La obra política de 41 artistas latinos se exhibe en Nueva Zelanda
<P><I>Un espacio para soñar</I> reúne piezas de artistas de América del Sur como Alfredo Jaar, Ernesto Neto, Lygia Clark y Hélio Oiticica.</P>
Para ser un recién llegado al país, la declaración de principios de Alfredo Jaar (1956) rayaba un poco en la hostilidad. Era 1987 y el artista chileno llegaba a Nueva York invitado por el Fondo de Arte Público de la ciudad para instalar un video en las pantallas del concurrido Times Square. La obra Logo for America mostraba en 42 segundos una gráfica simple donde la palabra América se formaba con el mapa completo del continente para luego repetir varias veces la frase "Esto no es América", con la que el chileno desafió el etnocentrismo de los EEUU, que reclama habitualmente la identidad de todo el continente americano como propio.
La obra fue la tarjeta de presentación de Jaar en Nueva York, quien aunque terminó por situar ahí su residencia siempre marcó su origen latinoamericano. La emblemática obra, que fue reeditada en la mismas pantallas en 2014, abre por estos días el recorrido de la muestra Un espacio para soñar: arte reciente de América del Sur, en la galería Toi o Tamaki, de Auckland, Nueva Zelanda.
Co-curada por la chilena Beatriz Bustos y la neozelandesa Zara Stanhope, la exhibición reúne, hasta el 18 de septiembre, a 41 creadores de América Latina, entre ellos algunos de los más consagrados del continente como los brasileños Ernesto Neto, Hélio Oiticica y Lygia Clark, el colombiano Fernando Arias, los argentinos León Ferrari y Liliana Porter, y los chilenos Eugenio Dittborn, Juan Downey y el grupo CADA.
Se trata de la primera exposición que presenta en la zona Asia Pacífico obras contemporáneas de América del Sur, desde fines de los años 60 hasta hoy, y que incluye videos, instalaciones, fotografías, pinturas y dibujos. "Tanto los artistas latinoamericanos como los de esta zona de Oceanía han sido relegados a la periferia de la discusión del así llamado 'arte del Norte'. Sin embargo, en el caso específico de Nueva Zelanda los artistas han incorporado las producciones de arte de los maoríes y de las comunidades de las Islas del Pacífico; en América del Sur en cambio, el arte popular está fuera de la contemporaneidad y es por eso que en esta exposición queremos insistir en esa pregunta", cuenta la curadora Beatriz Bustos.
El hilo conductor de la muestra está definido por las temáticas con que los artistas se aferran al continente y que les sirve de motor para sus reflexiones artísticas: revolución y resistencia; origen y memoria.
Es el caso de León Ferrari (1920-2013), de quien se exhibe la serie collage L'Osservatore Romano , realizada con el periódico homónimo del Vaticano, que el argentino interviene con alusiones a las paradojas éticas y políticas en la que ha incurrido la institución desde su origen. En un extremo más sensorial se sitúa la obra del brasileño Ernesto Neto (1964), Just like drops in time, nothing (2002), cuyas figuras orgánicas construyen mundos irreales que apuntan hacia nuevos horizontes y posibilidades: es una obra que ha sido leída como un diálogo de Brasil, entre su lado de megápolis moderna y la salvaje selva siempre presente.
En el grupo de artistas hay varios chilenos: destacan Lotty Rosenfeld (1943) y su performance Una milla de cruces sobre el pavimento, realizada en los años de la dictadura chilena; Juan Castillo (1952), quien exhibe un registro de su performance Huacherías, sobre el problema de la migración, y dos aeropostales de Eugenio Dittborn (1943), donde mezcla retratos de indígenas con retratos hablados de delincuentes, para reflexionar sobre los orígenes y la desigualdad. Mientras, entre los más jóvenes está el colombiano Carlos Castro (1976), quien en El que no sufre no vive registra en video el deterioro de una escultura de Simón Bolívar hecha de material comestible, y que es devorada por palomas en el transcurso de 12 horas; o el chileno Máximo Corvalán (1973), quien exhibe esculturas hechas con huesos, agua y tubos fluorescentes en la serie Proyecto ADN: una metáfora sobre el campo de investigación científica que identifica huesos humanos, tanto en casos de violaciones de derechos humanos como en desastres naturales.
"Todos comparten la capacidad de crear un espacio para la poética, que opera de diferentes maneras: está la poética de la lucha, la poética de la tragedia, la poética de la celebración, la poética del origen, y la poética de lo desconocido", dice Bustos.
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