La decisión más modernizadora de Benedicto XVI

<P>La noticia de la renuncia puede que produzca el cónclave más interesante que se haya realizado en más de 200 años.</P>




El domingo en la noche hice una anticipada actualización de la respuesta de los obispos estadounidenses sobre la modificación reglamentaria al "mandato contraceptivo" del Departamento de Salud y Servicios Humanos. En mi investigación sobre el cardenal Ercole Consalvi, el gran secretario de Estado en la historia de la Santa Sede, recordé sobre las circunstancias de la elección del Papa Pío VII. Su predecesor, Pío VI, murió en agosto de 1799 como prisionero de Napoleón. La ciudad de Roma había sido proclamada una república, obligando a efectuar el cónclave en Venecia, bajo la protección del emperador austríaco. El cónclave comenzó su deliberación el 30 de noviembre y, considerando las altas expectativas políticas y eclesiásticas, los cardenales se estancaron. No fue hasta el 14 de marzo que Barnaba Chiaramonti fue elegido como nuevo Pontífice.

La noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI puede que produzca el cónclave más interesante que se haya realizado desde 1799-1780. No habrá presiones políticas de las coronas de Europa como en ese entonces, ya que después del cónclave de 1903 que eligió al Papa Pío X, el derecho de ciertos monarcas a vetar un candidato se canceló. Pero la situación eclesiástica, seguramente, será tan disputada como muchos cónclaves anteriores y, teniendo en cuenta la naturaleza sin precedentes de que el Papa Benedicto haya decidido renunciar, esas tensiones incluirán una nueva dinámica.

¿Cuáles son las claves de esta nueva dinámica, tanto a corto como largo plazo? La más obvia es que la decisión de renunciar puede ser la decisión más modernizadora que el Papa Benedicto haya tomado. (Pregunta rápida: ¿Quién es la persona más molesta con la decisión? La reina Isabel II. ¡Apuesto a que ella recibió una llamada del príncipe Carlos en la mañana preguntándole si estaba viendo la tele!) El Papa removió en un momento parte del aura del papado, la idea de que era una vocación más que un ministerio, algo que no podía ser abandonado sin enfrentar el Espíritu Santo. El Papa indicó que el ministerio petrino es un ministerio, uno muy específico, por cierto, pero es más un trabajo que un voto solemne.

Lo segundo de esta dinámica es que el Papa Benedicto necesita tomar cada paso muy cuidadosamente en los próximos días y semanas. Cada paso será un precedente. Y los cardenales están muy celosos de su prerrogativa al seleccionar a un nuevo Papa. El anuncio no detalló lo que el Santo Padre hará entre ahora y la selección de su sucesor, pero él está bien asesorado para ir inmediatamente al Castelgandolfo o algún otro lugar lejos del Vaticano y dejar que los cardenales asuman su rol tradicional. Cualquier indicio de una intromisión papal en la selección de un sucesor será vista con profunda suspicacia. Uno podría hacer la analogía de la situación que ocurre cuando se considera la forma en que los presidentes, sin importar su partido, están dispuestos a proteger el privilegio ejecutivo en sus conversaciones con el Congreso.

La consideración más importante en cada cónclave es si seleccionar a un cardenal cuya candidatura sugiere una continuidad o a uno que podría llevar a la Iglesia en una dirección nueva y diferente. Los italianos tienen un dicho para esto: después de un Papa gordo, un Papa flaco. En 1800, Pío VII fue elegido bajo las circunstancias más difíciles y mostró ser un moderado, un diplomático, alguien que siempre mantuvo sus ojos sobre el bien de la Iglesia y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, excepto violar su conciencia para promover el bien de la Iglesia. Su sucesor, el cardenal Gabriel della Genga, que tomó el nombre León XII, fue el candidato de los zelanti (miembros conservadores del clero), aquellos que querían menos adaptación a las nuevas realidades y un regreso a la alianza del trono con el altar. Después del largo mandato de Pío IX, los cardenales se volcaron hacia el cardenal Giuseppe Pecci en 1878, que adoptó el nombre de León XIII, y fue visto como un líder del ala diplomática de la Iglesia. León fue sucedido por el cardenal Giuseppe Sarto, Pío X, que demostró ser un conservador. Sin embargo, una vez que mostró su oposición a todos los intentos de modernización, los nuevos cardenales se volcaron al cardenal Della Chiesa, quien no se llevaba bien con Pío X, provocando mi momento favorito en la historia papal. El secretario de Estado de Pío X, el cardenal Merry del Val, había exiliado a Della Chiesa a Boloña, que recibió su solideo (sombrero cardenalicio) sólo tres meses antes de su elección. Cuando el cardenal Merry del Val se acercó al nuevo Papa para hacer sus votos de obediencia, Benedicto XV se acercó a él y le dijo: "La piedra que los constructores rechazaron se convirtió en la piedra angular". El cardenal Merry del Val respondió: "Es maravilloso en nuestros ojos".

Usualmente, el rito funerario para un Papa que ha fallecido permite a los cardenales un momento en el que pueden evaluar el mandato previo y lo que la Iglesia necesita. Públicamente, esta evaluación es dominada por una justa cantidad de hagiografía, pero, privadamente, los cardenales consideran las limitaciones del Pontífice fallecido. No está claro cómo será la evaluación si el Santo Padre aún está rondando. Esta es la razón por la que él debe estar ausente de todos los procedimientos y permitir a los cardenales que hablen libremente y cándidamente sobre lo que necesita la Iglesia. Todos sabemos que, por algún tiempo, los altos rangos del Vaticano se han visto angustiados por la falta de efectividad en el manejo bajo Benedicto. Es una apuesta segura que el cardenal Tarcisio Bertone, el secretario de Estado, no recibirá muchos votos. Es muy pronto escribir una apreciación de Benedicto XVI; es mejor decir: este hombre fascinante que podría haber sido la figura pública más considerada y cultivada del último tiempo.

También es muy pronto para considerar los candidatos que son líderes entre los cardenales. Como siempre, el arzobispo de Milán es un candidato de facto, Angelo Scola es el nombre que más se menciona entre los cardenales. Pero Scola enfrentará una oposición también. Y como en el cónclave de 1922, los cardenales están profundamente divididos y se volcarían hacia un candidato que es poco conocido y, por lo tanto, sin enemigos: el cardenal Ambrogio Damiano Achille Ratti pasó de ser la cabeza de la Biblioteca Ambrosiana a cardenal arzobispo de Milán y, de ahí, a Papa en menos de un año.

Periodista de la revista National Catholic Reporter. Este artículo fue publicado en la revista National Catholic Reporter (http://ncronline.org).

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