La gran apuesta del ex colorín
<P>El ex DC y actual embajador en Argentina, Adolfo Zaldívar, es para sus ex camaradas alguien que trabaja por y para el gobierno de Piñera. Se ignoran los motivos del nombramiento y las razones por las que aceptó. Dice que no le preocupa la minucia política chilena y que su gran motivación es gestionar la integración entre ambos países.</P>
A Adolfo Zaldívar solían decirle "el colorín Zaldívar", pero esa denominación ha perdido vigencia; ni quedan trazos de color en su cabello ni hay compañeros y amigotes de la Democracia Cristiana que lo llamen afectuosamente de esa manera. Ahora es sólo uno más de los idos, de los renunciados o de los expulsados que ya no son parte de la hermandad; en el lenguaje ácido de los que, tenaces, siguen militando bajo los algo alicaídos auspicios de la flecha roja, hoy califica como renegado, como un tránsfuga, un apóstata o por último y como mínimo pinta de adversario político trabajando para, por y en el gobierno de Sebastián Piñera.
Es, en efecto, lo que hace en su calidad de embajador en la Argentina. Se ignoran las razones que llevaron a su nombramiento para ese cargo. Tal vez, diría la gente mala, porque su flamante partido, fundado por él mismo y llamado, con cierta leve incongruencia semántica, "Partido Regionalista de los Independientes", mal que mal controla cinco diputados y un cierto porcentaje "no menor" -en la jerga de mis colegas- de votos y seguidores, todo lo cual no deja de inspirarle interés a un gobierno famélico de apoyos parlamentarios.
Por su parte, el ex colorín aceptó el nombramiento seguramente por razones más complejas que nos obligan a adivinar que, a la simple codicia por el cargo, virtud propia de todo político, la acompañan razones de servicio público. Adolfo Zaldívar quiere ayudar a materializar una visión acerca de las relaciones entre ambos países que, según cree con gran vehemencia, sería deseable y aún más, casi una suerte de destino manifiesto. Se trata de una visión de futuro que, a su juicio, se apoya en la historia, la geopolítica, la economía, la demografía y la geografía, amén de haber tenido una abuela que vivía en Salta. Dicha mirada no es original -ha sido planteada antes-, pero Zaldívar la considera poderosa y necesaria, acaso también inevitable. Dedicado a la tarea de hacerla fructificar, dice que bien poco le importan los avatares a menudo minúsculos de la política local. De hecho, los intentos de la decé por recuperar algunos de sus hijos pródigos le inspiran una sonrisa. De la Concertación opina que no han tenido ninguna toma de conciencia, ningún cambio en su estado y actitud, pero nada de eso, afirma, "lo preocupa". Y en cuanto a Chile sigue sosteniendo, como por años lo ha hecho, que el modelo debe ser corregido, que nuestra debilidad es la pésima distribución del ingreso, la nuestra menos una economía de mercado que "de estanco" con monopolios y negocios asegurados "conforme a la ley", que no hay real competencia, la banca ha tenido utilidades abusivas y el retail no vende mercancías, sino crédito, aprisionando a millones de chilenos en una red de usura…
-Es un desafío grande -empezó diciendo Zaldívar a propósito de su gestión diplomática- … porque no es una embajada fácil. Argentina es país muy diferente al nuestro. Y a propósito de eso, Argentina NO ES Buenos Aires. Hay una Argentina profunda, del interior, que consta de dos partes; la más antigua está al norte, la otra es de Neuquén al sur y se estableció, por así decirlo, a fines del siglo XIX. Ambas nos necesitan, como nosotros a ellos. A base de los ya 25 años de buen entendimiento, ha llegado la hora de pasar a una fase superior. Cuando sucede que casi 900 mil chilenos viajan al año a Argentina y más de 1 millón de argentinos vienen a Chile, ¿increíble, no? se manifiesta, en ese sólo movimiento de población, que de modo natural se está produciendo una integración, la cual debe ser estimulada aún más y llevada a un plano superior. La clave de esa nueva fase es el océano Pacífico. La salida a él no puede ser provista, para dichas provincias, por Buenos Aires. ¿Sabía que 11 provincias de Argentina son vecinas de Chile, miran al Pacífico para sacar sus productos y por tanto miran a Chile? ¡Tenemos que pasar a la fase de la verdadera integración! ¡Debemos ser plataforma de salida al océano! ¡Ser gestores e intermediarios de la economía argentina!
Todo eso de la integración y la plataforma se ha dicho mil veces. ¿Qué diferencia hay ahora?
Este 18 de mayo vienen 14 gobernadores de provincias argentinas -país federal donde cada provincia tiene su propio gobierno, cámara, etc.- para reunirse con el Presidente Piñera y la idea de esta reunión es empujar esto definitivamente. La iniciativa, por cierto, es de la Cancillería. Mi tarea es participar con entusiasmo, aportar lo que puedo, visitar uno a uno a esos gobernadores e invitarlos a esta reunión.
Todo eso está muy bien, pero ¿cómo proceder a dicha integración si ni siquiera hay pasos cordilleranos suficientes? Los pocos que hay ya están saturados…
Precisamente por eso hay dos proyectos en marcha, uno es un túnel sobre Aguas Negras que conectaría San Juan con el norte chico, el otro un túnel de baja altura, ferroviario, conectando Mendoza con el centro de Chile. Ambos proyectos, por el lado argentino, están avanzados. Nosotros estamos atrasados. Ellos sienten la necesidad más fuerte que nosotros, tal parece. Y no es sólo cosa comercial, sino humana. Uno habla con profesionales de San Juan o de Córdoba y te dicen "quisiera ir a Chile no sólo para las vacaciones, sino en cualquier fin de semana". Hay unos 60 mil argentinos trabajando en Chile en cargos de nivel medio para arriba. Esa es otra señal de cómo ambos países se han ido asociando. Pero obviamente la raíz es mega-económica. Ellos han aumentado en tres veces su comercio con China, nosotros siete veces. Eso, en muy pocos años. Sacar esa producción por Buenos Aires es menos conveniente para ellos, para esas provincias, en especial del Norte. Buenos Aires está más lejos que nuestros puertos y el viaje en barco hacia el Asia es mucho más largo. De hecho, por donde se mire, Argentina y Chile son complementarios. Y dicho complemento no suma, sino multiplica….
¿Y qué hay de Bolivia y Perú? ¿Suman o restan, multiplican o dividen?
Con Perú somos más bien competitivos. Ellos y nosotros producimos cosas parecidas, ellos y nosotros somos potenciales plataformas de salida al Pacífico. Hay entonces y siempre ha habido cierta rivalidad, pero podemos tener entendimientos, podemos regular la competencia. El compartir la proyección hacia el Pacífico nos obliga a entendernos para lograr una complementariedad en áreas que tenemos en común, como la minería, la energía, agropecuaria, pesca, etc. Soy partidario de entendernos y esforzarnos en ello, porque juntos creo que estaremos en mejores condiciones de ser más eficaces. No nos estamos disputando un mercado en el que cabe sólo uno, sino un área inmensa en la que ni Perú ni un Chile juntos podrían saturar. Hay mucho espacio…
¿Y Bolivia?
Soy embajador en Argentina, son otros los encargados de la política de Chile frente a Bolivia, pero mi disposición -como la de cualquier persona razonable- es la misma que hacia Argentina, intentar una integración física y energética que nos permita desarrollar nuestras actividades industriales, empresariales y transformar a nuestros puertos en los destinos naturales de sus productos de exportación hacia el Asia y hacia otros países…
Todo esto suena bien, pero hay suspicacias. Lo del gas no se ha olvidado. Tampoco otras cosas. No pocos creen que jamás podremos realmente confiar en Argentina. Hay quienes consideran que ellos desean simplemente salir al Pacífico a costa de nosotros, NO con nosotros…
Esas son visiones del pasado. Veo en Argentina, país al que he recorrido de punta a cabo y de hecho estoy más en provincias que en Buenos Aires, una actitud de buscar acuerdos. Nos respetan. Incluso admiran algunas cosas. No veo por ningún lado signos de confrontación. El escenario ha cambiado completamente. En el fondo debemos reflexionar qué clase de país queremos… ¿Una fortaleza armada hasta los dientes, con recelos de todos los vecinos? ¿Una Albania aislada de la historia, pero con gran poder militar? A veces veo en Chile una gran soberbia, quizás como la que le atribuimos a los argentinos en el pasado. Ellos cayeron en el pecado, hace 50 años, de creerse europeos; ahora nosotros caemos en el pecado de creernos únicos, una isla que puede progresar por su cuenta.
Habla usted con gran pasión. ¿Encontró la tarea de su vida?
Me siento satisfecho de estar usando todas mis capacidades para un fin superior. Argentina siempre me ha interesado. He leído al detalle su historia y también acerca de sus relaciones con Chile. De hecho, gran parte de lo que predicamos hoy, esa integración, era una realidad antes de la independencia, pero a lomo de mula. Sólo después vino Buenos Aires, que mira al Atlántico, a imponer su hegemonía, la de los estancieros y exportadores de trigo y carne. Creo que de ahora en adelante no se puede hacer política en Chile sin tomar en cuenta a Argentina y viceversa…
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.