La historia de la mujer que acusó y perdonó a Roman Polanski

<P>Samantha Geimer (45 años) ya no tiene interés en seguir en el caso de violación contra el director de <I>Chinatown</I>. Vive en Hawai y busca olvidar los años de mala fama que ella también padeció a raíz de la noche de fotos y alcohol que pasó con el cineasta. Ayer, en tanto, Polanski recibió amplio apoyo de la comunidad cinematográfica mundial.</P>




"Bueno, sucede que me gustan las mujeres jóvenes". La respuesta de Roman Polanski le llega al periodista antes de que éste termine de formular la pregunta acerca del escándalo sexual que en 1977 lo involucró con Samantha Geimer, de apenas 13 años. La escena es parte del documental Roman Polanski: Wanted and desired (2008), de Marina Zenovich, y ejemplifica hasta qué punto el director podía ser franco sobre asuntos sexuales. Como dice un policía de Los Angeles en el filme, "las relaciones con una menor eran algo que tenía sin cuidado a Polanski. En su cultura no tenían mayor importancia".

A 32 años del caso que mantiene actualmente a Polanski en prisión en Suiza, a la espera de una extradición a Estados Unidos, la víctima Samantha Geimer parece ser la menos interesada en revivir el asunto. Incluso manifestó que prefería que Polanski pudiera retornar a Estados Unidos sin temor a ser apresado. La comunidad cinematográfica, en tanto, mostró ayer un amplio apoyo al cineasta: Michael Mann, Wim Wenders, Pedro Almodóvar, Wong Kar-wai y Andrzej Wajda fueron algunos de los autores que solicitaron su liberación.

Lejos del mundanal ruido

Con 45 años, Samantha Geimer reside en la isla de Hawai, donde trabaja como secretaria y vive con su esposo y tres hijos. Hija de una actriz no muy brillante, Geimer buscaba desarrollar una rápida carrera en Hollywood y conoció a Polanski cuando éste realizaba sesiones de fotos para la revista Vogue.

En su relato en primera persona, Samantha Geimer detalló la situación a la revista People: "Llegamos a la casa de Jack Nicholson y me dije a mí misma: '¡Guau, es la casa de Jack Nicholson!'. Después de un rato, Polanski me pidió que me desnudara mientras me tomaba fotos en el jacuzzi. Luego se desnudó él y comprendí que algo andaba mal. Le pedí que me llevara a casa pues tenía asma, pero él me dio a entender que no lo iba a hacer. Me ofreció sedantes y me dijo que me tendiera en una cama. Supe que él quería tener sexo. Yo me sentía mareada, tenía miedo y realmente no sabía qué hacer. Después, todo simplemente sucedió".

Geimer también relató que a los pocos minutos llegó a casa Anjelica Huston (la novia de Nicholson en ese momento) y golpeó la puerta, pero Polanski ni siquiera se puso nervioso y se apuró en terminar el acto sexual. Luego la llevó a casa.

Hasta hoy Geimer cree que su mayor error fue contarle lo ocurrido a su madre, quien hizo la denuncia inmediatamente. "Era una chica normal y a los días siguientes estaba en los noticieros. En Europa hablaban de mí como de Lolita", relataba. Durante los años 70 y 80, la víctima de los impulsos de Polanski sufrió varias expulsiones de colegios, dejó la secundaria a los 16 años y se enroló en pandillas juveniles. A los 18 años quedó embarazada, a los 19 se casó a la fuerza y antes del año se separó de su primer esposo.

Al parecer, la crianza de su hijo Jesse le templó el carácter, hasta que en el año 1988 decidió irse con su madre a Hawai. Ahí conocería al hombre que hasta hoy es su marido, el carpintero Dave Geimer. En el intertanto, en 1997, ella perdonó públicamente a Polanski a través de la prensa: "No tengo sentimientos en contra de él y sé que su vida ha sido dura, al igual que la mía. Me hizo algo realmente asqueroso alguna vez, pero es la prensa la que arruinó mi vida". En el 2003 llegó a escribir una columna de opinión en Los Angeles Times, pidiendo que se le diera el Oscar por El pianista en persona.

Lejos del ruido, en la alejada isla de Hawai, Samantha incluso trata con humor su vida actual: "Aquí nadie parece estar preocupado del tema. Preguntan 'Roman ¿cuánto?'".

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