La nueva carrera científica por llegar al fondo del mar

<P>El director James Cameron anunció una expedición a las fosas Marianas, el lugar más profundo del océano. Pero el realizador no es el único que quiere bajar a más de 11.000 metros, ya que varios equipos buscan llegar hasta ahí y conseguir, por ejemplo, descifrar el potencial médico de los microorganismos que allí habitan. </P>




Desde la semana pasada, el famoso cineasta James Cameron (Titanic) y el magnate inglés Richard Branson -dueño del conglomerado Virgin- son los principales contendores en una competencia bautizada con un nombre que carga claras reminiscencias a una clásica serie televisiva de los 60. La "carrera hacia el fondo del mar" tiene un objetivo claro y sumamente ambicioso tanto en términos técnicos como científicos: ser el primero en llegar al punto más profundo del océano, ubicado en la fosa de las Marianas, una especie de gran cicatriz de 2.550 km de largo que recorre el Pacífico sur.

Se trata de una aventura hacia un mundo casi inexplorado: quien logre llegar al fondo del abismo Challenger -el punto más profundo de las Marianas y ubicado a poco más de 11 mil metros- será el primer humano en 50 años en visitar la zona. En 1960, el sumergible Trieste de la Armada de EE.UU. pasó sólo 20 minutos en el lugar y, debido a las limitaciones técnicas y la oscuridad permanente, no pudo captar imágenes ni capturar alguno de los especímenes avistados en el descenso.

Mientras la expedición Deepsea Challenger de Cameron -auspiciada por National Geographic y que partiría en algunas semanas- tiene como fin principal captar imágenes en 3D y recoger algunos especímenes, la nave Deepflight Challenger de Branson -similar a un avión- también se valdrá de dispositivos lanzados antes de la travesía y que contará con cámaras, luces, filtros y carnada para atraer posibles ejemplares y, además, capturar microbios y otros microorganismos. Estos serán recogidos por los tripulantes de la nave de Virgin Oceanic cuando ésta llegue al lugar.

Pero más allá de la disputa entre estas dos figuras mediáticas, lo cierto es que el interés científico en las Marianas no se circunscribe a Cameron y Branson. En total son cinco equipos los que tienen su mira fija en la zona más profunda del mar: además de Branson y Cameron, está el equipo de Triton Submarines (EE.UU.), los científicos del grupo DOER (EE.UU.) y los investigadores chinos a cargo del sofisticado submarino Jialong.

La razón de este interés la explica claramente Katrina Edwards, bióloga de la U. de California del Sur (EE.UU.) y miembro del equipo científico de Virgin Oceanic. "Algo sabemos de las formas de vida que existen en el océano profundo, en las proximidades de fuentes hidrotermales, pero no entendemos casi nada sobre lo que ocurre en los ambientes de las fosas. Nuestra comprensión de las superficies de otros planetas es mayor que el que tenemos del lecho océanico", afirmó a la revista Focus.

Salvo el viaje del Trieste, la presencia humana en las zonas más profundas del planeta ha sido nula. Después de todo, los submarinos militares sólo llegan a 1.300 metros, mientras los equipos no tripulados actuales llegan a 6.500 metros. La nueva carrera submarina pretende revertir este panorama y está impulsada por tres grandes motivaciones científicas. Una de ellas es estudiar cómo es que ciertas criaturas logran soportar presiones mil veces mayores que la de la superficie -de hecho, se espera que la nave de Cameron se encoja 6,3 cm en el viaje- y, tal vez, hallar nuevos microbios con alto potencial médico. La segunda es analizar de mejor forma la dinámica de las placas tectónicas y la tercera apunta a descifrar el rol que ejerce el lecho oceánico en el ciclo del carbono y la regulación del clima.

Muchos científicos llaman a fosas como las Marianas el "botiquín del dios Neptuno", ya que, a diferencia de la superficie del planeta, esos ambientes no han sido explorados hasta el cansancio en busca de antibióticos y químicos con propiedades médicas. Exploraciones previas en ambientes similares ya han revelado en las profundidades del océano la presencia de microbios que producen ácidos omega-3, químicos esenciales para el funcionamiento del cuerpo y que también logran combatir el cáncer y males cardiovasculares.

En el lodo de las profundidades también se han hallado bacterias que generan un químico llamado SaIA, el cual ya se está probando en pacientes para tratar cáncer óseo y sanguíneo. Cindy van Dover, bióloga marina de la Universidad de Duke (EE.UU.) y ex piloto del submarino de profundidad Alvin, dijo al portal de National Geographic que el abismo Challenger "es uno de esos lugares verdaderamente misteriosos, donde seguramente se hallarán muchas especies nuevas y distintos tipos de hábitats que nunca hemos imaginado. A muchos científicos les gustaría saber sobre los efectos que tiene la presión a esa profundidad en la fisiología y la bioquímica".

De hecho, a esa profundidad la presión es tal que equivaldría a dar vuelta la torre Eiffel y sostener su punta en el dedo gordo del pie. Científicos como Alan Jamieson, del Oceanlab de la Universidad de Aberdeen (Escocia), ya ha encontrado impresionantes ejemplares a 7.000 m de profundidad en la fosa Kermadec, cercana a Nueva Zelandia. Se trata de especímenes que van desde animales similares a camarones de 30 cm de largo a brillantes peces gelatinosos.

Mientras Katrina Edwards agrega que los organismos que se hallen en las Marianas podrían contener genes y enzimas desconocidas, ya se estudian microbios de profundidad que tienen la habilidad de degradar el plástico y limpiar manchas de petróleo.

No sólo las criaturas que habitan las profundidades interesan a los científicos, sino que también lo que ocurre cuando éstas mueren. Esto, porque cuando la materia orgánica de la flora y la fauna marina cae al fondo del mar, las paredes de las fosas la atrapan. De acuerdo con un estudio publicado en 2011, este fenómeno hace que se acumule más carbono en el fondo de las fosas que en cualquier otro lugar del globo.

Esto hace pensar que el océano profundo es más influyente de lo que se creía en el ciclo del carbono y la regulación del clima, por lo que los científicos intentan determinar cuánto de ese carbono se hunde bajo el sedimento y cuánto es reciclado por bacterias. ¿El fin? Establecer el volumen de carbono que se libera realmente a la atmósfera.

Katrina Edwards agrega que los microbios de las profundidades usan químicos de la corteza terrestre como fuente de energía, en lugar de luz. "Producen carbohidratos a través de quimiosíntesis en lugar de fotosíntesis. Las imágenes satelitales nos muestran cuanto carbono genera este último proceso, pero no registran nada de lo que ocurre con el primer fenómeno en la oscuridad".

Durante el viaje realizado por el batiscafo Trieste, sus tripulantes liberaron dos toneladas de pellets de hierro en el fondo del abismo Challenger, con el fin de alivianar la nave e iniciar el viaje de regreso de tres horas. "Me sorprendería bastatante si no hallamos microbios que consumen hierro", añade Edwards.

Fosas como las Marianas también revisten interés para los geólogos. Esto, porque las 20 fosas que existen en el mundo -la mayoría en el océano Pacífico- se forman en el borde entre dos placas tectónicas, donde una placa océanica se adentra bajo una continental, en un fenómeno llamado subducción.

Jim Gardner, geólogo del Centro de Mapeo Costero y Oceánico de EE.UU., ha elaborado durante cinco años el registro más detallado de las Marianas y aseguró a BBC que las "montañas submarinas que descansan pasivamente en la placa del Pacífico se ven presionadas bajo la fosa o comprimidas contra la muralla interior. Si esto ocurre, algunas teorías dicen que pueden causar grandes terremotos, como el de Japón o Indonesia".

El científico agrega que por este motivo, "las fosas se están volviendo mucho más interesantes para la comunidad científica".

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