La curiosa expedición chilena a Londres 48

<P>Fueron 54 los deportistas que cruzaron el Atlántico en una odisea de tres días para estar en los primeros Juegos de la posguerra. Varios pasaron hambre por el racionamiento y todos quedaron impactados con el esfuerzo de un país destruido. Las leyendas del deporte se mezclan con la realeza en el recuerdo de un mes inolvidable. </P>




A atmósfera del país era tensa cuando el Presidente Gabriel González Videla recibió a la delegación olímpica, el 14 de julio de 1948. Se discutía la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, la cual dejaba en la ilegalidad al Partido Comunista, una colectividad que había apoyado la candidatura del radical. La medida era un reflejo del inicio de la Guerra Fría, apenas tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

La atleta Beatriz Kretschmer era parte de los 54 deportistas y ocho dirigentes de aquella delegación que fue recibida ese día en La Moneda. No recuerda con cariño ni a González Videla ni su "Ley Maldita", pero atesora la memoria de las semanas posteriores. "Recién ahora me doy cuenta de lo importante que fue haber estado ahí", reconoce hoy la atleta, quien, junto a sus compañeras de la posta 4x100, fue testigo de los primeros Juegos Olímpicos desde Berlín 1936, los que se llevarían a cabo en Londres.

Ese mismo día comenzó el largo viaje de la avanzada chilena, que debió haber partido dos días antes, pero no pudo, debido a la nevada más intensa que se había vivido en los últimos 30 años. Cada uno de los integrantes de la delegación llevaba 20 kilos de mercadería para apoyar a los organizadores, limitados por el racionamiento de la posguerra. La odisea desde Cerrillos hasta Londres duraba tres días en avión a hélice. Se realizaban escalas en Lima, Ciudad de Panamá, La Habana, Nueva York y la isla de Terranova, donde las atletas chilenas bromearon con las faldas de los inmigrantes escoceses. En una de esas paradas, en Cuba, Hernán Figueroa se vistió de corto y salió a correr por el aeropuerto.

"Yo viajé con unos marinos que iban a buscar un buque. Me dijeron que aprovechara el tiempo, así que salí a entrenar a las 12 de la noche", cuenta el decatleta, quien llegó apenas un día antes de competir. Aunque estaba inscrito, consiguió financiar su viaje a última hora, por lo que nadie lo esperaba en la terminal aérea. Un sujeto que hablaba español lo terminó llevando a la instalación de la Fuerza Aérea Real en Richmond Park. Resultó ser un chileno que después le confió llevar una carta para su hermana. Cuando Figueroa llegó al hangar que servía de hospedaje, el presidente del atletismo, Ernesto Goycoolea, lo recibió con sorpresa: "¿Qué haces tú aquí?". Terminó 20º en sus primeros Juegos Olímpicos. Cuatro años después, fue 17º en Helsinki. Hoy, con 83 años, aún lo recuerda.

Con un aporte de 20 litros de leche, el efectivo militar Nilo Floody, del equipo de pentatlón moderno, fue de los primeros en llegar a la capital inglesa. "La ciudad estaba destruida, pero se veía una recuperación admirable. La conducta de los ingleses era ejemplar. Como no había azúcar, nadie le echaba más de una cucharada al té", recuerda.

Kretschmer llegó un par de días después. Su descripción es más potente. "Era como ir a Afganistán, pero los gringos, siempre flemáticos, no se veían tan afectados. Se les veía tranquilos con sus cupones de comida", advierte. Por su parte, su compañera Annegret Weller recuerda que los organizadores tapaban los escombros con publicidad.

Ambas velocistas alojaban en Southland College, cerca de Wimbledon, pues las mujeres estaban separadas de los hombres. Aunque intentaron mantener un perfil bajo, tuvieron que dar explicaciones, pues habían comentado a una periodista de United Press que la comida era mala. El Mercurio recogió la noticia y publicó que las atletas nacionales pasaban hambre. "Nos retaron, no teníamos idea que era periodista. Pero sí pasamos hambre, la comida era poca y mala. Me acuerdo de esas lechugas desabridas y me da asco", explica, mientras que Kretschmer añade que "nos daban lo mínimo".

Los desajustes alimenticios afectaron el rendimiento de la posta. Adriana Millard comió unas moras silvestres que la enfermaron del estómago y la tuvieron entrenando a media máquina. "No anduvo a su máximo y ella era la puntal", indica "Betty" Kretschmer. Para fortuna de la cuarteta, completada por Marion Huber, no fueron últimas en su serie, dado que las italianas (sus compañeras de piso en Southland) dejaron caer el bastón. Esa prueba le significó una de sus cuatro medallas de oro a la "holandesa voladora", Fanny Blankers Coen, figura de esos juegos junto al checo Emil Zatopek.

"Ella tenía una ventaja injusta, porque tenía las piernas muy largas", protesta Weller, quien todavía se lamenta por las dos salidas falsas que la eliminaron de los 200 metros. "Eran unos obstáculos de partida que nunca había visto. No me supe atornillar bien. Quedé inconsolable, pero tuve a mis amigas", añade.

El joven inglés que portaba el letrero que decía "Chile" no aguantó el intenso calor del 29 de julio. Según consignan periódicos de la época, el chico se desmayó al terminar la ceremonia de apertura de los Juegos. Ese día no se vieron los nombres ni de Alemania ni de Japón, ambos castigados tras la guerra, mientras que la URSS declinó asistir, por los crecientes roces con Occidente.

A diferencia de lo que dicen algunas crónicas, la bandera chilena fue llevada por el atleta Mario Recordón y no por el tirador Roberto Müller. El paseo del pabellón nacional por Wembley fue visto por 85 mil personas en el estadio y por millones más a través de la transmisión televisiva de la BBC, que se limitó al área de Londres. Eran los primeros Juegos Olímpicos transmitidos por televisión. Figueroa no lo olvida: "Fue emocionante ver competir a mi amigo Mario Recordón. Las películas se veían en salas grandes, como de cine". Dado que en Chile aún no nacía la TV, la información llegó por cadenas de radio que tomaron la señal BBC, como Cooperativa de Santiago, Norte de Antofagasta, Cristóbal Colón de Viña del Mar o Polar de Punta Arenas.

La tarde de la inauguración, los chilenos estuvieron frente a frente con el Rey Jorge VI, quien, según la tradición, "declaró abiertos los Juegos". No fue lo más cerca que los chilenos estuvieron de la realeza. Tras la inauguración hubo una recepción en el Palacio de Buckingham, donde tuvieron la oportunidad de saludar incluso a la futura reina (Isabel II), entonces embarazada del príncipe Carlos. "Yo tenía la ilusión de bailar con su marido, el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo. No ocurrió, pero hablamos en alemán y me dijo que quizás en Helsinki me iría mejor", relata Weller, quien luego se casó y no volvió a las competencias.

Al final de los Juegos, el 14 de agosto, la actuación criolla no dejó mucho para destacar, más allá del sexto lugar del equipo de básquetbol, cuyo único sobreviviente es Hernán Raffo. Asimismo, ninguno de los chilenos que estuvieron allí guardan objetos comprados en ese viaje.

Lo que sí permanece en sus memorias son postales como la de Picadilly Circus, Westminster y el Underground (metro), que ya existía en 1948. Todas ellas cobrarán vida el 27 de julio, cuando la bandera tricolor vuelva a ondear en Londres, 64 años después.

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