La obsesión de un hombre "tuerca"
<P>Hace seis meses, Eduardo "Walo" Frías, el experto en motores que se hizo conocido por sus consejos a los conductores a través de sus programas radiales, sufrió un accidente en un circuito enduro que lo dejó parapléjico. Este tiempo lo ha pasado en una clínica de rehabilitación, aprendiendo a manejar este nuevo cuerpo. A pocos días de empezar la etapa más difícil, volver a casa en silla de ruedas, él dice que su mayor reto es montar una moto de aquí a un año y medio. Qué lo motiva. Esta es su historia. </P>
La frase llega después de que han hablado del fin de semana largo que se avecina y de las precauciones que deben tomar los conductores para salir de Santiago. Es entonces cuando el periodista Carlos Jimeno, micrófono en mano, dice:
-Walo, este fin de semana hay gente que va a salir en moto, recordémosles qué es lo apropiado. Porque es una alternativa, es entretenido. Nosotros somos promotos, fomentamos el uso de la moto.
-Lo básico es vestirse bien -responde Walo Frías para sus auditores de Rock&Ruedas, de radio Futuro-, eso es fundamental, tener la ropa adecuada. Cualquier inconveniente que te haga caer de la motocicleta va a suponer la fricción de tu cuerpo contra el suelo ¿Es un gasto? Por supuesto, que lo es, pero la seguridad está por sobre todo en el caso de la motocicleta-.
Eduardo "Walo" Frías (50), el conductor radial "tuerca", el mecánico que desde 1995 ha conducido programas en los que explica en tono pedagógico y a ratos hasta sacerdotal cómo manejar y mantener autos y motos, y comenta la Fórmula 1 y cubre rally como el Dakar, ratifica que es promotos desde el catre clínico que ocupa en la habitación 314 de la Clínica de Rehabilitación Los Coihues, en Maipú.
Allí está desde el 25 de junio de este año, pues un mes antes, la mañana del sábado 25 de mayo sufrió un accidente en la quinta vuelta que daba en un circuito enduro. Una piedra que no pudo esquivar, una moto que no era la suya, y que él hoy dice "me pegó una desconocida, porque lo que hacía en mi moto en esta no lo pude hacer, que era esquivar la piedra". Y esa piedra que provocó que la moto y su conductor cayeran, en una caída que Walo, que manejó por primera vez hace 36 años una TS 125 Suzuki y que ya había sufrido accidentes "terriblemente más aparatosos que este y sin consecuencias", le llevó a escuchar un "tac" que sonó desde su columna. Porque esa mañana de mayo no fue ni la velocidad de 70 kilómetros por hora a la que iba ni la altura desde la que cayó la que provocó ese corte en su médula ósea que él escuchó con ese sonido seco, sino que fue la misma moto la que al caerle encima le cortó la columna a la altura de la vértebra T5.
-Hubo una cuota de mala fortuna; pero, principalmente, fue un accidente -, dice él una tarde de noviembre en el patio del centro de rehabilitación en medio de esta entrevista donde Walo trata de explicar desde su silla de ruedas por qué sigue siendo un promotor del uso de las motos y por qué, pese al accidente, él visualiza como su mayor reto volver a montar una en un plazo de un año y medio.
- ¿No te mostré el video de Nicola Dutto? -pregunta en esa segunda entrevista.
El video ya se lo envió a sus amigos. Ellos saben que la meta de Walo es emular a quien fuera campeón dos veces en Italia y que al igual que él quedó parapléjico por un accidente y luego de dos años volvió a correr.
A ratos, mientras habla, este hombre de sonrisa fácil, tuerce las cejas y arruga la frente. El mismo gesto que realizó varias veces en la primera sesión de entrevista.
"Estoy con harto dolor neuropático", dice y en el mismo tono que usa en el programa de radio para hablar de cambios de aceite o de ampolletas, explica: "Son dolores propios de los cortes de médula. ¿Alguna vez has escuchado la corriente de torres de alta tensión, que suenan como: ddddd…ddddd? Eso es lo que yo siento, en ciclos fuertes, te agarra todas las costillas, es como si tuvieras un cinturón ahí que está apretado constantemente y en esa zona irradia. Estoy permanente con esa sensación eléctrica".
El sabe, dice, que este dolor puede acompañarlo el resto de la vida.
Las motos existen desde siempre en la vida de este hombre. Recuerda que tenía unos seis años cuando vio una en su casa por primera vez. La llevó un amigo de su madre. Un par de años después, a unas cuadras de su hogar en la comuna de La Reina se puso una estación de servicio y el hijo del dueño que era mecánico instaló un taller de reparación de motos. A los 12 años, Walo, que vivía con su madre viuda, un hermano y una hermana, empezó a ir al taller todos los días después del colegio. Conversaba con el joven mecánico, aprendía sus primeros trucos para arreglar motos; pero, más que nada, grababa en su mente cada detalle de estos artefactos. De regreso a casa dibujaba motos y autos en un block.
El dibujo, cuenta él, era una afición heredada por el lado materno. Del padre, que murió de cáncer cuando él tenía cinco años, heredó el gusto por el baile. "Desde chico me gustó mucho el baile y tomé un curso en 2008. Estuve un año entero. Tengo mucho control…", dice e, inmediatamente, se corrige: "Tenía mucho control sobre los movimientos de mi cuerpo. Son cosas que quedan en algún baúl de lo que fui capaz de hacer antes…". Algunos de sus compañeros en la radio recuerdan que en las fiestas de fin de año, Walo era el más bailarín de todos.
De las visitas al taller de su amigo, pasó a acompañarlo a sus expediciones en busca de repuestos. Estaba claro que él estudiaría mecánica. Para entrar a Inacap recurrió al contacto de un amigo, porque su Prueba de Aptitud Académica había tenido pésimo resultado, pero de fierros y tuercas, él sabía. Ya en los primeros meses en la escuela comenzó a hacerse cargo del trabajo en los talleres del instituto.
Al salir trabajó en distintos lugares, incluidos "pitutos" que hacía en su casa. Su hermano mayor, que vivía en Estados Unidos, le envió a mediados de los 80 un casete con un programa de radio de unos motoqueros que bromeaban sobre las escuderías y las marcas de vehículos. "Tú deberías hacer esto en Chile", le puso en la carta. A Walo le hizo sentido y se acercó a una radio, no tuvo éxito.
Hasta que en 1995 la radio reapareció en su vida de la mano de las motos. Su hermana trabajaba con el periodista Fernando Paulsen en el canal La Red cuando éste último se compró una motocicleta. "Empecé a arreglarle la moto a Fernando y aconsejarlo en ese mundo. Un día conversando, él me dice: 'Tú sabes harto de autos y motos, pero además hablas bien, ¿por qué no formas parte de mi programa de radio?". Así nació el Informe Tuerca, donde resolvía dudas mecánicas de los auditores. Después, armó un programa propio con el que circuló por otras radios hasta llegar a Futuro en 2008.
"A mí las motos siempre me han conducido a todo, incluso a esta silla", dice mientras recorre su relación de más de tres décadas con ese vehículo. "Y todo ha sido bueno, así que esto no tiene por qué ser malo".
Al terminar de grabar el programa de radio, Walo pide que le pasen sus zapatillas. Se las calza flectándose casi en 180° sobre la cama. Más tarde explicará que la musculatura de la espalda le permite tener cierta movilidad. En los cuatro meses que ha estado en esta clínica, aprendió a pasar de la cama a la silla de ruedas sin ayuda. También los giros que debe realizar sobre la cama para vestirse por sí solo. Cuando su amigo Jimeno le ofrece ayuda para trasladarlo, él responde que sólo levante el respaldo de la cama. El resto lo hace solo.
Volver a aparecer en su programa de radio, es parte de su proceso de reinserción. Tras el accidente, Rock& Ruedas no dejó de salir al aire, pero fue Jimeno quien lo reemplazó hasta que después del fin de semana del "18" decidieron probar enviándole a un radiocontrolador con un equipo portátil para hacer el programa desde la habitación 314.
Aunque a veces han debido suspender su participación, como hace unas semanas, cuando una lesión en la piel en la zona del coxis -efecto secundario de la inamovilidad-, lo obligó a bajar su actividad.
Esa lesión afectó también sus planes. En su caso, esta clínica es el paso intermedio entre la atención de urgencia que recibió primero en la Santa María -donde lo operaron para fijarle la columna- y el regreso a su casa a empezar esta nueva vida sin sensibilidad de la cintura hacia abajo. La lesión retrasó su alta clínica.
Tras subir a la silla, se enfunda unos guantes deportivos para prevenir heridas y se mueve por el pasillo de un piso liso y parejo. "He salido a dar vueltas a la manzana por acá y créeme que es difícil andar en silla de ruedas allí. Una pequeña diferencia de altura en una vereda es un problema. Cuando caminas, levantas el pie y la pasas. Con la silla te puedes tropezar, te puedes caer", cuenta. "Tienes que aprender a manejarte con este cuerpo que es distinto, que se comporta distinto", agrega. Un día también fue hasta la estación de Metro más cercana, pero no alcanzó a aprender a usar la pasarela, pues apareció aquella lesión.
-Hola Walo, fui a San Pedro, me encantó -, le dice una de las kinesiólogas que se encuentra con él. Otros pacientes y terapeutas se acercan a saludarlo. Es el famoso del lugar.
La actividad de esta mañana en la clínica contrasta con la calma que cae al bajar el sol y la soledad que se percibe los fines de semana. Otra tarde y frente a la bandeja de comida que le han llevado hasta su mesa, Walo dirá que quiere dejar pronto la clínica, pero que sabe que esa etapa será difícil. "Tengo varias cosas que aprender allá afuera y con mayores dificultades. Acá vienen, te sirven, de alguna manera estoy en una burbuja y en la calle no será así", dice.
Asegura que en estos meses no ha llorado. Algunos de sus amigos temen que sea porque se puso una coraza. Pero él responde que hasta su esposa le preguntó al sicólogo por qué no lloraba. "El le dijo: 'Tu marido está bien, tu marido no tiene por qué llorar. El asume las cosas de esta manera y no todos lloran".
Mientras habla su mirada se anima al mostrar videos de competencias de velocidad en moto, que son sus favoritas. La misma vitalidad que le aparece cuando toma el micrófono y empieza a grabar el programa.
"Lo más difícil ha sido cachar que lo que más se pierde es la independencia", dice. "Que alguien te diga: 'Oye, vamos a tal parte … chuta, a qué hora me toca el catéter para la orina, a qué hora queremos volver, cuántos catéter tengo que llevar, que a mitad del viaje tendré la necesidad de usar un baño, que tengo que llevar pañal. Perder esos grados de libertad, ha sido lo más difícil".
-¿Qué es lo que más extrañas de tu vida antes del accidente?
-Manejar a fondo una moto y manejar a fondo un auto. Adrenalina. Me falta, la extraño.
Para quien siempre ha predicado sobre la seguridad en la conducción, el asunto es simple: "Las posibilidades de tener un accidente en moto no son más altas que las de tener uno en auto". S
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