La radical oferta de Gaddafi a la izquierda chilena

<P>El controvertido líder libio ofreció en reiteradas ocasiones armas y hombres para iniciar la lucha armada en Chile y América Latina.</P>




Muammar el Gaddafi no miraba directamente a los ojos. Lo hacía de soslayo, como queriendo remarcar la diferencia que existía entre el "líder maestro" de la Gran Yamahiriya Arabe Libia Popular Socialista y el resto de los mortales. Ese fue el primer rasgo que llamó la atención a José Miguel Insulza, Jorge Arrate, Benjamín Teplizky, Luis Maira y Luis Guastavino, representantes de los partidos de la Unidad Popular en el exilio que en septiembre de 1979 se reunieron en Trípoli con el líder libio para solicitar ayuda financiera para la resistencia contra el régimen de Pinochet.

Un segundo rasgo, más mesiánico y alocado, lo descubrirían poco después, cuando les entregó una contrapropuesta que sobresaltó a los chilenos: dinero a raudales, armas y un destacamento de hombres para crear un ejército supranacional y suprapartidario, para iniciar una guerra de liberación antiimperialista en toda América Latina. Aunque el ofrecimiento fue rechazado, los nexos y viajes de dirigentes chilenos a Libia continuaron por varios años.

El episodio es una de las varias historias que unió a los principales dirigentes de la izquierda chilena con el hombre que controla Libia desde 1969, tras hacerse del poder mediante un golpe de Estado. Vínculos que comienzan a salir hora en medio de un incipiente proceso de autocrítica, especialmente en el Partido Socialista, respecto de Gaddafi.

Nuevos datos revelados por ex dirigentes del MIR señalan que fue esa colectividad la que abriría el camino a Libia a los chilenos. A fines de 1977, Andrés Pascal Allende se reunió en París con el líder socialista Francoise Mitterrand y le pidió ayuda para contactar por primera vez a Gaddafi.

Con el aval de los franceses, Pascal Allende y el encargado de relaciones internacionales del MIR Patricio Rivas partieron a Trípoli a comienzos de 1978. A ojos de los libios, el MIR aparecía entonces como el único movimiento chileno que mantenía algún grado de resistencia armada a Pinochet.

"Fue una reunión bastante surrealista la que se produjo con Gaddafi, nos encontramos con un tipo de pensamiento bastante integrista, cerrado y que no entendía mucho la lógica de América Latina", recalca un ex militante del MIR. Al líder libio le dijeron que era prioritario abastecer de dinero a la izquierda chilena a través de la oficina de Chile Democrático en Roma. Gaddafi les ofreció, además, instrucción militar. Como requisito, pidió que nombraran a "un embajador no oficial" que llevara el nexo con los libios.

Como representante permanente en Trípoli, el MIR designó a Marcelo Calfuquir Henríquez. Hijo de un detenido desaparecido de la zona de Pitrufquén, Calfuquir permaneció por ocho años en Libia. En 1999 intentó levantar sin éxito una candidatura presidencial y más tarde fue candidato a concejal del Juntos Podemos por Pitrufquén. Uno de sus hermanos, Patricio, fue segundo jefe de la guerrilla en Neltume y murió en combate en 1981, durante la fallida "operación retorno". Según algunos, combatientes del MIR se formaron en Libia. Otros dirigentes aseguran que eso es falso y que el desértico territorio del país norafricano no tenía relación con el tipo de lucha que el MIR preparaba en los bosques de la cordillera de Neltume y Nahuelbuta. En Cuba y Vietnam, aseguran esas fuentes, se abrieron campos de entrenamiento más acordes con Chile.

El interés de Gaddafi por adiestrar a guerrilleros latinoamericanos hizo que el líder libio le pidiera al MIR que le ayudara a contactar a otros grupos armados sudamericanos. El MIR llevó a Trípoli a militantes de los movimientos argentinos Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), entre ellos, a Hugo Irurzún, el "capitán Santiago" jefe del grupo del ERP que asesinó en Asunción, en 1981, al ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza.

Los libios entregaron al MIR 22 mil dólares árabes para financiar la lucha en Chile, pero los chilenos esperaban mucho más.

La solidaridad del líder africano se expresaría de otra forma. A petición del MIR, aseguran ex dirigentes de esa colectividad, Gaddafi inició los contactos con políticos chilenos para organizar un masivo encuentro de la izquierda latinoamericana en solidaridad con Chile. Fue a mediados de 1978, cuando la embajada libia en Italia empezó a tejer redes con el jefe de la oficina Chile Democrático en Roma, el radical Benjamín Teplisky, y con el entonces representante comunista en el exilio Luis Guastavino. "En esa época el régimen de Gaddafi era un referente para los países tercermundistas. No se tomaba en cuenta el carácter dictatorial de ese gobierno y nos seducían los conceptos de socialista, revolucionario y antiimperialista, con los que se vestía", afirmó Guastavino.

A comienzos de 1979, admitió Guastavino, viajó junto al ex canciller de Allende, el socialista Clodomiro Almeyda, a Trípoli para ver detalles del "encuentro mundial antiimperialista" que estaban preparando los libios para septiembre de ese mismo año en la ciudad de Bengasi y al que fueron convocados representantes de 41 partidos y organizaciones de izquierda de América Latina. La delegación chilena era la más abundante, incluso, asistía la ex primera dama Hortensia Bussi.

Al finalizar los actos, que duraron tres días, los libios les avisaron que Gaddafi recibiría a las delegaciones de cada país en Trípoli. Un representante de cada partido de la UP fueron al encuentro. Insulza, por el Mapu; Arrate, por el PS; Guastavino, por el PC, Maira, por la IC, y Teplizky -al que llamaban Benjamín Tep, para ocultar su ascendencia judía en un país árabe-, por el PR, integraron la comitiva.

Gaddafi los recibió en su despacho con gesto adusto, "era un semidiós que mantenía distancia", recuerda Guastavino. Según Luis Maira, las diferencias no tardaron en aflorar. A medida que los chilenos intentaban explicarle al líder libio cuál era la situación en Chile y la forma en que enfrentaban la dictadura de Pinochet, Gaddafi se volvía hacia sus asesores, algo molesto y descolocado, para decirles "qué hacen estos aquí, si no son un movimiento de liberación nacional", recuerda Maira.

"La propuesta que nos hizo Gaddafi era absolutamente descabellada. Era un especie de triada: dinero, fondos enormes, armas y hombres para formar un ejército de liberación antiimperialista que hiciera un quiebre en América Latina", sostiene Guastavino.

Para entonces, los sandinistas se habían apoderado de Managua, y Gaddafi imaginaba iniciar desde allí un movimiento armado en todo el continente.

Según Guastavino, la idea de Gaddafi sedujo a nicaragüenses, salvadoreños y a otros representantes de movimientos izquierdistas latinoamericanos. "El debate fue muy intenso. Chilenos y uruguayos nos oponíamos", añade Guastavino. Habría sido el jefe de la delegación cubana quien ayudó a zanjar la discusión y Guastavino fue designado para llevar la respuesta negativa al ministro de Justicia de Gaddafi.

Pese a esto, los vínculos de la dirigencia chilena continuaron. El ex secretario general del PS en tiempos de Allende, Carlos Altamirano, y el dirigente socialista Jorge Arrate se entrevistaron en otras ocasiones con los libios en busca de apoyo financiero.

En 1985, durante el Festival Mundial de la Juventud en Moscú, un grupo amplio de dirigentes chilenos sostuvo una "bilateral" con los representantes libios en un hotel moscovita. Los chilenos volvieron a pedir dinero, pero la respuesta llegó dos días después: Gaddafi ofrecía una extensa lista de armas y explosivos. La delegación chilena se habría marchado del hotel defraudada y sin la plata que esperaba recibir.

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