La historia del chofer del bus y de las otras víctimas del accidente en la ruta a San Antonio

<P> Hace tres años, la esposa de José Luis Abarca se fue y él quedó a cargo de su hijo, en San Antonio.</P>




Como todos los días, el despertador de José Luis Abarca Saavedra (38) sonó a las 5 de la mañana. El chofer de Tur-Bus se levantó rápidamente y, luego de despedirse de su suegra, con la que vivía hace 16 años en Avenida San Juan 2186, se encaminó a sus funciones como conductor entre Llolleo y Santiago. Dos horas después, Adelina Vidal supo que su yerno había fallecido.

A esa misma hora, Bernardita Saavedra veía en las noticias, en su casa de la Población 30 de Marzo, en San Antonio, que había un gran accidente carretero. Sospechó que José Luis, al que desde niño le decían "Chelo", podía estar herido. La información era confusa y prefirió esperar a que su otro hijo, Francisco Abarca, fuera a verla como hacía diariamente. Pero no llegó. La llamó para decirle que estaba averiguando qué había pasado. Minutos después la llevaron donde su hermana. Allí confirmó sus peores sospechas: su hijo había fallecido.

En paralelo, Mauricio, hijo del fallecido conductor, era atendido por la sicóloga del colegio People Help People, en Santo Domingo, para afrontar que su padre había muerto en un accidente. En el mismo establecimiento otros dos niños también perdieron a sus padres: el hijo de Héctor Seguel y el de Dagoberto Millar.

José Luis Abarca vivió toda su vida en San Antonio. En su juventud practicó boxeo y, en 1991, fue vicecampeón de la categoría Liviano, en el Campeonato de "Boxeo de los Barrios". Su diploma aún permanece colgado en uno de los muros de la casa que compartía junto a su hijo de 15 años.

Padre e hijo compartían su pasión por el fútbol. José Luis era hincha de Cobreloa y Mauricio lo es de Colo Colo. Según cuenta su familia, hace casi tres años, la esposa del chofer de Tur-Bus se fue de la casa, por lo que él debió quedarse a cargo de criar y educar al niño.

Es por esta razón que "José Luis era mamá y papá. Se dedicaba cada vez que tenía tiempo libre a jugar con el niño a la pelota", explica su suegra.

Los amigos

Pero la historia de José Luis no es la única que enlutó a San Antonio. En el mismo bus interprovincial donde fallecieron 20 personas, se trasladaban James Ortiz Cordero (41) y Dagoberto Millar González (49).

El primero se desempeñaba como supervisor informático de Lan Chile, el otro era conductor profesional. Ambos viajaban todos los días a Santiago, eran casados, tenían hijos y eran el sostén de sus familias.

Según contó Valentín Ortiz, hermano del fallecido, el encuentro entre Ortiz y Millar en el terminal "hizo que James tomara el bus antes, porque él no se iba tan temprano", reflexionó entre lágrimas.

Una vez abordo de la máquina decidieron compartir asientos, en el que se tranformaría en su último viaje juntos.

Luego de enterarse del accidente carretero, Mario, hermano mayor de James, viajó para acompañar a su cuñada en el reconocimiento de su cuerpo.

Sin embargo, cuando llegó al lugar de la tragedia se encontró con un escenario inesperado: su cuñado Dagoberto Millar también había perdido la vida.

Tras recuperar su cuerpo, su familia decidió velarlo en el cuartel de Bomberos de Santo Domingo, del cual formaba parte. A su amigo James, en tanto, lo despedirán en la Parroquia de Llolleo.

Otra de las víctimas, Ignacio Jeria (37), las vio duras cuando adolescente, cuenta su abuela, Zunilda Parra. La familia perdió a los dos grandes pilares y fue el "Nachito" quien debió tomar el mando. Además de ayudar a sus tres hermanos, formó una familia y tuvo dos hijos.

En la Población Placilla de San Antonio, todos saben lo sacrificada que era su vida y que viajaba todos los días a Santiago al BancoEstado, donde se desempeñaba como coordinador de proyectos.

"Todo el barrio lo quería, era muy honesto, el que necesitaba algo recurría a él, era el alma del barrio, estamos todos muy mal", recuerda la mujer.

A estas historias se suma la de Carolina Vera Castro (38), hermana del alcalde de San Antonio, Omar Vera. Al igual que muchos de los fallecidos, Vera Castro -madre de tres hijos- a diario debía levantarse temprano para emprender el rumbo hasta la capital, por razones laborales.

Tras confirmarse su deceso, contó una de sus hermanas, fue el propio jefe comunal quien se trasladó hasta "el Servicio Médico Legal para reconocer su cuerpo", lo cual les permitirá efectuar sus exequias.

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