La nueva vida del cura de Zapallar
<P>En abril, Juan Roberto Julio dejó de ser el párroco de Zapallar. Salió en medio de polémicas con el municipio y con el obispo de San Felipe, quien es su superior. Desapareció del ojo público. ¿Qué ha sido de él desde entonces? Esta es la historia de su nueva vida en Los Andes, donde aún sigue disparando contra quienes acusa de querer perjudicarlo. </P>
La misa ya terminó. Por los parlantes del templo se escucha una voz profunda y estereofónica, como de locutor FM. Es la del sacerdote Juan Roberto Julio, quien sigue en el altar y pasa avisos de la comunidad. Entre otras cosas, anuncia con voz ecuménica un almuerzo para reunir fondos.
-El costo es de 3 mil pesos. Y con el valor de la entrada va incluido un viaje a Cancún.
Las casi 200 personas que repletan la capilla El Carmen, en Los Andes, se ríen de las ocurrencias del cura. Pero pocos allí saben su nombre o que fue párroco de Zapallar en los últimos seis años. Pocos saben que en abril pasado, salió de ese cargo en medio de polémicas con el municipio de ese balneario y desencuentros con el obispo de la diócesis de San Felipe, monseñor Cristián Contreras, su jefe directo. Tampoco están enterados de que el religioso lleva un par de meses en la zona. Ni que está empezando una nueva vida.
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Jueves por la tarde, en Los Andes. La Compañía de Bomberos de la ciudad hace demostraciones de su nuevo equipamiento en la Plaza de Armas. Vicente Montenegro, el párroco de la iglesia Santa Rosa -de la cual dependen varias capillas dentro de Los Andes y que es el nuevo destino de Juan Roberto Julio-, observa la escena desde las escaleras de su templo.
Montenegro cuenta que el obispo de San Felipe, cabeza de 29 parroquias en la V Región Norte, incluida la de Zapallar y la de Santa Rosa de Los Andes, fue quien le pidió que aceptara a Julio como su vicario parroquial, una suerte de asistente, de mano derecha. El párroco aceptó, sabiendo del conflicto entre estos dos hombres de la Iglesia.
-No me he querido meter. Monseñor es mi superior y, por otro lado, trabajo con el padre Julio. Para mí no es conveniente actuar como consejero o hablar de estos temas -dice Montenegro.
Queda poco para que empiece la misa de las 7. Antes de entrar a la iglesia, Vicente Montenegro lo confirma: es poca la gente en Los Andes que sabe la historia de Julio en Zapallar. Aclara que él no ha tenido mayores problemas con su compañero, que ha hecho bien su trabajo. Pero agrega un dato: "Han venido algunos feligreses, tres o cuatro, a pedirme el calendario de la parroquia. Quieren evitar venir cuando el padre Julio esté dando la misa".
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Viernes, 19.30. La misa acaba de terminar en la parroquia Santa Rosa y Juan Roberto Julio se saca su túnica verde en un despacho contiguo. Julio, un hombre robusto y alto, de 50 años recién cumplidos, invita a pasar al living de la casa parroquial. Aquí ya no oficia de párroco, sino de vicario parroquial, lo que, entre otras cosas, significa que no puede administrar el dinero de la parroquia. El dice estar feliz.
Vive en San Felipe, a unos 20 minutos de Los Andes, y sus responsabilidades se limitan a asistir al párroco en algunas tareas y viajar a oficiar misa a Los Andes los viernes, sábados y domingos, en diferentes iglesias.
-Para mí ha sido extraordinario ser vicario, porque he podido desarrollar otras áreas de mi trabajo parroquial y de mi trabajo académico. Ahora soy sólo el ayudante del párroco y atiendo algunas cosas, no todas. Esto me ha permitido ayudar en algunas fundaciones españolas en temas de derecho canónico y profundizar una investigación en derecho penal canónico, que debo defender en la Universidad de Salamanca, en noviembre.
A pesar de que Juan Roberto Julio mira el lado bueno de las cosas, hace unos meses estaba molesto. El 1 de abril le comunicó a su superior, el obispo de San Felipe, que había mandado dos recursos jerárquicos al Vaticano, con el objetivo de paralizar el cambio a su nueva destinación. Aunque el sexenio por el que había sido designado en Zapallar terminaba el 11 de marzo, monseñor Contreras había decidido rechazar una extensión de su período y trasladarlo a Los Andes. Eso, según explica el obispo, debido "a los constantes conflictos que arrastraba con la comunidad de Zapallar". Las quejas hacia el sacerdote, que Contreras respalda con documentación en mano, iban desde hacer "misas express", hasta cobros excesivos por matrimonios y por sepulturas del cementerio local. Julio niega estas acusaciones.
-Su traslado a Los Andes, con un cargo menor, ¿lo toma como un castigo?
-El hecho de que yo sea vicario parroquial no es ningún castigo. Ha sido un favor inmenso que me han hecho, esta vez me han dejado descansar un poco. Es un trabajo muy tedioso tener que andar reuniendo dineros para obras, estar preocupado de todo. Aquí me he sentido súper bien, súper tranquilo.
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Juan Roberto Julio nació y creció en Valparaíso. Decidió hacerse sacerdote a los 17 años, inspirado por la cercanía con su parroquia del Cerro Alegre. Entró al seminario de Santiago y luego se graduó de teólogo en la UC. Se ordenó a los 29 años. Dice que fue monseñor Manuel Camilo Vial, entonces obispo de San Felipe, quien le pidió ingresar a la diócesis de esa zona.
Empezó su trabajo en parroquias en La Ligua. Estuvo tres años de diácono y luego, de vicario parroquial en Nuestra Señora del Rosario, en San Felipe. Según él, fue designado en el cargo de párroco a los 32 años, en la iglesia San Antonio de Padua en El Almendral, San Felipe. De acuerdo con sus cálculos, llevaría 18 años de párroco, con alguna intermitencia debido a sus años de estudiante de Derecho en España, entre 1995 y 2000, tras lo cual fue párroco en una localidad de Navarra.
Monseñor Contreras, con papeles desplegados sobre su escritorio, pone en duda incluso eso: "Antes de que yo llegara al obispado, hace 10 años, el padre Julio había sido vicario de la parroquia de Andacollo de San Felipe. Después, el obispo Vial lo nombró administrador parroquial en San Antonio de Padua de El Almendral. Al llegar de España, yo lo nombré párroco, ahí sí, por tres años, de Andacallo. Y luego fue a Zapallar por seis años. Por lo tanto, no son 18 años como párroco, sino nueve. Acabo de ver los decretos".
Las diferencias entre ambos sacerdotes son profundas y no sólo se remiten a la labor de Julio en Zapallar o a la cantidad de años que lleva como párroco. Muchas de las acusaciones cruzadas se respaldan, por ambas partes, con cartas y documentos que incluso han hecho públicos. La tensión empezó durante el período de Julio en Zapallar, cuando monseñor Contreras recibía quejas de parte de la comunidad de Zapallar en su oficina del obispado. Por cobros excesivos para dar los sacramentos o la forma de hacer sus misas.
Hoy, las desavenencias continúan, hasta en las cosas más pequeñas: mientras Contreras dice que Julio debería haberle informado de su decisión de vivir en San Felipe, fuera de la jurisdicción de la parroquia, éste replica que eso sólo se aplica a los párrocos y no a los vicarios parroquiales.
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Poco después del anuncio de la salida de Julio de Zapallar se conoció una sociedad suya llamada Santa Clotilde, en honor a una de las dos perras poodles que aún viven junto a él. Monseñor Contreras, citando el Diario Oficial, enumera los bienes incluidos dentro de esa sociedad: 12 sepulturas adquiridas al cementerio de Zapallar, avaluadas en $ 60 millones; una farmacia comprada en Petorca en $ 10 millones, y una camioneta Toyota Land Cruiser Prado, de $ 23 millones. Julio dice que ese vehículo se lo regaló una acaudalada familia catalana que lo visitó hace unos meses.
"No conozco a nadie en esta diócesis que haga el tipo de inversiones que tiene el padre Julio", comenta el obispo Contreras. Julio, por su lado, asegura que no tiene conocimientos de las inversiones que hace la sociedad, pues entregó la administración a Mauricio Gutiérrez, ex director del colegio parroquial de Zapallar, y a Cristián Reyes, jefe de la unidad técnico-pedagógica. Ambos, según Julio, hacen este trabajo ad honorem.
El ex párroco de Zapallar explica sus bienes recurriendo a un contexto eclesiástico. Dice que en el mundo hay 450 mil sacerdotes católicos: aproximadamente, un 65% son sacerdotes seculares o diocesanos y el resto pertenece a órdenes o congregaciones. "Estos dos tipos de sacerdocios tienen un orden jurídico diferente. Las congregaciones siguen la espiritualidad de algún santo que los identifique y aplican ese elemento a su vida como sacerdotes. Viven congregados o reunidos en un monasterio o casa de religiosos, y abrazan los tres votos: de pobreza, obediencia y castidad. Los diocesanos no seguimos a un santo o fundador particular. Tenemos la vocación del pastor, de cuidar el rebaño del pueblo de Dios. Podemos vivir solos o con otro sacerdote. Podemos trabajar en diferentes actividades en la parroquia, ser profesores, ayudar en hospitales, ser capellán de cárcel. Y podemos heredar bienes o conservar ahorros, producto de nuestro trabajo. Santa Clotilde es una sociedad que yo creé en octubre del año 2012 y de la cual no soy representante legal; es decir, la manejan los administradores, ellos ven en qué invierten los dineros. La sociedad no guarda ninguna relación con la parroquia de Zapallar".
-¿Por qué no?
-Como sacerdote secular, no tengo voto ni promesa de pobreza. Solamente obediencia y castidad. Nada me impide crear una sociedad, desde el ordenamiento jurídico civil ni canónico.
-¿Por qué critican entonces su sociedad?
-Esto ocurre porque cierta entidad, que no voy a nombrar, tenía vivo interés en encontrar cualquier medio para desacreditarme. Aquella entidad contrató una asesoría comunicacional, a la que le pagó $ 49 millones, con la idea de destruir mi imagen.
-¿Esa entidad es la Municipalidad de Zapallar?
-No lo voy a decir.
En su último año como párroco de Zapallar, Julio sufrió tres manifestaciones de grupos que se instalaban afuera de su iglesia, después de misa. Protestaban contra su gestión y, entre otras cosas, por algunos malos tratos a los habitantes más pobres del pueblo. Según el sacerdote, eran alrededor de 30 personas cada vez, y de ellas, sólo un 15% era de Zapallar. El resto, dice, venía de comunas cercanas. "Eran siempre los mismos y era un montaje. En esas manifestaciones les pagaban cierta cantidad de dinero si iban y se ponían a la salida de iglesia después de misa. Por la plata que ofrecían, yo también habría protestado contra mí mismo".
-¿Cuánto ofrecían? ¿Más de 100 mil pesos, por ejemplo?
-Mucho más.
Cercanos al alcalde de Zapallar, Nicolás Cox -quien está suspendido de sus funciones por el Tricel, debido a faltas a la probi- dad-, niegan la asesoría y el montaje. Cox se excusó de hablar, pues está preparando su apelación para volver a la alcaldía. El principal conflicto entre la municipalidad y el ex párroco se dio en enero de 2011, cuando Julio pidió a Cox la devolución anticipada del teatro parroquial, que estaba en manos del municipio a través de una concesión. "Pintaban el teatro dos veces al año y luego aparecían costos elevadísimos por el trabajo", asegura Julio.
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Es domingo. Juan Roberto Julio ha terminado su segunda misa en la iglesia de Plaza Vieja, un sector de Los Andes en el límite entre lo urbano y lo rural. No fueron más de 20 personas. "Pocos saben que ahora tenemos un sacerdote todos los domingos", dice uno de los laicos encargados. "Desde que llegó, el padre se comprometió a venir todas las semanas".
El sacerdote se despide y sube a su camioneta Toyota negra. Disfruta manejarla. Pone canciones dulzonas del dúo español Mocedades y de los Carpenters. "Qué pena cómo murió esa niña", comenta, refiriéndose a Karen Carpenter, quien murió de anorexia.
Dos días antes había comentado lo agradecido y tranquilo que se sentía con su nuevo rol de vicario parroquial. Pero ahora, más relajado al volante, cuenta que tuvo que tomarse un par de licencias por estrés, luego de su mediática salida de Zapallar. No lo dice, pero se nota que es un tema que le duele.
Julio se detiene a almorzar en La Ruca, un famoso restorán criollo. Pide unas chuletas de cerdo. Dice que desde que salió de Zapallar no ha parado de sentir el apoyo de las familias importantes de la zona, a quienes a veces visita en sus casas en Santiago. Luego cuenta que fue el obispo Camilo Vial quien decidió mandarlo a estudiar Derecho: le pidió que eligiera una universidad en Estados Unidos o Europa, y Julio optó por la Universidad de Navarra en España. Ahí hizo el pregrado y luego un doctorado. Julio agrega que en Navarra fue párroco en la parroquia San Esteban Mártir y que también trabajó como abogado.
-¿Es de ahí de dónde viene su capital?
-En España hice trabajos de orden jurídico, por los cuales me pagaron. Eran trabajos de orden canónico, nulidades matrimoniales por la Iglesia, que en aquella época eran muy bien pagados. Trabajé en defensa de sacerdotes que habían sido acusados injustamente. También trabajé como párroco y allá, ése es un trabajo con un sueldo de 1.500 euros. Tuve muy buenos amigos que me regalaron dinero, que deposité en un banco. Pero no son bienes de carácter eclesiástico. Las donaciones de Zapallar eran para la iglesia.
Según Julio, en España recibía 7 mil euros por proceso de nulidad matrimonial. En las defensas de sacerdotes se pagaban cifras mayores, al ser procesos más largos. Por casos como esos, calcula él, podía llegar a ganar entre 30 y 40 millones de pesos.
En la otra orilla, monseñor Contreras tiene dudas sobre los orígenes de los dineros de Julio y sobre cómo los ha gastado. "El padre compró 12 sepulturas al cementerio de Zapallar cuando él era todavía el administrador de ese recinto. Ahora que llegó el párroco nuevo, no ha encontrado por ningún lado ese dinero". El tema de la sociedad de Julio dio inicio a una auditoría, auspiciada por el Obispado de San Felipe, que se cerraría dentro de estos días.
Por ahora, eso a Julio no le interesa demasiado. Sale del restorán La Ruca, echa a andar su camioneta y se dirige sin apuros a su casa en San Felipe.
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