La historia de un cascarrabias

<P>El nuevo DT de la "U", Marco Antonio Figueroa, es una de las figuras más controversiales del fútbol chileno. Ha sumado conflictos como jugador y como técnico. Según su familia, el mal carácter es herencia paterna y viene de muy atrás, cuando vivían en Chagres, un pueblo desaparecido a fines de los 70. Viajamos hasta allá y repasamos su carrera para entender tanta pelea. </P>




Apenas la pelota entró en el arco, Marco Antonio Figueroa (51) fijó la vista en un punto de la cancha del Estadio Santa Laura. Permaneció varios segundos con la mirada perdida, quieto y en silencio. Su equipo, Universidad de Chile, perdía 1-0 contra Deportes Temuco el domingo pasado. Era su debut como entrenador de los azules, después de reemplazar a Darío Franco, y sólo quedaban 36 minutos para revertir la situación. Figueroa volvió al banco y replanteó su estrategia. La mayor parte del tiempo estuvo en calma, paseándose con las manos en los bolsillos, pese a las ocasiones de gol desperdiciadas por sus pupilos. Consumada la derrota, fue el primero en irse de la cancha.

Minutos después, salió a declarar ante la prensa deportiva, con la que siempre ha mantenido distancia. Tal como en la presentación oficial de días antes, se le notaba más comedido que en clubes anteriores. Al final de la conferencia, se le consultó por la recepción del público de la "U". Figueroa, un técnico que cuenta con un largo historial de polémicas y exabruptos con periodistas, dirigentes, jugadores y fanáticos, esta vez sólo pidió paz. "Bienvenidos sean los aplausos", sentenció.

Origen del mal genio

Carmen Montero vio el partido en su casa de Llaillay. Tiene la costumbre de escuchar y leer todo lo que los medios publican de su hijo, aunque él siempre le pide que no lo haga. "No sufra, mamá. No vea los partidos", le dice. A pesar de la derrota, ella está contenta. Después de ser despedido de Cobreloa por problemas con parte de la dirigencia, Marco Antonio Figueroa pensaba seriamente en regresar a Morelia, México, donde vivió sus mejores momentos como futbolista. Hace un año y medio mandó construir una bodega en la casa para guardar todas las cosas que no se llevaría de vuelta. La pieza está llena de ternos, camisas y zapatos que sólo se pone dos o tres veces. Otra razón que tenía para volver es la familia de su esposa, la mexicana Marisol Garibay, quien, irónicamente, es periodista.

-Mi hijo siempre me dice que duerme con el enemigo- comenta la madre, entre risas.

La mujer de 76 años se alegra que ahora, con el contrato en la "U", Marco Antonio haya decidió quedarse en Chile. Rodeada de cuadros, fotos y premios de su hijo futbolista, además de imágenes de Felipe Camiroaga, Carmen dice: "Me alegra tener a mis nietos cerca por un tiempo más. Ni ellos ni mi nuera se querían ir, sólo Marco".

Montero lleva más de 30 años en esa misma casa, en el barrio Villa Chagres. El nombre hace referencia al sector donde trabajaban y vivían las familias de 500 trabajadores de la refinería de cobre Fundición Chagres, en la comuna de Catemu, al norte de Llaillay. Cuando la empresa fue adquirida por inversionistas de Estados Unidos, a fines de los 70, las familias fueron reubicadas, pues la empresa consideraba que estaban expuestas a la contaminación. Allí se criaron los cinco hijos que tuvo con Eduardo Figueroa, fallecido hace 24 años por una hepatitis fulminante, cuando tenía 53.

-La fundición pagaba los mejores sueldos de la región y los niños hacían mucho deporte. Marco era muy bueno para nadar. Fue una época linda- cuenta Carmen.

-Nos tirábamos piqueros desde el puente hasta un canal. Era una altura como de seis metros, por lo menos, y cruzábamos nadando por debajo de la calle- dice Patricio (53), uno de los hijos que todavía vive con ella, además de Alejandro (47).

Aunque José Roberto (56), el mayor de los hombres, también vive en Llaillay, a Carmen le cuesta reunir a toda la familia. María Isabel (58), la hermana mayor, se radicó en Santiago y Marco vive en un departamento en Las Condes, pero cambia de ciudad dependiendo del fútbol, una actividad que ha sido central para todos, aunque la madre se opusiera en un comienzo: "Mi marido trabajaba todo el día y cuando salía, se iba a jugar a la pelota, así que siempre le decía que si me tocaba un hijo futbolista, le iba a romper las piernas a varillazos. No sabía todo lo que me iba a dar el fútbol".

Los Figueroa han estado alrededor de la pelota desde que tienen memoria. Eduardo, el padre, era temporero hasta que lo llevaron a trabajar a la refinería para reforzar al Club Deportivo Fundición Chagres. Todos sus hijos también jugaron ahí. Marco fue el que mostró más talento y personalidad en el campo.

Al igual que la pasión por el fútbol y la afición por Colo Colo -Carlos Caszely era el gran ídolo de Marco-, el temperamento fuerte es herencia paterna. Eduardo era conocido en el sindicato de la Fundición Chagres por ser un líder de opinión que chocaba con la empresa y con sus compañeros. "Eduardo era muy frontal, era el que más hablaba en las reuniones de sindicato y así conseguía lo que quería", recuerda Carmen. Algo similar ve en su hijo: "Acá todos son zalameros. Si a Marco una cosa no le gusta, la dice. No es de sobar lomos".

José Roberto cree que su hermano futbolista no es el único y que todos sacaron esa forma de relacionarse de su papá. "Yo soy más pesado que él", acota.

La rebeldía de Marco se hizo más patente tras la muerte de su padre, en 1988. Cuando supo de su enfermedad, el delantero viajó a Chile en plena temporada del fútbol mexicano para acompañarlo. Su madre recuerda: "Ese resentimiento y esa rabia de Marco las empecé a notar recién después de que murió su papá. Creo que nunca lo superó del todo. Su viejo se veía a sí mismo en él, estaban identificados el uno con el otro".

Los estallidos

Después de contestar una simple pregunta, Cristián Caamaño terminó con un chaleco, una camisa y un labio rotos. "¿Quién es de Las Ultimas Noticias?", había preguntado Marco Antonio Figueroa, furioso por la publicación de una declaración suya en la que emplazaba a Néstor Gorosito y Sebastián Rozental como los responsables de su suplencia en Universidad Católica, en 1999. Aunque la noticia también había aparecido en otros medios, el "Fantasma" la había escuchado de boca de su compañero Marcelo Carracedo, cuando este leía Las Ultimas Noticias camino al entrenamiento. Caamaño respondió que él era de ese medio, entonces empezó un forcejeo a la entrada de camarines. Duró unos segundos, pero marcó la salida de Figueroa del club y posterior retiro. "Valoré que después se acercara y me pidiera disculpas personalmente, siendo un tipo tan orgulloso. Me dijo que estaba pasando por momentos difíciles en lo personal y por eso explotó", recuerda el reportero.

La carrera de Marco como jugador y como técnico está repleta de situaciones similares. En un principio, esa personalidad se manifestaba como una inmensa seguridad en sí mismo, como recuerda Alfonso Sepúlveda, uno de sus primeros DT: "Cuando me acerqué a conocerlo, le pregunté si era bueno para la pelota. Me dijo que era el mejor y que se iba a convertir en figura del fútbol chileno. Con 18 años, le quitaba la ejecución de los tiros libres y penales a los más viejos".

A medida que pasaban los años y se hacía más exitoso como jugador, sus mañas fueron creciendo. En Morelia, club del cual es goleador histórico con 170 anotaciones, se transformó en leyenda. Por esos años se hizo amigo de otro famoso hijo de la ciudad, el cantante Marco Antonio Solís. Allí fue entrenado por Antonio Carbajal, quien cuenta: "Se molestaba con sus compañeros si no le daban pases y conmigo si lo sacaba. Tampoco le gustaba cuando otro jugador ganaba protagonismo. Cuando me dijo que sería técnico, le dije que se iba a encontrar jugadores conflictivos, como él fue para mí".

Su genio no sufrió mayores cambios cuando pasó de jugador a entrenador, en 2001, con Comunicaciones de Guatemala. En mayo de 2005, dirigía a Atlético Celaya de México y se enfrentaba a Alacranes de Durango en un repechaje por el ascenso a Primera División. Su equipo había perdido 2-1 de visita y volvió a caer por el mismo marcador. En uno de los goles, el brasileño Danilo de Oliveira festejó mirando hacia el banco del "Fantasma". Este decidió tomarse revancha apenas terminó el partido, encarando e insultando al jugador rival. Entonces intervino otro brasileño, Edson Zwaricz, en auxilio a su compañero.

-Cuando me metí hubo muchas palabras de cada lado. Estaba el ambiente muy caliente. Yo me retiré de ahí y de repente veo que trata de pegarme un puñetazo desde atrás. Como lo vi venir, no alcanzó a darme de lleno. La afición se metió a la cancha y tuvimos que salir corriendo a camarines- comenta Zwaricz.

El episodio terminó con Marco suspendido por seis meses de toda actividad. Tiempo después, cuando el chileno dirigía a Lagartos de Villahermosa, se reencontró con Zwaricz en el entretiempo de un partido y le ofreció disculpas. "Se me acercó y quedamos bien. Creo que es bueno que sienta tanto el fútbol, pero también hay que saber controlarse", dice el ex jugador, retirado hace dos años y dedicado a una empresa de pañales.

La sanción no templó al irascible Marco. Siguió teniendo roces con sus propios jugadores (Rodrigo Mannara e Iván Guillauma en Cobreloa), dirigentes (José María Buljubasich en la UC) y con sus propios colaboradores, como el ayudante Jorge Miranda, de Unión San Felipe, con quien casi llega a golpes en camarines. "Yo había dirigido un partido que perdimos por Copa Chile y él retó a los jugadores. Me pareció mal, pues yo estaba a cargo y me exalté. Quizás fue mi culpa. El tiene su carácter, pero trabaja bien", recuerda.

Su reciente despido de Cobreloa, hace un mes, fue producto de la animosidad de un grupo de directivos que nunca lo quiso de regreso en el club, pese a la buena campaña y al apoyo de los jugadores. "Es muy serio a la hora de trabajar y si te tiene que retar, lo hace, pero si preguntas por él como persona, todos te dirán que es buen tipo", dice Francisco Pizarro, quien se fue de Cobreloa en solidaridad con el DT.

El polémico perfil de Marco generó discrepancias en el directorio de la "U", que le pidió moderar su carácter y no criticar públicamente a sus jugadores. Hasta el momento ha cumplido, pero quienes lo conocen no cuentan con que se mantenga en calma por mucho tiempo, aunque ellos mismos se lo han pedido mil veces. "Ojalá designaran a un jugador para las conferencias y él no hablara más. Es muy apasionado y no soporta las críticas", sostiene su madre.

Regreso a Chagres

Hace 25 años que Carmen no visitaba la cancha donde sus hijos se iniciaron en el fútbol. Se le ve emocionada, aunque ya no es cómo la recordaba. El pasto está amarillo y no hay marcador. El recinto está en la vereda opuesta a la refinería de cobre de Chagres. José Roberto recuerda aquí un gol que Marco le hizo de tiro libre a Marcelo Ramírez, en un amistoso contra las inferiores de Colo Colo. Patricio mira hacia la fundición y recuerda la grúa que operaba su padre. Hoy, nadie vive en Chagres, sólo se trabaja allí. Donde estaba la casa de los Figueroa Montero ahora hay unas instalaciones de la planta, hoy propiedad de Anglo American.

A la salida del pequeño estadio, una ex vecina, Teresa Fernández, pregunta por Marco. "¿Sigue teniendo el mismo genio del papá?", pregunta. Carmen sólo sonríe.

-Estamos acostumbrados a que lo critiquen. Pero acá no es odioso, la pasa bien- afirma Patricio.

Marco, su esposa y sus cuatro hijos visitan Llaillay regularmente. No comparten con nadie en el pueblo, simplemente se encierran en casa de Carmen y almuerzan en familia. Marco exige que cada uno de sus hijos levante su plato y lo lleve al lavalozas.

-Mi marido decía que estaba pintado para milico -dice la madre-. Es jodido, pero querendón con la familia. Al menos yo, le debo todo.

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