La modernización de la comida Hare Krishna

<P>Este tipo de alimentación se pone al día de la mano de un carrito en Providencia, imitando el formato fast food con combos sanos para universitarios y servicio delivery a oficinas. </P>




"¿Cuál es mi objetivo? No quiero amparar el maltrato animal ni la industria alimentaria que depreda el planeta", dice Maximiliano Barcazo, mientras adereza con mayonesa de papas un taco relleno de carne de soya, tomate y lechuga. Tiene 15 años y es el cliente más joven del restaurante Krishna de Providencia. Cada vez que está cerca, desembolsa $ 1.300 por un taco.

El local es atendido por Tamara (24) y Patricia (51) desde que abrió sus puertas, en noviembre de 2008. "Viene gente como Maximiliano, que es vegetariano por opción, pero también muchos otros que prefieren la comida más sana o nuestros menús raros, como los llaman ellos", cuenta Patricia riendo.

En los últimos años ha crecido la comercialización de la comida Krishna. Aunque han salido a la calle a vender hamburguesas o panes integrales, de la mano de nuevas pymes, los productos asociados al movimiento se están multiplicando entre personas comunes gracias al vegetarianismo.

Patricia -mamá del dueño de este local en Providencia- y Tamara han visto aumentar las ventas en un 70% en el último año. La mayoría de sus seguidores son oficinistas que también pueden llamar para pedir un plato a su escritorio. En la vitrina del pequeño local -que sólo tiene siete sillas aferradas a una barra y, en un recinto lateral, mesas para 13 personas- se pueden comer fajitas, empanadas de harina integral o Kacori, típicas masas indias con garbanzos o arvejas que tienen aspecto de papa rellena. Un menú de todos los días, como lasaña de verduras más ensalada, cuesta 2.200 pesos. De un equipo de música suenan mantras y de las paredes cuelgan tres fotos de Krishna, su Dios Supremo, que parece mujer y hombre. "Es que sus formas son ilimitadas", dice Tamara. La cocina parece traída desde un templo hasta Providencia y ellas suman conversación. A quien quiera preguntar les cuentan sobre el Bhagavad -Gita y sus enseñanzas, una especie de Biblia Hare Krishna.

Lo mismo sucede en el restaurante "Syam", ubicado en Apoquindo 3307, local 14. Hace dos años y medio se instaló en el barrio El Golf y en él se venden menús para oficinistas entre las 12.45 y las 15.15. Atienden a 100 personas al día y el público se ha incrementado en un 30% los últimos seis meses. Se tuvieron que poner a la vanguardia de la tecnología para aumentar la clientela. "Inventamos una cuenta de Twitter y Facebook, eso ha hecho que hayan llegado más personas", cuenta Diego Maldonado, administrador del local.

"Una de las razones por las que ha crecido la demanda de esta comida es el precio", explica Amara Gouranga Das (32), presidente del templo Krishna de General Carrera 330, que congrega a 500 personas. Según él, la gente ha percibido que la comida es buena, saludable y, además, mucho más conveniente en términos económicos. "Se han inaugurado 10 locales nuevos de comida de este tipo en los últimos tres años. Podemos hablar de un boom", agrega. La comida en esta religión no está de adorno. Por medio de los alimentos consagrados a Dios progresan también espiritualmente. De hecho, la comida en venta pasa primero por este proceso. El cocinero termina su labor y ofrece todo a Krishna.

En el barrio universitario también han aparecido nuevos locales. Amara es dueño de uno en Sazié 2180. En "Abhay Charan" tomaron el mismo concepto de Mac Donald's y comenzaron a ofrecer combos. Lo más popular son las fajitas con tomate, palta, lechuga y alguna proteína (soya o quesillo) que cuestan $ 800. Si a esto se suma un jugo y otra fajita, el precio es de $ 1.400. "Aceptamos cheque restaurante y también ticket Junaeb", cuenta. Abren de 9.30 a 20 horas.

Muy cerca está "Prasadam". Su dueña es Magdalena Flores (26), o Maha Bhakti Saci. Por apenas una ventana del número 2017 B de calle Gorbea salen hamburguesas, completos con vienesas de soya y burritos vegetarianos. Magdalena entendió que su público es joven y por eso, mientras la única vendedora con la que trabaja entrega un pedido, suena por la radio "Mi chica bonita", un reggaetón. "Preferí no tener mantras. La gente se puede sentir más atraída por otros sonidos", dice Magdalena. Su local existe desde septiembre de 2009, pero sus ventas se dispararon en marzo de este año. Si antes vendía 20 burritos al día; ahora, 90.

Param Gati (49) es otro devoto que entendió que había que profesionalizar la venta. Salió durante 10 años a la calle con una caja y hamburguesas caseras. Ahora instaló un carrito de aluminio en Providencia, casi al lado de la calle La Concepción. En él vende hamburguesas de soya a $ 700 y también alfajores, galletones de avena y pan. Todo hecho por él y dos ayudantes que colaboran vendiendo. Param Gati se levanta a las 4 de la mañana. Primero reza el Tulasi, un rosario con 180 cuentas, y después comienza a cocinar. Todo es fresco. Los vegetales se traen de La Vega. También vende una bandeja ideal para la hora de almuerzo: tallarines, hamburguesa de soya y ensalada de zanahoria por $ 1.000. El carrito dice "Food for life", lo mismo que los petos que cuelgan de Param Gati y dos ayudantes. Parte de las ganancias del día van a esta fundación Hare Krishna que reparte comida vegetariana en sectores pobres. "No se trata sólo de un negocio. Queremos ayudar a los demás. Sin carne te conviertes en una persona más piadosa y la conciencia se expande", finaliza Param Gati.

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