La historia del creador de los tradicionales paseos en burro de Cachagua
<P>Hace cuatro décadas, Mario Torres (48) inició un negocio que se ha transformado en un atractivo más del balneario. </P>
Una de las labores que tenía Mario Torres (48) en su niñez era acarrear leña. Obediente, partía con su burro "Joaquín" y recorría dos kilómetros para recolectarla en la periferia de Cachagua: "Tenía seis años y me vine a pasear por la playa y un señor me pidió el burrito para dar una vuelta con su hijo. Me dio una propina de un peso. Entonces seguí viniendo y él volvía a pedirme el burrito. Y así empezó el negocio".
El creador de los paseos recuerda que con su primera propina compró dulces. Pero las siguientes las ahorró, complementándolas con los "pitutos" que hacía en el rubro de la construcción, en momentos en que el desarrollo inmobiliario del balneario estaba en auge. "Cuando tenía 18 años me compré dos burritos, mi papá tenía otros dos y empecé a trabajarlos todos", dice.
Con su pequeña cuadrilla, se instaló en la plaza de Cachagua. Y los visitantes que llegaban por el fin de semana y en verano no tardaron en entusiasmarse con el paseo. "Se puede pasear por todas las calles, recorrer el balneario. Los animales son mansos, están acostumbrados a la gente y, especialmente, a los niños. Entonces los papás, con toda confianza, los sacan a pasear", dice.
En Cachagua todos conocen a Mario Torres. Le dicen "el señor de los burros". También reconocen a los 25 animales que tiene en la actualidad y los piden por su nombre. "Frodo", "Campanita" y "París" son algunos de los favoritos. Otros, como "Monserrat" y "Tomás", han sido bautizados en honor a los hijos de antiguos clientes, que han nacido al mismo tiempo que la camada.
El burrero cuenta que ha paseado a políticos, empresarios y rostros de televisión, que ahora llegan con sus hijos. Entre sus clientes, recuerda a los clanes Zaldívar, Walker, Piñera, Dittborn y a las niñas de Karen Doggenweiler y Javiera Díaz de Valdés. "Llevamos a los niños en los veranos o en los fines de semana largos, cuando vamos. De chicos, andábamos en burro, ahora voy con los niños. Cachagua es tranquilo, hay arena de maicillo, no está pavimentado y los autos andan despacio", dice el senador Patricio Walker.
A los animales de Torres le cuelgan chupetes de las monturas. Eso, porque hace años se instauró una tradición en el balneario: cuando un niño quiere dejar su chupete, se lo va a dejar a un burrito. "Vienen los niños y les hacemos una pequeña ceremonia con los papás. Yo le hablo al burro y le digo: "Este niño viene a dejarte el chupete, porque ya es grande y no quiere tenerlo más, por eso, de ahora en adelante, es tuyo. Luego, amarramos el chupete al burrito y le damos un aplauso al niño. La mayoría queda convencido, pero algunos se han arrepentido y han vuelto a buscarlo", explica.
A Torres le ha ido bien con su negocio. Tiene una casa y puede costear salir a veranear, claro que en invierno, porque el verano es el peak de sus paseos y llega a hacer más de 100 cada días.
La municipalidad también lo apoya. Hace poco se construyeron bebederos de piedra para los animales y ahora están remodelando la "plaza de los burros", manteniendo una esquina para que la tradición no se pierda.
"Estamos haciendo un anfiteatro para unas 300 personas, para que tengamos espectáculos al aire libre, de música, títeres o teatro", explica el alcalde Nicolás Cox.
Los trabajos, que debutarán este verano e implican una inversión de $ 24 millones, incluyen nueva iluminación, juegos y áreas verdes. También se construyó una nueva plaza en el sector El Golf.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.