La generación escondida del Dr. Monckeberg

<P>La polémica de las adopciones irregulares tiene en su eje a Gustavo Monckeberg, uno de los obstetras más reputados de su tiempo. Por primera vez, su familia habla sobre el caso y defiende la "opción por la vida" de un médico que, según reconocen, dio en adopción a más de un centenar de niños entre los años 60 y 80. </P>




No recuerda cuándo ocurrió, pero Fernando Monckeberg tiene en su memoria a una empleada que trabajó en su casa hace varias décadas. El nombre tampoco lo tiene claro. A sus 87 años, esto le pasa a menudo. De lo que se acuerda es que su esposa, María Angélica Vergara, le contó un día que la joven de 18 años había quedado embarazada y quería abortar. Ambos trataron de convencerla de que se quedara con su guagua y asumiera el rol de madre, por más dura que fuera la condena social en esa época. La muchacha no quiso aceptar.

-Vamos a hablar con Gustavo, él nos dará una solución -le dijo su mujer.

Angélica se refería al Dr. Gustavo Monckeberg, uno de los nueve hermanos de su esposo y connotado obstetra de la época. Efectivamente, él solucionó el "problema". Primero disuadió a la joven de abortar y luego le planteó una alternativa: dar a su bebé en adopción a alguna pareja que lo quisiera. El destino del recién nacido sólo lo sabría él y, quizás, alguna de las matronas con que trabajaba. Fue uno de los "cientos de casos" de adopciones en los que Fernando Monckeberg reconoce su participación.

"Una niñita embarazada de 18 años estaba liquidada en esa época. Yo estaba consciente de que era lo mejor que se podía hacer. Mirar esto con ojos de hoy es absurdo. Era una práctica corriente de los ginecólogos de ese tiempo", comenta el pediatra, desde su oficina en Conin (Corporación para la Nutrición Infantil), el organismo que fundó en 1976.

Sus palabras son las primeras de algún integrante de la familia Monckeberg desde que Ciper publicó su serie de artículos sobre adopciones irregulares ocurridas entre los años 70 y 80. Estas apuntaron a su hermano como la figura central en una trama que hizo caer al sacerdote Gerardo Joannon bajo investigación del Tribunal Eclesiástico y de la Fiscalía Centro Norte. Hasta el momento, el Sename cuenta 11 denuncias, mientras que la página NosBuscamos.cl (ver recuadro) ya tiene más de 1.800 testimonios de chilenos que preguntan por sus verdaderas raíces. El apellido Monckeberg se repite innumerables veces en sus registros.

Estas dudas difícilmente tendrán respuesta. El médico murió en 2008, luego de pasar casi 14 años postrado.

Aunque Fernando Monckeberg dice comprender la frustración de quienes están en busca de sus padres biológicos, insiste en que no hay nada reprochable en las acciones de su hermano. En su cabeza no cabe la posibilidad de que éste hubiera engañado a las madres y dado por muertos a bebés sanos para entregarlos a otras familias, como se ha insinuado. Hasta donde sabe, todo era consentido.

-Para mí eso fue labor social -afirma.

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Por instrucción de su madre, Carmen (nombre que escogió para identificarse) entró en el Refugio de la Misericordia el 29 de junio de 1970. Tenía 17 años y seis meses de embarazo. No puso reparos al régimen de internado; quería pasar sus últimas 12 semanas tranquila. Durante los meses anteriores, su pololo, madre y hermana mayor le habían aconsejado practicarse un aborto, pero ella estaba decidida a tener a su guagua. Su ingreso al hogar de la Congregación del Amor Misericordioso le sirvió para alejarse del hostigamiento. Las monjas, siempre vestidas de riguroso negro, podían ser estrictas, pero la trataban bien.

La enorme casona podía albergar a 40 menores: 20 madres adolescentes y sus 20 guaguas. Había niñas de diversos estratos socioeconómicos. Carmen se consideraba de clase media y recuerda haber tenido compañeras de familias acomodadas y otras en total abandono. Entre ellas no se agrupaban por su origen social, sino por el destino de sus bebés. Algunas sabían que darían a sus hijos en adopción y otras los conservarían. Los únicos lugares donde todas se juntaban eran el comedor, en los distintos horarios de comida, y los salones comunes, donde se realizaban las clases de costurería y puericultura.

Carmen pasaba las horas de ocio al lado de la ventana de su pieza, viendo cómo caían las últimas hojas amarillas de los aromos y la sombra inundaba el patio interior. A ratos salía a compartir con compañeras que escuchaban a Leonardo Favio y a los cantantes italianos de ese tiempo. Pero se hubiera aburrido terriblemente de no haber conocido a Paola, con quien mantiene amistad hasta el día de hoy. Las dos compartían la decisión de conservar a sus hijos, a pesar de la oposición de sus respectivas familias.

Cierto domingo, Carmen fue llamada a reunión con la hermana Benedicta, madre superiora. Su mamá y hermana estaban en la oficina, aprovechando el día de visitas. Entre todas la instaron una vez más a entregar el bebé en adopción. No hubo manera de convencerla. Carmen estaba decidida, pero esa conversación le generó desconfianza. En unas semanas daría a luz en una maternidad de la calle Maturana, la Clínica Carolina Freire.

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La extensa tradición de médicos en la familia Monckeberg se remonta a Hamburgo, Alemania, en la mitad del siglo XIX. Johann Georg Monckeberg, hijo de un senador, estudió Medicina durante la segunda mitad del siglo. Su principal descubrimiento fue una patología causada por acumulación de calcio en las paredes de las arterias, que fue bautizada como arteriosclerosis de Monckeberg. Poco antes de eso, en 1840, llegó a Chile Enrique Monckeberg von Decamer, el primero de la dinastía.

Casi un siglo después, en 1939, su bisnieto Gustavo Monckeberg Barros se tituló de médico cirujano en la Universidad de Chile. Se especializó en ginecología y obstetricia influenciado por su tío Carlos Monckeberg Bravo, uno de los pioneros de esa área en Chile, que era conocido en la facultad como el "Faraón" por sus modos solemnes.

Gustavo era el quinto de 10 hijos -el mayor entre los varones- del matrimonio entre Beatriz Barros Calvo y el reconocido arquitecto Gustavo Monckeberg Bravo, autor de innumerables escuelas e iglesias de la época. En una de ellas, la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, de Ñuñoa, colaboró con otro reputado urbanista de ese entonces, el francés Eugene Joannon. El vínculo entre ambas familias era el Colegio Sagrados Corazones de Alameda y se mantendría a través de los años.

Con 25 años, Gustavo Monckeberg asumió grandes empresas después de titularse. Siguiendo la senda de su padre, se inscribió en el Partido Conservador para iniciar una carrera política. También se casó con Victoria Balmaceda para empezar su propia familia, pero poco tiempo después tuvo que encargarse de sus hermanos menores. A la temprana muerte de su mamá en 1931, después de dar a luz a Jorge -el último de los 10 hermanos- se sumó la de su padre, en 1943. "Junto a mi hermana Alicia se hicieron cargo de la familia, por lo que tengo el mayor de los respetos por él. Inconscientemente, influyó en mi decisión de estudiar Medicina", comenta Fernando Monckeberg, que tenía 17 años cuando murió su progenitor.

En esa etapa temprana de su carrera trabajó en el Hospital Humberstone, de la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta, del cual llegó a ser director entre 1942 y 1944; después volvió a Santiago y se desempeñó en el Hospital de Carabineros y Del Salvador. Aparte de su trabajo formal, entre fines de los 40 y comienzos de los 50 también empezó a atender voluntariamente en policlínicos periféricos, como en La Legua, Santa Elena y el Hernán del Sante de Vicuña Mackenna. Allí trabajó el doctor Francisco Díaz:

"Era un médico connotado, con muchísima clientela. Me tocó compartir tres o cuatro horas con él todos los miércoles por algunos años. No se nos pagaba. Atendió los partos de cinco de mis hijos gratis y nunca me cobró".

Este trabajo en terreno le dio réditos políticos. En 1962 se presentó como candidato a una elección complementaria de diputado por la muerte del parlamentario Humberto Pinto Díaz y ganó el escaño de la Séptima Agrupación Departamental de Santiago, que defendería exitosamente por dos períodos más, hasta 1973, ya como miembro del Partido Nacional. Su presencia parlamentaria no pasó inadvertida. El cronista Eugenio Lira Massi lo ubicó dentro del grupo de los "iracundos" y escribió: "Cada vez que habla hay rosca. Grita, golpea el pupitre y se chasconea entero".

-Cuando yo competí en su distrito y saqué más votos que él, puso un letrero en su consulta que decía algo así como "vaya a atenderse con Pérez de Arce". Era muy pacífico, pero tenía esas salidas. Sus opiniones políticas eran muy tajantes y era partidario del régimen militar. No hubiera sido uno de los arrepentidos -comenta su compañero parlamentario del PN Hermógenes Pérez de Arce.

Sus peleas con el socialista Mario Palestro, quien lo acusaba de borracho por llegar con cara de trasnochado a la Cámara, todavía son recordadas por quienes vivieron esa época. "Eso era porque apenas salía del Congreso, tenía que salir a atender partos y llegaba con sueño. Siempre teníamos que andar avisándole cuando había votación", recuerda su amigo Mario Arnello, otro diputado del PN. Sus cercanos también destacan el episodio en que le lanzó monedas a la bancada comunista cuando se discutía un aumento de la dieta parlamentaria.

La llegada de Pinochet puso fin a su carrera parlamentaria. Casi 35 años después, fue homenajeado en la Cámara. Uno de los oradores fue su nieto, el diputado RN Nicolás Monckeberg, quien, sin querer, anticipó la polémica: "Cientos de padres, mujeres y profesionales viven por su jugada acción al promover la adopción de hijos de mujeres que pedían la interrupción del embarazo. Quizás algunos nunca lo supieron...".

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Cuando Fernando Monckeberg salió de la Facultad de Medicina y comenzó a trabajar en investigación pediátrica, se enteró de las intervenciones de Gustavo con mujeres embarazadas que deseaban abortar. "No fue un pionero en esto, porque otros lo hacían hace tiempo", manifiesta. El tema no alcanzaba a ser tabú, pero se hablaba en voz baja. Su clientela era tan amplia que conocía tantas mujeres estériles que deseaban ser madres, como jóvenes que se embarazaban por descuido y no querían asumir su maternidad. Según cálculos de su familia, Gustavo Monckeberg habría atendido cerca de 12 mil partos en su carrera.

Una buena parte de ellos se realizaron en la Clínica Carolina Freire, donde trabajó entre los años 60 y 80 y ejerció como director. El obstetra convencía a sus pacientes de los peligros de abortar y ofrecía como salida una entrega directa a una pareja con dificultades. Lo hacía motivado por una profunda fe católica. Era cercano al jesuita Renato Poblete y al salesiano Gustavo Ferraris. Con Gerardo Joannon, en cambio, su contacto era limitado. "Era un poco intransigente en lo religioso y terminó siendo muy cercano al Opus Dei", cuenta Pérez de Arce. Durante los 60, el Dr. Monckeberg se opuso a los dispositivos intrauterinos como la "T" de cobre y propició el uso de métodos naturales, como el de la "temperatura basal" para prevenir embarazos.

Ya siendo convencida la madre, de acuerdo con su hermano Fernando, la única regla del ginecólogo era "cada oveja con su pareja", es decir, el estrato socioeconómico de los padres adoptivos debía ser el mismo de los biológicos. El color de la piel de la guagua podía despertar suspicacias alrededor.

La precaria normativa legal permitía e incluso amparaba estas prácticas. Recién en 1965, la Ley Nº 16.346 incorporó la legimitación adoptiva bajo estricto secreto, pero no incluyó delitos y también incluyó una amnistía para las adopciones irregulares previas. Esta ley se mantuvo inalterada hasta 1988. "Había un vacío legal que permitió que entre los 60 y 70 se generara, en algunos casos, un verdadero tráfico de niños, con médicos, abogados, asistentes sociales y gente del extranjero involucrada", explica Carolina von Schakmann, abogada del Centro de Adopción del Sename.

En el entorno de Monckeberg descartan cualquier otro incentivo diferente a la voluntad de solucionar los problemas de sus pacientes. También niegan que el otrora diputado se hubiera prestado para engañar a una madre y dar por muerto a su recién nacido. Su nieto, el diputado RN Nicolás Monckeberg, declara que "jamás participó ni habría avalado un caso de adopción en donde conscientemente se engañara a alguno de los padres. Eso para él habría sido completamente inaceptable, pues siempre intentaba hasta el último minuto que la mamá asumiera su embarazo y se quedara con su hijo".

Uno de los casos que cuestionaba la máxima del Dr. Monckeberg es el que involucra a Andrés Rillón y la mujer de iniciales M.C.C., cuya hija -según se había denunciado al comienzo- habría sido dada por muerta a ambos padres por el Dr. Monckeberg y el cura Gerardo Joannon, cuyas familias mantuvieron contacto desde la década del 20. La familia Rillón, sin embargo, se ha encargado de reivindicar la imagen del doctor. Miembros del entorno del padre de la niña aseguran que Monckeberg no engañó a M.C.C., pues ésta cedió a su hija voluntariamente. "A él le mintieron al decirle que el padre de la guagua estaba loco y ahora lo usan de chivo expiatorio cuando ya no está para defenderse", señala la fuente.

El médico dejó de defenderse en 1994, cuando un accidente vascular lo dejó casi en estado vegetal, "con la mente de un niño de ocho años", dice un cercano. Su hija Victoria lo cuidó hasta el 30 de septiembre de 2008, cuando falleció a la edad de 94 años.

Todos los eventuales delitos que pudo haber cometido en su momento -suposición de parto y/o reconocimiento fraudulento- prescribieron tras cinco años.

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Carmen vio por única vez a Gustavo Monckeberg la mañana del 11 de septiembre de 1970, cuando éste atendió el parto de su hija en la desaparecida Clínica Carolina Freire. No recuerda nada fuera de lo común, salvo que le administraron una anestesia que la dejó inconsciente justo antes de que diera a luz. Se despertó unas horas después, inquieta por no tener a la guagua a su lado. Nelly, hermana de una de las religiosas y colaboradora del hogar, llegó a visitarla. Carmen le pidió que fuera en busca de su hija, pues temía que la dieran en adopción, que sus familiares y monjas se hubieran puesto de acuerdo. Al rato, Nelly apareció con la menor en brazos y Carmen se quedó con la duda de qué hubiese pasado sin su presencia.

Unos minutos después, Carmen se vistió, tomó a su hija en brazos y salió a la calle para tomar la micro. Así regresó al refugio. Se quedó allí algunas semanas más y luego fue trasladada por su madre a una pensión. Ella se enamoró de su nieta de inmediato y le pidió disculpas. Después de ocultarse por un año allí, Carmen decidió enfrentar el mundo y volvió a casa. Resistió las críticas de algunos familiares y rehízo su vida. Terminó sus estudios secundarios, se casó y posteriormente tuvo una segunda niña. La hija nacida en la Carolina Freire tiene hoy 43 años y le dio una nieta de tres años.

Los recuerdos del Refugio de la Misericordia no salían a la superficie desde hace tiempo, pero lo hicieron cuando vio en televisión los testimonios de personas que aún buscan a sus padres. Al verlos, pensó que, en otras circunstancias, alguna de ellas pudo ser su hija.

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