La selva peruana que aún queda por descubrir

<P>Muy cerca de Tarapoto, al norte del Perú y en la entrada a la Amazonia, se ubica esta reserva administrada por la comunidad local. Aquí, con un fácil acceso y en excursiones de uno a tres días, podrá tener contacto con la selva montañosa más salvaje. </P>




PERU SE HA CONVERTIDO en el principal destino turístico para los chilenos. Su ruta gastronómica, sus playas, así como sus distintos atractivos culturales citadinos y rurales lo convierten en una elección cada vez más popular y creciente. Los lugares favoritos del viajero que visita el país andino son Paracas, Cusco, Arequipa o Trujillo. Pero Perú ofrece los más variados e inagotables atractivos turísticos, algunos de ellos muy poco conocidos y que pueden hacer sentir al visitante como un verdadero explorador.

Uno de estos destinos se encuentra a las afueras de Tarapoto, ciudad ubicada en la selva nororiental peruana (a unos 600 km al norte de Lima), que se asienta en la ladera occidental del cerro Escalera. Es el último contrafuerte de la Cordillera de los Andes en el Perú, antes de que éste dé paso a la presencia del impresionante llano amazónico.

Una vez en Tarapoto, y a tan sólo 15 minutos de trayecto en mototaxi, el turista llega a la cordillera Escalera, una increíble selva prácticamente inexplorada por los viajeros. Se trata de la primera Area de Conservación Regional del Perú, creada en 2005 con el afán de protegerla de la deforestación, de la caza indiscriminada y de cualquier tipo de explotación que pudiera dañar el medio ambiente de esta región.

Sentirse un aventurero

Al ser relativamente nueva, es muy poco conocida y, por suerte para los amantes de la naturaleza y de las verdaderas aventuras outdoor, no se ha desarrollado mucho a nivel turístico como ha sucedido en otros rincones del país. Quien llegue aquí no encontrará grandes hoteles con spa y tendrá que caminar tres horas cruzando varias veces el río para llegar al único refugio donde se puede pernoctar.

El mototaxi sólo puede llegar hasta la bocatoma del río Shilcayo, desde donde el excursionista inicia la caminata y se adentra a un hermoso bosque siguiendo un sendero que zigzaguea río arriba, cruzándolo en varias ocasiones para poder seguir el camino trazado. El río es pequeño y no es difícil cruzarlo, con las botas de agua que facilita el guía, o simplemente sacándose las zapatillas cada vez que hay que atravesar el río, lo cual termina siendo un ritual que le da un encanto especial a la ruta.

El visitante sentirá que está llegando al paraíso a medida que se va adentrando al bosque selvático, encontrando quebradas con pozas poco profundas de agua cristalina, árboles de todas las tonalidades de verde imaginables, aves que emiten sonidos y cantos exóticos, plantas, hongos, hileras de enormes hormigas transportando hojas o mariposas de colores llamativos. Es decir, la selva en su máximo esplendor.

Existen tres rutas distintas para conocer la cordillera Escalera. La primera es de dos días y una noche, aunque si se prefiere, se puede hacer en un solo día. Es la única ruta que se puede realizar sin guía, siguiendo las indicaciones del camino. Empieza en la bocatoma del río, donde se encuentra la garita de entrada a la reserva, y termina en el albergue donde se pasa la noche. La duración aproximada es de tres horas, caminando 3 km y cruzando el río 14 veces. El albergue se encuentra a cinco minutos de las espectaculares cataratas de Tamushal y del Vestido de la Novia. Se puede llevar carpa y dormir bajo la luz de la luna y las estrellas o en el refugio. Y al día siguiente se regresa por el mismo camino.

La segunda ruta es de tres días y dos noches. Incluye la primera ruta pero el segundo día, en vez de retornar a la garita, se caminan otros 3,5 km durante tres horas y media y se cruza el río tres veces más, hasta llegar a la cascada del Vinoyacu y la catarata de las Tres Marías. Este segundo tramo es aconsejable hacerlo con guía. La segunda noche se duerme en el Vinoyacu en carpas. Al día siguiente se regresa a la garita pasando por El Mirador y se tarda aproximadamente unas siete horas.

Por último, la tercera ruta es también de tres días y dos noches. Incluye las dos rutas anteriores, pero al salir del Vinoyacu se camina hacia las cataratas del Aguashiyacu durante 2,5 km y luego se regresa directamente hasta Tarapoto en autobús.

Una visión de futuro

Júver, guía y guardián de esta reserva, es el que mejor conoce estas rutas. Desde pequeño su padre lo paseaba por las montañas descubriéndole todos sus secretos. De ahí su amor, respeto y lucha para que este lugar se convierta en una reserva y para mostrársela a los amantes de la naturaleza.

El se encargará de no hacer perder detalle sobre los tesoros que esconde el lugar y caminando entre sus bosques contará cómo un grupo de agricultores, sin nociones ni experiencia en el campo del turismo, decidió crear la Asociación de Protección Flora y Fauna (APFF) con la filosofía de proteger el bosque y hacerlo accesible a los amantes de la naturalezade todo el mundo. La idea surgió después de perder sus casas y chacras luego de desbordarse el río Shilcayo. Tenían que reconstruirlo todo, pero decidieron cambiar el enfoque. Durante años habían escuchado el discurso de las ONG que llegaban y les decían que tenían que proteger los bosques, ya que tenían un valor incalculable, aunque nunca se concretaban los planes para hacerlo. Pero esta vez decidieron tomar las riendas del proyecto. Liderados por el padre de Júver, empezaron a reforestar, a diseñar y a construir un sistema de trochas, miradores y refugios para albergar a futuros visitantes. Hoy, las mujeres y hombres de la APFF son los guardaparques voluntarios de su preciada cordillera Escalera. Eso es lo que hace tan especial este lugar, y lo transmite Júver con la pasión con la que habla del entorno.

Escoja la ruta que escoja, el viajero vivirá una experiencia única. Es un lugar que mantiene ese encanto de selva montañosa y salvaje, que por ratos da miedo caminar y perderse, pero si se respeta y se sigue el sendero trazado nada pasará. Entonces se podrá disfrutar y desconectar del bullicio de la ciudad.

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