La misión: completar el álbum
<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px;">Cada cuatro años el Mundial llega acompañado de pésimas canciones-himnos, promociones de televisores o inexplicables licencias médicas. Pero también aparece el álbum de rigor, el cual obsesiona a adultos y niños.</span></font>
HACE un par de semanas una noticia publicada en las páginas del diario El Espectador de Colombia destacaba por lo rara: en la ciudad de Bucaramanga miembros de la Policía de Infancia y Adolescencia comenzaron a investigar a un profesor que requisaba a sus estudiantes láminas del álbum del Mundial de Brasil 2014, con el argumento de que los desconcentraba. ¿Su delito? Fue descubierto por un alumno de 13 años pegándolas en su propio álbum.
Y no es raro. Ese tipo de pasiones despierta cada cuatro años el álbum del Mundial, cuyos cromos se fabrican en el país anfitrión. Para satisfacer la demanda, la fábrica que la editorial italiana Panini maneja en el centro empresarial de Tamboré, un barrio industrial el norte de São Paulo, produce 40 millones de figuritas diarias.
Este fenómeno es el que cautiva a un segmento que hoy resulta más bien extraño en el mercado de los álbumes: los adultos. “Nosotros somos el primer producto del Mundial que se lanza a la venta generalmente. Por eso el fervor comienza instantáneamente. Ahora a medida que se acerca el campeonato, aumenta el interés”, explica Alejandro Schott, product manager de Panini Chile, sobre el álbum lanzado en marzo.
Uno de los miembros de esta raza de coleccionistas es el ingeniero Jimmy Pedreros (40), quien partió a los 10 años juntando láminas con su papá en Colombia y hoy, tres décadas después, sigue intercambiando figuras con sus compañeros de trabajo. “Tenemos un grupo de WhatsApp donde explicamos cuáles nos faltan y las vamos cambiando”, dice. Es una dinámica que se va repitiendo en varias oficinas del país: ejecutivos de cuello y corbata preguntando quién tiene repetido al Mago Valdivia, el escudo de España o tratando de completar a la esquiva selección de Camerún. “Es una adicción”, resume Pedreros.
A pesar de que en la compañía italiana aseguran que no hay figuras más difíciles de conseguir que otras, los coleccionistas siempre se topan con algunas láminas que son “santos griales” debido a lo complejo que resulta conseguirlas. Un caso que se hizo conocido en las últimas semanas fue el de Joel Campbell, delantero de la Selección de Costa Rica y que compró 100 sobres para buscar su propia lámina. Pero no apareció en ninguna de las 500 que le tocaron.
En Twitter escribió “100 sobres y no me encontré #BadLuckCampbell (#MalaSuerteCampbell)”. Su comentario fue tan popular que la cuenta oficial de Panini en Inglaterra le respondió: “Estás ahí. ¡Te lo prometemos! ¡Haznos saber si quieres que te mandemos la tuya. Buena suerte con la colección y el torneo!”.
Reunión de fanáticos
Es sábado y frente a la empresa Panini, en la calle Emilio Vaisse, en Ñuñoa, se reúnen los fanáticos. Llegan a las 10 de la mañana y para el mediodía ya son más de 200. Representan una fauna bastante diversa: hay niños, adolescentes y adultos, muchos de éstos acompañando a sus hijos. Varios llevan camisetas de fútbol. Otros portan cuadernos donde detallan las láminas que tienen y cuáles les faltan. Algunos se pasan los datos directamente a través de aplicaciones en sus teléfonos.
La comunidad ocupa la vereda comprando, vendiendo (sí, hay revendedores de laminitas que ofrecen a 300 pesos las figuras que son más escasas) y principalmente intercambiando jugadores, escudos y estadios mundialeros. Uno de los que peregrina cada sábado a las oficinas de Panini es el comerciante Jorge Holguín (36). Llega con sus amigos del trabajo y de la liga de fin de semana a eso del mediodía. “Nos organizamos a través de Facebook y después cambiamos las láminas el fin de semana”, cuenta.
Panini, empresa con sede en Módena, Italia, partió con los álbumes en 1961 con uno sobre la liga italiana de ese año. La primera colección de un Mundial fue para México 1970. De hecho, hace unos días un álbum completo de ese año se transó en eBay en casi 1,7 millones de pesos. Según datos de CNN, hace 44 años se vendieron nueve millones de paquetes en el mundo, monto que en los últimos mundiales ha escalado hasta los 1.000 millones de paquetes.
El consultor de telecomunicaciones Jorge Pérez (39) dice que en décadas anteriores era más difícil llenar un álbum. Había que rastrear las figuras más escasas con el boca a boca, muchas veces viajando a distintos puntos de la ciudad. “Hoy el cambio es más rápido gracias a internet”, explica Pérez. Se refiere a grupos de Facebook donde coleccionistas coordinan los intercambios por comuna, en una especie de “cita a ciegas” para pasarse láminas.
Una revisión rápida, aleatoria y nada científica al grupo en la red social arroja mensajes del tipo “cambio láminas soy de Quilpué y necesito las siguientes…”, “soy de Quillota y trabajo en Valpo, cargo con alrededor de 30 láminas repetidas del mundial…”, “Estimados hago cambio en Santiago Centro o metro en Maipú…”, “Hola, puedo cambiar láminas en Temuco, Valdivia, Osorno, Puerto Varas y Puerto Montt…” y así. “En Facebook se hacen ‘cambiatones’. Ven cuáles les faltan y en Panini se juntan y las cambian”, cuenta el artista visual Ítalo Garrido (29).
Estos se suman a otros chiches que antes no existían. Por ejemplo, Panini Collectors App es una aplicación de la compañía italiana que literalmente escanea láminas y las ingresa a un software que identifica las que el coleccionista tiene y cuáles le faltan, además de poder subir a redes sociales esos datos. A esto se suma un álbum virtual que se colecciona vía internet (http://en.stickeralbum.fifa.com). Otra novedad es la posibilidad que ofrece la empresa para que las personas a las que les faltan menos de 50 láminas puedan comprarlas por separado. Algo que los puristas rechazan, con un argumento que la mayoría comparte: “Así cualquiera”. “Comprar la lámina es muy fácil. Se acaba la diversión”, dice Holguín.
Porque si algo tienen los coleccionistas es apego a sus tradiciones. Y la primera es sencilla: completar el álbum. La fórmula clásica que tienen es comprar paquetes grandes con varios sobres de láminas y después sólo ir cambiando las láminas que tienen repetidas. “Con cuatro paquetes uno la hace”, explica Garrido, en un cálculo con el que la mayoría de los coleccionistas coincide. ¿Inversión? Entre 40 y 50 mil pesos por álbum. “El tema de coleccionar nunca se acaba. Llenan los álbumes y después los mantienen como tesoros”, dice Schott. Un ejemplo es Pérez, hincha de la Católica, que en la caja fuerte de su casa, junto a bienes con un real valor monetario, guarda dos objetos de incalculable importancia para los hinchas cruzados: láminas plastificadas de Mario Lepe y Patricio Toledo en selecciones chilenas de los 80 y 90.
Varias generaciones
Ese tipo de pasiones despiertan estas láminas en los coleccionistas. Otro ejemplo se vio en 2010, cuando ladrones entraron a una bodega de Sao Paulo, Brasil, y robaron más de 135 mil láminas. El delito se repitió hace unas semanas con el asalto a un camión en Río de Janeiro: más de 300 mil cromos fueron sustraídos para luego ser revendidos en la calle.
Se trata de un negocio que no es malo, debido a la diversidad de edades que tienen los coleccionistas. Schott identifica tres segmentos de clientes: uno principal compuesto por niños; otro de adultos jóvenes y un tercero conformado por padres que ocupan las láminas para acercarse a sus hijos. “Hay una curva en las edades, 11 años es el promedio de los coleccionistas. A veces se parte a los seis años y lo hacen hasta los 14. Después vuelven cuando son adultos y tienen poder adquisitivo”, explica el product manager de Panini.
Uno que ocupa las láminas para acercarse a los niños es el profesor Juan Pablo Derosas que las cambia con sus alumnos del Liceo Jorge Alessandri Rodríguez, en Renca. “Empecé a hacerlo en este álbum. Entraba a la sala y les decía que el plan de trabajo consideraba cambiar láminas al final de la clase”, dice el docente en Historia. La idea de Derosas prendió y ahora mientras camina por el establecimiento en los recreos se le acercan corriendo niños de Básica para cambiar láminas.
Este no es el único caso. Varios adultos utilizan los álbumes como punto de encuentro con niños. La mayoría son padres. “Muchos lo ocupan como método para juntarse con sus hijos y coleccionar en conjunto. Es un medio de acercamiento. Muchas veces pasa que coleccionan dos álbumes: uno del papá y otro del hijo”, concluye Schott.
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