La Celebración: crímenes y pecados de familia
<P>La versión teatral del filme danés, ganador del Premio del Jurado en Cannes 1998, debuta hoy en el GAM con dirección de Mauricio Pesutic.</P>
"Brindo por el que mató a mi hermana. Mi padre... un asesino". La confesión del hijo mayor irrumpe con la fuerza de un balazo. Es el cumpleaños número 60 del patriarca de la casa. Y la mesa, repleta de comida e invitados que cantan y ríen a carcajadas, de pronto enmudece.
La escena forma parte de La celebración, el crudo filme del danés Thomas Vinterberg que fue uno de los puntales del movimiento Dogma. Ganador del Premio del Jurado en el Festival de Cannes 98, fue trasladado al teatro en Londres en 2004, con dramaturgia del inglés David Eldridge. La pieza llega hoy al GAM en una versión de Mauricio Pesutic y Alejandro Sieveking, con la carga de secretos y pecados que la cruzan: maltrato, incesto, racismo y pedofilia.
"La obra quedó más fuerte que la película", advierte Sieveking sobre la sórdida historia que envuelve a un clan de clase alta. Sus miembros acaban de enterrar a una hija que se suicidó en el baño de la casa. Pero esa tragedia es sólo la punta del iceberg.
"Es una familia en la que todos están dañados. Si el hermano mayor, Christian, rompe el silencio, es porque de otra manera iría a parar al manicomio", agrega Sieveking sobre el personaje que interpreta Benjamín Vicuña, quien compró los derechos de la obra.
Come y calla
La versión chilena cuenta con un destacado y numeroso elenco: Maricarmen Arrigorriaga, Gonzalo Canelo, Claudia Celedón, Elvis Fuentes, Andrea García-Huidobro, Marcelo Maldonado, Catalina Montenegro, Manuela Oyarzún, Aldo Parodi, Francisco Pérez-Bannen y Tomás Vidiella, quien hace del padre.
El humor negro corre por cuenta del autor de La remolienda, quien en los zapatos de un viejo amigo de la familia es el que genera algunos respiros en la tragedia. "Pesutic lo fusionó con el rol del abuelo esclerótico, así que quedó un personaje bipolar, que va de la excitación a la depresión. Es un tipo raro, que cuenta chistes desafortunados para evadirse de la terrible situación que se está revelando", explica.
La obra transcurre, al igual que en la película, en una aislada casona de campo danesa. Pero esto no impide al espectador ver una radiografía social de Chile. Casos como el de Karadima, según Pérez-Bannen, hacen que la obra adquiera contingencia. "Los abusos han ocurrido siempre, pero aprovechando el espíritu de denuncia que hemos vivido últimamente, quisiéramos que este tema tuviera más presencia en las sobremesas. La crisis de la familia es universal", asegura el actor.
"Hablamos de fútbol, de farándula o de arte, pero no solemos generar espacios para expresar lo que estamos sintiendo. Eso que guardamos en el subterráneo porque lo consideramos afilado, va generando un manto de impunidad que puede transformarse en una bomba de tiempo", comenta.
Es lo que le sucede a su personaje. Michael, el menor de los hijos, se ha criado prácticamente fuera de la casa, lo que lo ha llevado a relacionarse de forma bruta y violenta. Ansioso por conseguir el cariño de su familia, se presenta junto a su señora y su hija en el cumpleaños de su padre. Los secretos que revelará Christian harán trizas esos referentes que la distancia ha idealizado.
La celebración es, según Sieveking, prácticamente una novela policial. "Así como en Edipo rey, ignoramos quién es el culpable, por qué lo hizo y cómo castigarlo", comenta. En medio de una escenografía minimalista, donde el blanco del comedor contrasta con el negro de las paredes, se van revelando los oscuros secretos de la familia. La última cena bordea la hora y media.
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