La desconocida comunidad ecológica de Reñaca
<P>En medio del sector Los Pinos, del balneario viñamarino, 40 familias residen en <I>Blowi ng in the wind</I>, un grupo formado hace 26 años. </P>
En medio de un frondoso bosque del sector alto de Reñaca, llamado Los Pinos, hay un pequeño villorio. Casi perdida en otra época, la comunidad ecológica Blowing in the wind -como la canción de Bob Dylan- está a menos de 10 minutos del convulsionado verano viñamarino.
Cuarenta familias comparten allí sus vidas. Músicos, constructores, arquitectos, buzos, publicistas, médicos y maestros de yoga viven entre árboles frutales, coloridos jardines, mascotas, y campanas de viento que tintinean en los frontis de las casas de barro y madera, ninguna igual a la otra. Abunda el verde, escasean los cercos y los autos, y hasta un microbús fue convertido en hogar por una estudiante de Ecoturismo.
"Aquí tenemos lo necesario para vivir. Tenemos libertad en la misma ciudad donde todo pasa tan rápido", dice el músico Diego Buitrago (27). Hace dos años llegó a Blowing para vivir con la chef Natalia Ohaco Pey (24). Hoy esperan su primer hijo y mantienen la concesión de un restorán en Cochoa. "Nos gusta vivir así. Tenemos tiempo para vivir", dicen. La pareja comparte la casa materna de la doctora Diana Pey, quien va y viene entre su consulta, sus hijos de 15 y 13 años y la vida en comunidad, donde algunos trabajan ahí mismo y otros en Viña o Reñaca.
Dentro del grupo la mayoría tiene un sentido común: todo se transforma, mucho se comparte o intercambia en trueques y gran parte de las familias mantiene sus propias huertas y herbarios. Además, cuentan con sistemas de reciclaje y reutilización de incluso, sus desechos orgánicos, que sirven para fertilizar y regar los jardines. "Es como un barrio a la antigua. Hay harto encuentro. Se comparte el mate, el desayuno, si te falta algo, vas y lo pides al vecino", dice Alejandra Méndez (33), licenciada en Arte y pintora, que llegó hace cuatro años a Blowing. Junto al publicista Anselmo Magaña (42) formó aquí su hogar. Hace 15 años que "Coloro", como es conocido, dejó Reñaca y la publicidad para aprender a producir tofu, alimentos de soya, huertas y casas de barro, técnicas que ahora enseña en talleres. Todas labores que son ahora el sustento familiar.
Flotando en el viento
Hace 26 años que la primera casa tomó forma en Blowing. Fue Illani Atwater -de la comunidad de Peñalolén- quien la construyó en medio de tres parcelas de 5.000 metros cuadrados, parte del fundo de Gastón Hamel, uno de los impulsores de la urbanización de Reñaca.
"Eso fue el 85. Yo tenía 13 años y con mis hermanos veníamos por $ 100 diarios a trabajar," recuerda el buzo Juan Muñoz (39), mientras camina con su hijo Lautaro (2), el menor de los 15 niños y adolescentes que viven en la comunidad.
Con sus ocho hermanos fueron los primeros en llegar. "Vendieron la casa que mis papás cuidaban en El Encanto, frente al Quinto Sector y nos vinimos. No había nada, ni agua ni luz. Venía un camión con agua y nos bañábamos en una vertiente. La casa no tenía vidrios, sólo madera", dice.
Lejos de los días en que no había ni luz ni agua, Blowing ha sumado amigos y habitantes. Hoy todos cuentan con electricidad que les permite sacar agua de pozos. No hay alcantarillado, pero las fosas sirven de depósito, aunque algunos como Germán Muñoz (40), hermano de Juan, han implementado baños en seco. El está especializado en la construcción con barro y ladrillos ecológicos: botellas plásticas rellenas con diversos desechos. También construye paneles de aislación con tetrapack.
Aquí vive con su mujer Marcela Caamaño (40), diseñadora gráfica y maestra de yoga en Reñaca, que dice que quienes los visitan se sorprenden del "oasis" que existe a sólo 10 minutos de Reñaca.
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