La historia del Valium, la droga que nos cambió hace cinco décadas

<P>A fin de año en EE.UU se cierra la planta en la que fue desarrollado y manufacturado por décadas el Valium, la droga más popular del mundo hasta los 80. A pesar de que ya no es muy recetada, la revolución cultural que provocó se percibe hasta hoy. </P>




En los 70 Elizabeth Taylor comentaba a viva voz que su dieta consistía en una estricta mezcla de Valium y Jack Daniels. En 1966, los Rolling Stones le dedicaron a ese fármaco una canción de su disco Aftermath, llamada "La pequeña ayuda de mamá" (Aunque ella no está realmente enferma, hay una pequeña píldora amarilla/ Mamá corre a refugiarse en su pequeña ayuda/ Y la ayuda en su camino, la ayuda durante su ocupado día).

Así de popular llegó a ser el Valium.

Fue la primera droga para combatir la ansiedad que llegó a capitalizar ventas por más de 100 millones de dólares; que alcanzó portadas de revistas como tema de debate y que cambiaría para siempre nuestra relación con los medicamentos y con la forma de afrontar los problemas cotidianos. El Valium nos vendío la idea de que los problemas emocionales no tenían por qué mantenerse en secreto, que no había que estar enfermos para tomar medicamentos y que si un fármaco era bueno para el resto -incluidas las grandes figuras-, también lo era para nosotros. Todos le creímos.

Aprobado por la FDA de Estados Unidos en 1963, en ese país el Valium tenía precedentes. En 1955, el mismo organismo había visado la venta del Miltown, una droga capaz de eliminar la ansiedad temporalmente, pero cuyo uso era bastante controvertido debido a los efectos sedantes que producía. El medicamento, cuyo compuesto activo era el meprobramato, sería el primer ansiolítico éxito de ventas, un fenómeno que comenzaría a cambiar lentamente la percepción social sobre los medicamentos.

Antes de esto, la ansiedad moderada nunca había sido considerada como una enfermedad, sino más bien como un estado pasajero del que una persona debía salir a través de sus propios medios. Y más bien en silencio. Con el Miltown comenzó a plantearse un nuevo punto de vista, que dictaba que los medicamentos podían servir no sólo para tratar enfermedades, sino también para aliviar el peso de la vida cotidiana. Y rápidamente (en un par de horas comenzaban a ser visibles sus efectos).

Sin embargo, tal como describe Andrea Tone en su libro La era de la ansiedad, la revolución más grande estaba por venir. Frente al enorme éxito del Miltown, las empresas farmacéuticas cambiaron su forma de concebir el negocio de los medicamentos y por primera vez se alejaron de los laboratorios universitarios y de los fondos del gobierno. ¿La misión? Ganar la frenética carrera por encontrar la próxima píldora súperventas.

Así fue como el laboratorio Roche reclutó al químico polaco Leo Sternbach, que en la planta Nutley de la farmacéutica, en Nueva Jersey, inició la era de las benzodiazepinas. El nuevo compuesto sintetizado por Sternbach tenía efectos un poco más duraderos que el Miltown y su toxicidad era mínima. Fue aprobado por la FDA en 1960 y un mes más tarde comenzó a ser comercializado como Librium. Sin embargo, el sabor amargo y el corto tiempo de acción del Librium eran dos importantes factores en contra para su comercialización. Por eso, el químico polaco no dejó de trabajar hasta 1963, cuando le dio vida al Valium, la más refinada benzodiazepina hasta la fecha y que gobernaría los recetarios del mundo hasta terminada la década de los 80.

Si el Librium había sido inesperadamente lucrativo, las ganancias que dejaría el Valium serían astronómicas. Más potente que el Librium, el Valium se convertiría en la droga más recetada del mundo occidental entre 1968 y 1981. Y también la más publicitada, lo que le dio una aceptación social nunca antes vista.

En Nutley, gigantes máquinas producían pastillas a razón de 400 por segundo. En 15 horas, las líneas de ensamblado de la compañía podían generar 30 millones de ellas, suficientes para satisfacer el consumo global por apenas cinco días. Solamente en 1978, Roche vendió cerca de 2,3 mil millones de tabletas, número que alcanzaba para medicar a la mitad del orbe.

En Estados Unidos el fenómeno era aplastante, como quedó inmortalizado en la película Starting over, de 1979. Allí, el personaje interpretado por Burt Reynolds sufría un ataque de pánico en la tienda Bloomingdale's y su hermano preguntaba a los compradores: "¿Alguien tiene un Valium?". Todas las mujeres en la tienda abrían sus carteras y le extendían un par de pastillas.

En todo el mundo ocurría lo mismo.

En nuestro país, la costumbre de sacar un par de Valium de la caja para dárselos a cualquier amigo o familiar en problemas se volvió tan común, que según un reporte publicado en la Revista Médica de Chile, en 1980 comenzó a hablarse de adicción a las benzodiazepinas, para llegar a 1990 con 31,4% de los santiaguinos consumiendo este tipo de fármacos. "Tómate un Valium", se convirtió en una frase instalada.

Dos fueron los fenómenos que catapultaron la fama del fármaco. Por una parte, a diferencia de otras drogas más antiguas, la divulgación del medicamento, desde la publicidad y los especialistas, ponía un fuerte énfasis en el componente científico de su funcionamiento. Hablar de la eficacia de las benzodiazepinas implicaba comenzar a hablar también de lo que ellas producían en el cerebro al interactuar con los neurotransmisores. Esto abrió un campo completamente nuevo para la medicina moderna, ya que si los ansiolíticos funcionaban, eran porque reparaban un desbalance bioquímico, es decir, un problema físico. Nunca más capricho o histeria: la ansiedad era un desorden que debía ser tratado con medicamentos.

Por otra, según explica Katherine Sharpe en su libro La mayoría de edad del Zoloft: Cómo los antidepresivos nos alegraron, nos dejaron caer y cambiaron quiénes somos, estaba el tema del descrédito de la sicoterapia freudiana. En los 60 comenzó el hastío masivo de la gente que durante las dos décadas pasadas había tratado de curar sus problemas emocionales con este tipo de tratamiento. Pacientes frustrados comenzaban a quejarse de que la terapia sicoanalítica era cara y que demoraba demasiado tiempo, a veces sin siquiera producir resultados efectivos. ¿Por qué mejor no consumir medicamentos? Si bien no entregaban una solución definitiva, unas pocas horas de calma al día eran suficientes para los agobiados pacientes.

Hasta comienzos de los 90 se extendió el largo reinado del Valium, cuando comenzó a ser rápidamente reemplazado por el Alprazolam, un tipo diferente de benzodiazepina, cuyo tiempo de metabolización era mucho más corto y eliminaba la sensación de sedación tan característica del anterior fármaco. También empezaría la extrema popularidad del Prozac, que sigue prometiendo tratar la ansiedad en el largo plazo. Ninguno de los dos habría alcanzado tanta fama de no haber sido por el camino pavimentado por el Valium.

A fin de año se termina definitivamente la era de esta popular droga. A pesar de que sus ventas aún son interesantes (48,7 millones de prescripciones durante el año pasado), Roche ha decidido cerrar la mítica planta de Nutley para abrir, en 2013, una oficina de investigación más pequeña en Nueva York, a fin de explorar las drogas del futuro. Quién sabe si alguno de sus hallazgos vuelva a cambiar la industria farmacéutica y nuestras vidas.

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