La gran bandera de los vascos

<P>A cuatro días de la final de Athletic ante Atlético de Madrid, por la Europa League, Bilbao está revolucionado por su equipo. Van dos mil hinchas a los entrenamientos y la ciudad está toda decorada con rojo y blanco. </P>




Es el jugador número 12 en cada entrenamiento de Athletic de Bilbao. Es el hombre que está más cerca del plantel en cada práctica. No sale en los diarios ni en las radios o en la televisión. Es, quizás, la persona que recibe más instrucciones de parte de Marcelo Bielsa. El "Loco" siempre anda detrás suyo para indicarle algo. No es el goleador Fernando Llorente, no es el arquero Gorka Iraizoz, ni los extremos Markel Susaeta o Iker Muniain. No tiene ningún partido en el cuerpo. Ni siquiera un minuto. Es Iñaki. El canchero que anda con su rastrillo para tapar los pozos y dejar el terreno como una mesa de billar después de cada movimiento que realizan los jugadores en los campos de Lezama, el laboratorio que tiene el club para preparar los ensayos que después ven la luz en San Mamés o en los distintos estadios de Europa, donde la camiseta albirroja ha dejado su sello.

Esos mismos colores que son el orgulllo de los vascos. Porque, sin dudas, cada triunfo de los "Leones" es una victoria del pueblo euskadi. Y esta temporada han sido muchos y desembocaron en las dos finales que tiene en el horizonte: el 9 ante el resucitado Atlético de Madrid, en Bucarest, por la Europa League, y el 25 contra el poderoso Barcelona, en Madrid, por la Copa del Rey.

Han sido muchas las alegrías para esta región y, especialmente, para esta ciudad de 350 mil habitantes. Por eso, cerca de dos mil hinchas llegan a las prácticas para estar cerca de sus ídolos (10 veces más que antes). Recorren 20 minutos en auto o media hora en tren desde el centro histórico para tener a sus figuras al lado, porque las prácticas del técnico son a puertas abiertas. Entonces, desde los más grandes hasta los más chicos pueden compartir un momento con el plantel y el cuerpo técnico. Intercambiar palabras, tomarse una foto o pedir un autógrafo. Ellos, los que están en el césped, son su gran bandera y, como tal, no la quieren dejar sola. La cuidan.

"Sin los extranjeros no seremos los mejores, pero seguimos siendo 'Leones', ¡Aupa Athletic!". Así reza el cartel del bar de Lezama, mientras su dueño muestra con orgullo los tickets que tienen el recuerdo de las victorias en Old Trafford ante Manchester United y en Gelsenkirchen frente a Schalke 04. "Yo estuve ahí, nadie me lo puede contar", explica el hombre mientras ofrece cañas y pinchos.

El casco histórico de Bilbo (en euskera) tiene las callecitas angostas y de piedra, que son solamente peatonales. Pero en esta fecha reciben a cualquier visitante con otros colores que no son los clásicos grises, sino que están todos embanderados con los colores de su equipo: Athletic Club.

Es como si hubiera pasado alguien desde las alturas y hubiera rociado la ciudad con miles de litros de pintura con solamente esos tonos. En todos, pero todos en serio, los balcones cuelgan las insignias. Algunos le agregan el león característico, otros alguna leyenda como el clásico "Aupa Athletic" y otros, con las fechas de algunas de las dos finales. El fanatismo se extiende a las obras en construcción, cuyas mallas para evitar que vuele el polvo también son... rojas y blancas.

Pero la locura va más allá. "Este diseño está inspirado en el Athletic Club", explica un letrero en una vidriera de una de las tiendas más exclusivas de vestidos de novias. Laura Batán tiene un edificio de tres pisos en la calle Askao. Entre su variada y costosa oferta incluye el modelo con los colores del club de la ciudad para las futuras desposadas.

Pero hay más. A unos metros de allí, un negocio de venta de dulces entrega como novedad: unos "barquitos" Athletic. Un par de cuadras más allá, entremedio de la Catedral y la ría, se asoma la Belostikale Kalea. La calle tiene un decorado especial: las banderas del cuadro vizcaíno cruzan de lado a lado, enganchadas en los balcones de los antiguos, pero remodelados departamentos.

La gigante escultura del perro Pupy, como buen guardián, custodia el ingreso al símbolo moderno de la ciudad: el Museo Guggenheim. Los turistas llegan entremedio de niños que visten la camiseta oficial del equipo. Cuentan los locales que para la semifinal ante Sporting, en San Mamés, ese jueves todos los colegios permitieron que los "chavales" fueran con la polera y hasta los profesores también aprovecharon la ocasión para demostrar su fanatismo.

El camino desde el museo al San Mamés es corto, pero entremedio hay que sortear el hotel Meliá, la fortaleza del cuadro de Bielsa. Allí se concentran desde la llegada del rosarino, y los días de partido, el bus -que recorre 600 metros para llegar a San Mamés- es escoltado por cientos de personas que con el paso de la campaña vitorea cada vez más fuerte a sus héroes.

La calle que mejor caracteriza a Bilbao en un día de partido es Licenciado Poza (también conocido por Pozas o la calle del Athletic). Tiene 15 cuadras de largo y desemboca en un río..., pero de gente, en "La Catedral". A medida que los hinchas van acercándose al destino final se va cambiando el murmullo hasta el rugido del estadio. Además, los locales tienen la clásica tradición de ir pasando de bar en bar para probar la mano de los distintos cocineros con sus especialidades en pinchos. Desde el montadito de tortilla de papas hasta las especialidades del mar. Obviamente, todo debe ir rociado por una cerveza o un vino. "Es mejor llevar una caña de la casa, porque lograr entrar a un bar los días de partido es casi imposible", comenta Muniain, una de las revelaciones del cuadro de Bielsa. Y es cierto, caminar por Poza en las horas previas a un juego del local obliga a tener mucha cintura y habilidad, no sólo para dejar atrás todos los hinchas que circulan, sino para tomar un trago sin volcarlo entre la marea humana.

Eso es una especie de calentamiento para llegar a la cancha. Pero, a diferencia de los estadios de otros lugares del mundo, la cercanía del lugar hace que los simpatizantes entren al recinto cuando quedan cinco minutos para el inicio del partido.

Y ese es el momento de este grupo de jugadores que ya se ganó un lugar en la historia del club. "El Athletic de mis padres", se titulaba un emocionante relato del diario El Correo cuando los "Leones" lograron el angustioso boleto a la final de la Europa League del próximo miércoles. Es que para los vascos es un orgullo tener un equipo bien autóctono, que pelea casi con las manos ante rivales como Real Madrid y Barcelona, que poseen armas mucho más poderosas. Por eso tienen el pecho hinchado y saben que, por unas semanas, una buena parte del mundo hablará del País Vasco. Ese es su gran triunfo.

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