La espada de Paris y sus historias
Juan Inostroza murió de cáncer a fines de los 80, cuando Paris tenía 16 años. No alcanzó a ver a su hijo convertirse en el máximo exponente de la esgrima nacional. Justamente por esa época, el vástago se decidía definitivamente por la disciplina que había aprendido desde los ocho años, observando a sus progenitores y a su hermano mayor, Luciano.
Su padre es parte de la historia deportiva chilena. Fue el abanderado en Montreal 76, lo que Paris pretendía emular en Londres, pero a la postre el honor fue para Denisse van Lamoen.
"No me acuerdo de mi papá como abanderado. Tenía apenas cuatro años. Poseo fotos de esa vez y nada más... Hubiese sido una bonita continuación de la historia de la esgrima (ser elegido) y también una de esas alegrías que te puede dar el deporte", cuenta el espadachín, que en la capital inglesa completará sus cuartos Juegos Olímpicos, al igual que Gert Weil, Berta Rodríguez y Erika Olivera, los chilenos que más veces han asistido al evento.
En la esgrima partió para hacer algo de deporte, pero a los 12 ya estaba convencido de lo que hacía. Por ese entonces, además, su hermano decidía volver a la actividad después de un período ausente, lo que le sirvió de empuje para ir cada vez más seguido a la sede de la federación, en calle Tarapacá. Como él mismo lo describe, el bichito fue picándole cada vez más hasta que clasificó a su primer Sudamericano. "En 1987 había tenido la oportunidad de hacer un Sudamericano juvenil, pero no quise porque preferí estar de vacaciones. Pero a fines de ese año supe que había quedado para el de Buenos Aires 1988 y me pasé todo el verano entrenando. Desde ahí no paré más de viajar", confiesa.
Por un punto, quedó sin opción de debutar olímpicamente en Barcelona 92. La misma diferencia le impidió ir a Sydney 2000.
Lo primero sucedió en los Panamericanos de La Habana 1991, cuando en los cuartos de final perdió 6-5 con el local Lázaro Castro, entonces sexto del mundo, combate en el que una victoria le habría dado la presea que garantizaba su presencia en España. "En los Olímpicos la competencia era abierta y en Chile se decidió que sólo el que conseguía medalla en La Habana podía viajar", recuerda.
El esgrimista siente que esa derrota retrasó un poco su carrera: "Estaba a un paso de sacar medalla, lo que me hubiese permitido ir a los Juegos y alcanzar una notoriedad mayor. Eso me atrasó un poco. Una presea, en esa época, generaba una atención mayor, porque hubo muy pocas (dos oros, una plata y siete bronces), no como ahora".
La otra caída también fue dolorosa, porque le impidió ir a Sydney, una competencia a la que considera llegaba en un nivel óptimo, tanto físico como deportivo. Pero en el Preolímpico clasificaba uno y perdió 8-7 ante el estadounidense Tamir Bloom.
"Atenas fue la revancha por no haber ido a Sydney. Hice una buena preparación para llegar, no tanta para el campeonato. Después de no clasificar para el 2000, sufrí un bajón importante, así es que Atenas fue el reinicio, el reencantamiento", reconoce.
En Grecia perdió en primera ronda, pero fue testigo de la mayor gesta deportiva chilena: las medallas de oro de Nicolás Massú y Fernando González. Ahí se le vio siguiendo prácticamente todos los encuentros de la "dupla dorada", casi como jefe de la barra o el rostro de la delegación que más se repetía en los court, dado que ya había concluido su disciplina.
"En los Juegos uno tiene acceso sólo a su deporte, para lo demás hay que conseguirse entradas. Al tenis, en Atenas, nos metimos a la mala, muy chilensis… Fue algo diferente. Vi mucho del torneo, compartí con ellos y la gente. Fue lo bonito después de mi participación", rememora.
Con 39 años, no tiene una fecha exacta para el retiro. Sí sabe que Londres son sus últimos Juegos, porque pese a mantenerse en forma sabe que cuatro años no "es lo mismo entre los 20 y los 24 que entre los 40 y 44".
En Beijing 2008 ganó su primer combate olímpico y ahora va por algunos triunfos más, porque tiene claro que para pelear medallas es un tema completamente diferente. Quiere irse bien, para dedicarse sin asuntos pendientes a su trabajo de profesor de educación física y también lucir su título de entrenador de esgrima que luce desde 2005.
Busca sacarle trote a una generación que cuenta con recursos que él nunca se imaginó, pero que no tiene el mismo compromiso. "Como hay plata dando vuelta, se mira mucho eso y poco el amor al deporte. Si no hay plata, no se hace. Parten por amor al deporte y se van por plata". Es hora de inculcarles su experiencia.
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