La modernización del Pueblito Los Dominicos
<P>En los 80 eran una decena de artesanos y sus talleres. Después de 30 años, luchan contra las importaciones y por mantener su identidad. </P>
Ana María Galdámez dejó su natal Pomaire para probar suerte en Santiago. "Carlos Acevedo, un empresario argentino, llegó a mi pueblo en busca de artesanos de greda para su proyecto de crear un centro de artesanía justo fuera de la Iglesia de Los Dominicos", dice.
Era 1979 y en ese lugar solían instalarse vendedores del sector a ofrecer sus productos después de misa. A éstos se sumaron una familia de orfebres, un labrador de piedras traído desde Colina, un vendedor de pájaros, un forjador de cobre y una familia que instaló un horno de barro donde, hasta hoy, se preparan empanadas. "El horno (ubicado detrás de la iglesia) es el corazón de este lugar, desde donde se comenzó a expandir", cuenta Gustavo Silva, vicepresidente de la Asociación Gremial del Pueblito Los Dominicos.
Los pioneros del lugar plantaron una huerta donde cosechaban vegetales y frutas que luego utilizaban para cocinar. Ellos mismos fueron construyendo los locales y los senderos con madera y barro, al estilo de casas de inquilinos de fundo. "Pagábamos cerca de $ 3.500 de la época de arriendo", dice Ana María. Estos, luego iban a la congregación de curas, dueña de los terrenos hasta hoy.
En 30 años de vida, el tradicional mercado de Las Condes se ha transformado: no sólo se venden empanadas de horno y artesanías típicas hechas en el lugar, sino que productos importados, pizzas y cervezas.
Según Dina Medvinsky, coordinadora del Area de Artesanía del Consejo de Cultura y Las Artes, "los artesanos se han visto muy desfavorecidos por las importaciones, ya que los revendedores consiguen los productos a precios bajos y de manera industrializada, por lo que pueden vender mucho más. En cambio, el artesano sólo es capaz de vender lo que produce".
Los cambios que ha sufrido este mercado han sido paulatinos. Luego de Acevedo, Fernando Bórquez asumió el liderazgo en el 82. "Era un artesano con ojo comercial. Hizo un convenio de arriendo con la congregación y se dedicó a expandir el pueblito", dice Silva.
Ana María cuenta que el período de auge fue en los 70 y 80: "En esa época comenzó a poblarse el sector y los visitantes eran gente del barrio, de clase alta y turistas que llegaban en buses especiales".
En 1997, la Corporación Cultural de Las Condes asumió la administración del mercado, luego de una serie de conflictos económicos. Según cuentan los locatarios, Bórquez no se preocupaba de cobrar las deudas de arriendos. "Los curas querían que un privado tomara el control del lugar, pero no hubo interesados", cuenta Silva. En enero del 98, el pueblito permaneció cerrado y los locatarios se instalaron en la plaza a esperar hasta que lo abrieran.
Cuando la corporación se hizo cargo, hubo varios artesanos que tuvieron que dejar sus locales porque se negaban a cancelar las cuentas impagas. Ahora, los artesanos tienen sentimientos encontrados con la labor que ha realizado ésta: "Lo bueno es que cambiaron los baños, instalaron una red seca y cámaras de seguridad. Pero también ha facilitado la llegada de los comerciantes", dice Patricio Espinosa, ebanista y tesorero de la Asociación.
Hasta ahora, éste sigue siendo uno de los conflictos más importantes al interior del pueblito. Según una encuesta realizada en marzo de este año por los mismos locatarios, el 40% son comerciantes que venden artículos traídos desde otros lugares de Chile o China, Perú e India.
Hace cinco años algunos locales instalaron el sistema Transbank para facilitar las ventas a turistas, aunque no todos estuvieron dispuestos a pagar las 2 UF mensuales que cuesta. La minoría siguió con el clásico método de pago: efectivo y aprenderse el tipo de cambio de dólares y euros.
A fines de noviembre lanzarán una nueva página web. Sólo 30 locales de los 150 que existen hoy, quisieron participar en ella. Allí mostrarán sus productos y se podrán realizar pedidos online y consultas.
No todos los artesanos están contentos con la llegada de la Línea 1 del Metro: "Viene más público que antes, pero este aumento de público no se ha traducido en mayores ventas. Mucha gente no conocía el pueblito porque le quedaba lejos. Lo malo es que más público no se traduce en más ventas", finaliza Espinosa.
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