La democracia desde el prisma de la filosofía política

<P>Michelangelo Bovero, discípulo de Norberto Bobbio, habló de las condiciones de la democracia en la UDP.</P>




Sucesor de la cátedra de filosofía política que tuvo en la Universidad de Turín el jurista y cientista político italiano Norberto Bobbio, el profesor Michelangelo Bovero, invitado por la cátedra Globalización y Democracia que dirige Ernesto Ottone en la Universidad Diego Portales, se vale de algunas metáforas para hablar de la democracia. Dice que muchos virus y parásitos la han invadido. Dice que por efecto de una mutación genética más o menos perversa la democracia se está convirtiendo en muchas latitudes en una autocracia electiva, donde se mantienen las apariencias democráticas pero no la genuina variedad de opciones para elegir entre ellas con entera libertad. Y dice también que este régimen político se parece mucho a una obra de arte que está siendo vandalizada, ante lo cual no queda más alternativa que restaurarla en su sentido original.

Bovero habló en Santiago de las condiciones formales y sustanciales que deben existir para tener democracia. El cumplimiento de unas y otras es básico para que un régimen político pueda proclamarse democrático. Si las condiciones formales -despojando la palabra formal de todo sesgo negativo- son las que permiten la génesis de ese régimen político, las condiciones sustanciales son las que a su juicio garantizan que la democracia pueda permanecer, estabilizarse y crecer. Para Bovero, entre las condiciones formales está el respeto a las cuatro libertades básicas (personal, de opinión, de reunión y de asociación). Y entre las condiciones sustanciales él coloca la educación pública (sin la cual la libertad de opinión le parece un tanto engañosa), el derecho a la subsistencia (porque mientras haya personas que venden sus derechos políticos al mejor postor no hay democracia) y la división de poderes. Y no está hablando como un ciudadano italiano al que se le revuelve el estómago al pensar en Berlusconi cuando agrega: "Hay otra condición más, que antes ni siquiera figuraba pero que se ha vuelto muy crítica en esta época: la concentración del poder político, económico y mediático está absolutamente reñida con el concepto de democracia".

Autor de numerosos ensayos y de libros que escribió en colaboración con Bobbio, Bovero rechaza ubicarse en el espectro de la socialdemocracia y, más a la izquierda, se siente más cómodo con otras dos etiquetas: le gusta definirse como liberal y socialista, pero tampoco rechaza ser un demócrata radical.

No se necesita conversar largo rato con él para advertir su desconfianza y aversión a las democracias presidencialistas. Las considera fronterizas con la autocracia. Bovero va más lejos y es de los que piensan que cuando el pueblo tiene que elegir a un solo líder, a una sola autoridad unipersonal, la representatividad democrática normalmente pasa a pérdida. La genuina representatividad, a su juicio, sólo cabe en cuerpos colegiados.

No siendo un estudioso especialmente optimista del escenario político europeo en estos momentos, Bovero está muy lejos de considerarse un pesimista profesional. "Me considero apenas un realista". Y recuerda a su maestro, Bobbio, cuando agrega: "Yo no digo que todos los optimistas sean fatuos, pero todos los fatuos son optimistas".

Siendo la primera vez que visita Chile, a Bovero le sedujo tanto el carácter como el momento que está viviendo el país. Sintonía con las sociedades latinoamericanas tiene de sobra, porque asuntos académicos lo han llevado en numerosas oportunidades tanto a México como a Argentina. Eso explica su manejo del español, idioma que en realidad nunca estudió pero que fue asimilando gradualmente, hasta que un día, en Monterrey, en el curso de una discusión académica un tanto exaltada, lo comenzó a hablar fluida y apasionadamente, por cierto sin darse cuenta. "Parece que hablo español, pero no quiero engañarme: es un fenómeno -dice él- absolutamente paranormal".

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