40) llegaron a vivir a esta casa de cuatro pisos porque el barrio los cautivaba hacía tiempo. "Tito" era amante de la forja y la decoración desde niño y en 1998 quiso mudarse desde Las Condes al sector donde había vivido su tatarabuelo: el científico polaco Ignacio Domeyko. Y Claudia, su pareja, se aburrió de ver tanto edificio en la comuna de su primo, el alcalde de Ñuñoa, Pedro Sabat. Ellos estuvieron entre los primeros que llegaron al sector directamente "importados" desde el barrio alto. Cuando se encontraron con esta casona -acondicionada como loft- ocuparon la primera planta para vender algunos muebles que se había traído "Tito" de sus viajes por China e Indonesia. Pero les fue tan bien, que terminaron por comprarse el inmueble completo y montaron un showroom en 2000. Ya es sabido que les llaman "el mall alternativo", porque el lugar es grande, tiene muchos productos y porque vienen artistas como Paz Bascuñán, Julio Milostich o Malucha Pinto, cuenta su pareja, Claudia.

Pero lo que ahora le quita el sueño a la pareja, es reconvertir el barrio de una vez por todas. "Es verdad que gracias a el boca a boca hemos logrado que la gente que antes no bajaba de Plaza Italia, venga a conocer la casa y, de paso, se haya enamorado de un lugar que concentra, en pocas cuadras, uno de los ejes culturales más grandes de Santiago", dice Sabat. Y es verdad que si comparan la época en que estaban recién llegados con los tiempos de ahora, la zona goza de mejor salud gracias a iniciativas como el Boulevard Lavaud (Peluquería Francesa), la Cervecería Nacional y la serie de espacios culturales que se han instalado a sus pies, como el Museo de la Memoria, el Museo de Arte Contemporáneo, la Biblioteca de Santiago y Matucana 100. Pero eso no es suficiente todavía para la pareja. Lo que ellos quieren es que éste se convierta realmente en el polo cultural más importante de la ciudad.

Para inyectarle nueva vida al barrio, cada dos meses, La Gárgola viene convocando a jóvenes diseñadores desde 2006 -en un evento que se llama Decomoda- y de los cinco que eran en ese tiempo, este año ya suman 25. El 4 y 5 de agosto se viene el próximo encuentro. "Aunque causa sensación entre los vecinos, también atrae personas de otras comunas de la capital", asegura Claudia.

Es el caso de Bárbara Castro (36), que aunque reside y tiene su propio showroom en la calle Antonio Varas de Providencia, es uno de los talentos que expone en La Gárgola. La ex diseñadora de la marca Ellus es carta segura en las ferias de diseño que se realizan en CasaPiedra y Ropero Paula, pero desde que conoció a Tito y a Claudia, "baja" a vender sus accesorios a su casona. "Yo estaba acostumbrada a exhibiciones súper elitistas, pero la energía y la onda de ese lugar me atraparon. El ambiente es muy distinto al Bazar ED, donde el metro cuadrado de tu vecina es infranqueable. En La Gárgola se hace un almuerzo colectivo y todos se ayudan", afirma Castro.

De alguna manera están atrayendo gente de otros barrios. Como es el caso de Martín Gana (39). El ingeniero comercial que vive en Lo Barnechea conoció el sector recién en septiembre pasado, mientras buscaba una casa para abrir un restaurante. Desorientado, golpeó la puerta de Tito y no le quedó duda de que tenía que instalar su negocio allí. "El me enseñó un barrio del que nunca nadie me había hablado y quedé maravillado. Debe ser uno de los pocos sectores antiguos de Santiago donde conviven el zapatero con el tipo que arrienda piezas y el almacén de la esquina. Es como la vecindad de El Chavo, pero con casas hermosas, con ladrillo a la vista y techos largos", dice el dueño de un nuevo local que bautizó como 363 y que está en marcha blanca, al lado de La Gárgola.

El interés de Baltra y Sabat es seguir trayendo miniempresarios que inviertan en este sector y generen un polo de atracción. Por eso los eventos de Decomoda y por eso, ahora último, las reuniones que hacen todos los lunes en la tarde con los locatarios del sector. Se reúnen en el showroom para sentar las bases de algo nuevo: la Corporación Cultural del Barrio Yungay, cuyo fin es realzar el valor patrimonial del sector. La iniciativa nació en 2009, en el marco de un curso de emprendimiento y negocios que realizó la corporación Santiago Innova, "Mi empresa, nuestro barrio", pero este año está buscando el respaldo jurídico. Ya tiene entusiasmado a un grupo de 25 locatarios, entre los que figuran el Boulevard Lavaud, la Cervecería Nacional, el restaurante vegetariano Verde Que Te quiero Verde y el restobar Chancho 6. "Estamos elaborando una ruta gastronómica y cultural para que los santiaguinos, en lugar de ir al mall, puedan pasar todo el día aquí", cuenta Sabat.

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