La mujer más admirada de la canción francesa

<P>A los 66 años, la famosa cantautora Françoise Hardy prueba en su nuevo disco una vital creatividad y la admiración irrenunciable de las nuevas generaciones por su figura.</P>




Hay una sola mujer que mantiene vivo al viejo y desahuciado Remy, el protagonista de la entrañable cinta canadiense <Las invasiones bárbaras<(2003). Es Françoise Hardy, que en su recuerdo canta L'amitié saliendo de las olas; toda delgadez, sugestión y melancolía. Para los jóvenes franceses de los años 60, no hubo mayor símbolo de una belleza inteligente que la cantautora, triunfal puente entre la frivolidad y la densidad de la época. France Gall era la ingenuidad; Juliette Gréco, el misterio; y Brigitte Bardot, el erotismo. Françoise Hardy se impuso como la única capaz de descansar en sus propias decisiones creativas y en una exitosa discografía. Pelo castaño, huesos marcados, canto suave y brillante sagacidad, la intérprete inscribió en el cancionero de la época temas como Tous les garçons et les filles, Le temps de l'amour y Comment te dire adieu?; esta última, con letra de Serge Gainsbourg.

Su nuevo disco, <La pluie sans parapluie> (Lluvia sin paraguas), es parte del vuelo que la cantautora de 66 años ha encontrado en la última década como inspiradora de músicos más jóvenes. Es suya la voz invitada de un conocido single del grupo Blur (To the end) y sus cuatro últimos discos han contado con algún tipo de invitado asociable al rock, sea Iggy Pop o Benjamin Biolay.

Esta vez, nombres de la cantautoría francesa joven (Arthur H, Calogero, La Grande Sophie) acompañan a una de las pocas mujeres que ha merecido un verso de admiración de Bob Dylan ("Françoise Hardy/ en el borde del Sena/ una sombra gigante/ de Notre Dame"). Mick Jagger, Paul McCartney, Nick Drake y Eric Clapton son otros de los famosos fans que acumuló la parisina durante su apogeo: "Dylan me pareció aburrido, nada atractivo; no se veía bien. Jagger era otra cosa. Una sonrisa suya me dejó sin habla", confiesa en su autobiografía, <Le désespoir des singes, publicada hace dos años.

Conocida por su desdén de las mieles de la fama, Hardy siempre ha resultado una muy franca analista de su propia carrera y sería imposible hacerla tomar el peso de su condición de ícono generacional. En sus propias palabras: "Muchos de esos viejos éxitos sólo son los de una voz mínima, una melodía ínfima, una estructura inconsistente... Les agradezco lo que hicieron por mí, pero estoy muchísimo más orgullosa de lo que he estado trabajando estos últimos años".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.