La fuga del "Chapo" Guzmán




LA FUGA de Joaquín "Chapo" Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, desde una cárcel mexicana de máxima seguridad constituye un duro golpe para el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto y todo el sistema político mexicano. El narcotraficante escapó sin dificultad alguna del penal a través de un extenso túnel, construido durante un año.

Las dimensiones del ducto que permitió la fuga hace improbable que esta se llevara a cabo sin complicidad de funcionarios tanto desde el interior como desde el exterior del penal. Por ello, lo sucedido vuelve a dejar en evidencia el largo camino que aún falta por recorrer en ese país para dotarlo de un sistema institucional sólido que no esté sujeto al riesgo permanente de ser corrompido por el crimen organizado y el narcotráfico. Un camino que requiere una decidida voluntad política.

El Presidente Enrique Peña Nieto llegó al poder con una agenda modernizadora que apostaba a corregir las falencias que impedían que el país diera un salto tanto en el plano económico como social. Además, en la lucha contra el narcotráfico se había anotado triunfos importantes con la captura de los principales líderes de los grupos criminales. Sin embargo, la fuga de Guzmán pone en entredicho los avances alcanzados, vuelve a generar una crisis de confianza e incluso golpea las relaciones con EE.UU., que solicitó su extradición, pero México la rechazó, asegurando que no había riesgo de fuga.

En los últimos 15 años, Guzmán se ha escapado dos veces de cárceles de alta seguridad. Por ello, lo sucedido obliga a México a avanzar con decisión en el reforzamiento institucional, un desafío que no recae sólo en un gobierno sino en todo el sistema político. El caso se suma a los más de cuarenta estudiantes que desaparecieron en condiciones aún no aclaradas. Todo ello coloca una difícil prueba a la institucionalidad mexicana.

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