La sombra del último piso
<P>El mall Costanera Center ha reforzado la seguridad luego de tres suicidios en siete meses y ha dejado en evidencia un problema de salud pública mucho más amplio. El Minsal aún espera la aprobación de un presupuesto que le permita mejorar la prevención y bajar la elevada tasa de suicidios en el país. </P>
El almuerzo estaba listo. Silvia de las Mercedes Villablanca (75) tenía en la despensa todo lo necesario para cocinar y no necesitó pedirle a su hija, Marisol Sáez (46), que saliera a comprar algún ingrediente de último momento, como lo hacía habitualmente. Marisol se preparaba para salir de cualquier manera; dijo que tenía que ir a comprar unas cosas y hablar con la doctora que la trataba por su epilepsia.
-¿Por qué no vas después de almuerzo? -preguntó Silvia.
-No te preocupes, vuelvo en un rato -contestó su hija, antes de tomar en brazos a su sobrina Sofía, de dos años. Marisol la besó varias veces y le pidió que se portara bien. Luego salió de su casa en el pasaje Achinal, en Las Condes, para tomar el micro en Alexander Fleming con dirección al poniente. Era mediodía del miércoles 30 de abril.
Un par de horas después, una patrulla de Carabineros se detuvo en el pasaje Achinal. Un oficial le explicó a Silvia Villablanca que su hija había tenido un accidente en el mall Costanera Center, sin darle demasiados detalles. "No es grave", le dijo. Sin embargo, durante el trayecto hacia el centro comercial vio en el semblante de los policías que se trataba de algo más serio y volvió a preguntar. Entonces le pidieron calma y le contaron la verdad: Marisol había muerto a las 13.25 horas en el piso -1 del centro comercial, después de arrojarse desde el cuarto. Silvia Villablanca se acordó de su padre, que dejó una marca permanente en la familia al tomar la misma decisión, colgándose, muchos años atrás. Fue su primera visita al Costanera Center y también la última. No piensa volver.
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El sábado 3 de mayo, Erasmo Henríquez, estudiante de ingeniería comercial de la Universidad Alberto Hurtado, de 26 años, hincha de Universidad Católica, cinéfilo y simpatizante de izquierda, entró en el Costanera Center con un bolso al hombro y audífonos sobre la cabeza. Eran casi las 14.00 horas. Subió hasta el patio de comidas del quinto piso y cruzó una puerta ubicada al lado del restorán Sushihana, por la cual se llega al casino de locatarios. Ese pasillo conecta el mall con la Torre 4, un edificio de 38 mil metros cuadrados que todavía está en construcción, destinado para oficinas y un hotel cinco estrellas.
Subió las escaleras sin encontrarse con nadie, ni siquiera con el guardia del octavo piso, que justo en ese instante hacía una ronda. Al llegar al piso 17, sacó una sábana blanca del bolso y la reemplazó con su chaqueta, sus audífonos y su celular, como consta en las grabaciones de la cámara de seguridad. Dejó el bolso allí y retomó el ascenso hasta la terraza del piso 27, cuya puerta estaba abierta para los limpiadores de vidrios que dejan ahí sus implementos. Erasmo se acercó a la cornisa y lanzó un par de tarros de pintura rellenos de concreto 104,5 metros hacia abajo. Los transeúntes que circulaban por ahí se salvaron de recibir el golpe, pero fue suficiente para que los carabineros del cuartel móvil notaran su presencia. De inmediato, dos integrantes del equipo de seguridad, un brigadista de prevención de riesgos y el subgerente del Costanera Center, Fernando Sepúlveda, subieron con la idea de convencerlo de bajar.
El joven se mantuvo inmóvil, al borde del edificio, por casi 30 minutos. Estaba envuelto en la sábana blanca. Le gritó al equipo de seguridad que estaba aburrido y que no quería ser molestado. Se veía eufórico. Movía las manos y apuntaba a sus interlocutores. Abajo, en el acceso de avenida Vitacura, una multitud observaba la escena desde la pasarela peatonal y la calzada, que ya había sido intervenida por Carabineros y Bomberos. Algunos grababan con sus celulares y lo instaban a lanzarse.
Henríquez se percató de que el personal de seguridad se estaba poniendo arneses para acercarse. Un carabinero de la 19º comisaría de Providencia que iba en camino no alcanzó a llegar a tiempo para intervenir. Cerca de las 14.45 horas se dejó caer. El voyeurismo y los smartphones hicieron que su descenso quedara registrado desde múltiples ángulos. Los videos se perpetuaron en internet.
El cuerpo de Henríquez estuvo en la vereda de avenida Vitacura hasta las 19.10 horas, cuando fue trasladado al Servicio Médico Legal, según lo instruido por el fiscal designado, Alejandro Sepúlveda. Durante esas horas, la gente siguió comprando dentro del mall, mientras que los restos del joven eran cubiertos por una carpa azul y la sábana que trajo desde su casa. En ella se leía la frase "Paz y Amor".
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Pese a los tres días de diferencia, los destinos de Marisol Sáez y Erasmo Henríquez quedaron unidos en Costanera Center. Ambos se sumaron a Lorena Pérez, de 31 años, que el 1 de octubre de 2013, a las 18 horas, tomó la misma decisión que ellos desde un sexto piso, luego de haber sufrido la muerte de uno de sus dos hijos por culpa de la leucemia. En el lugar desde donde se arrojó, justo encima del Starbucks Café, dejó una Biblia y una carta para su otro hijo.
Sus nombres conforman la lista de personas que se quitaron la vida en el centro comercial, desde que este fue abierto al público en diciembre de 2012. Además del lugar, sus decesos comparten antecedentes similares de acuerdo a la denominada "autopsia psicológica" que realiza la PDI: los tres sufrían de depresión y habían intentado suicidarse anteriormente, al menos una vez. Los expertos le llaman "enjambre" a este fenómeno.
"Lo que es paradójico -opina el subprefecto de la Brigada de Homicidios de la PDI, Juan Sánchez- es que las personas por lo general buscan estar solas al cometer estos actos. Aquí se buscó un lugar público y una hora con mucha afluencia de gente".
El suicidio por precipitación en altura es escaso en comparación con otros métodos más privados, lo que vuelve excepcionales los hechos ocurridos en Costanera Center. De acuerdo a datos del Ministerio de Salud y el INE, acapara en promedio sólo un 1,6% de los casos en Chile, siendo el ahorcamiento (85%), las armas de fuego (5%) y el envenenamiento (4%) las principales causales de muerte. El año pasado, la PDI registró 30 suicidios en altura en Santiago, de un total de 216 casos. Esa treintena se desglosa en 17 hombres y 13 mujeres fallecidas, en comunas como Santiago (10), Providencia (7) y Las Condes (5), que cuentan con la mayor cantidad de edificios altos.
La psicóloga del OS-9 de Carabineros María Luisa Díaz se sorprende con los datos y lo ocurrido en el Costanera Center. De cada cinco suicidas, sólo una es mujer. "Me causa extrañeza que las mujeres estén adoptando este método, porque generalmente ocupan formas menos invasivas, como las pastillas. Este tipo de suicidio tan violento es de hombres", argumenta.
Lo ocurrido en Costanera Center forma parte de un tema que es preocupación permanente de las autoridades sanitarias. De acuerdo a datos del estudio El Suicidio en Chile, que le valió el título de doctor en psicología al médico Dagoberto Duarte, la tasa de suicidios en Chile se disparó en los años 90, saltando de 5,67 a 10,55 casos por cada 100 mil habitantes; casi el doble de muertes en poco más de 10 años.
"Este tema debe ser estudiado en plazos largos -explica Duarte-. El índice siguió subiendo hasta llegar a 12,9 en 2008 y el ministerio de puso como meta disminuir la cifra, pero a partir de 2010 los esfuerzos se concentraron en el suicidio adolescente y se dejó de monitorear el panorama general".
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que 816 mil personas se suicidan anualmente, lo que constituye la 16ª mayor causa de muerte en el mundo. Actualmente, Chile es tercero en Latinoamérica en mortalidad por lesiones autoinfligidas, detrás de Cuba y Uruguay, con 11,8 casos por cada 100 mil habitantes.
El estudio de Duarte llegó a la conclusión de que la desigualdad que se fue acentuando dentro de la sociedad chilena entre los 90 y los 2000 se volvió un factor a considerar en el incremento del suicidio: "Cuando desarrollé la tesis, relacioné el suicidio con distintas variables, como la condición urbana o rural y situación socioeconómica. Está claro que hay suicidio en las personas más pobres, más solas. Allí aparecen los signos de exclusión. No es que los suicidas sean más pobres, sino que viven en un contexto donde no existe contención".
La clave para prevenir que la violencia autoinfligida se siga extendiendo, explica Duarte, es el refuerzo de las redes sociales, es decir, la construcción de una comunidad más inclusiva, además de armar un sistema de vigilancia.
Irma Rojas está de acuerdo. Como encargada del nuevo Programa Nacional de Prevención del Suicidio y asesora técnica del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud, espera que el Ministerio de Hacienda apruebe el presupuesto de $ 665 millones para implementar un plan de vigilancia piloto en seis regiones del país para 2015. "Es fundamental poder identificar al grupo de riesgo de quienes lo han intentado, porque tienen cuatro veces más probabilidades de cometer suicidio que otras personas. El problema es que no quedan registrados y se necesita un cambio legal para que la notificación sea obligatoria", argumenta.
Dentro del programa también se contempla un diagnóstico temprano de enfermedades mentales como la esquizofrenia y la depresión, además de atención a los familiares de las víctimas, quienes también quedan en riesgo. "Lo importante es que las personas sepan que hay otras salidas al dolor", destaca Rojas, que recuerda que las personas que pasen por algún tipo de crisis siempre pueden llamar a Fonosalud (600 360 7777) o acudir al Cosam (Centro Comunitario de Salud Mental) más cercano.
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Los suicidios no están arriba en la lista de preocupaciones del teniente coronel Claudio Valencia, comandante de la 19ª comisaría de Providencia. La seguridad del Costanera Center implica preocuparse por los hurtos, los robos (con violencia) y la posibilidad de una emergencia. Así ocurrió el año pasado por dos incendios, uno en el estacionamiento y otro en el subterráneo, y también por seis avisos de bomba recibidos en febrero.
"Es todo un tema el Costanera Center desde el punto de vista delictual y de cómo abordar emergencias. La población flotante ha aumentado allí y los fines de semana pueden haber hasta 18 mil personas, por eso tenemos un servicio permanente ahí. Es un lugar emblemático", cuenta Valencia.
Uno de los carabineros que cumple una labor permanente en el Costanera Center es el sargento 2º Gregory Cáceres. El estuvo encargado de constatar la caída de Marisol Sáez la tarde del 30 de abril e interrogar a los testigos. Dos personas declararon haberla visto frente a la tienda de loza Whittard, inclinada sobre la baranda con la mirada perdida, antes de acercar un macetero para subirse a ella.
El sargento Cáceres encontró el cuerpo de Marisol Sáez de espaldas -"de cúbito dorsal", según el parte policial-, con la cabeza inclinada hacia el oriente. Ni Carabineros ni la administración del mall tampoco creen haber podido hacer algo más para prevenir el hecho.
"Costanera Center mantiene estrictas medidas de seguridad y control desde un centro de monitoreo y de guardias en terreno para limitar el acceso de clientes a zonas no habilitadas del complejo. La seguridad del mall cuenta con estándares superiores a la normativa vigente, incluida la altura de las barandas", respondió brevemente el departamento de comunicaciones de Cencosud al ser consultada por los tres suicidios.
De acuerdo a una fuente conocedora de los tres casos, la administración clausuró varias vías de comunicación con las torres contiguas, preocupada por la posibilidad de nuevos suicidios como el de Erasmo Henríquez y Lorena Pérez. "Se hizo un aislamiento y se taparon puertas no utilizadas. Ahora hay seguridad 24 horas", afirma.
Hace algunas semanas un ciudadano español fue al centro comercial dos días seguidos y en ambas ocasiones amenazó con lanzarse al vacío delante de la tienda Maui, donde trabajaba su ex pareja. Aunque fue controlado por personal de seguridad en ambas ocasiones, se solicitó el traslado inmediato de la funcionaria a otro local para ahorrarse problemas.
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Marisol Sáez había intentado poner fin a su vida antes. Hace dos años se había tratado de colgar con un cordel en la casa de Achinal. Esa vez, le prometió a su familia no volver a hacerse daño.
Por un tiempo, se mantuvo bien, ocupada, recolectando latas de bebida para reciclar o vendiendo chucherías como pinches y esmaltes de uña en la calle. Los fines de semana iba a ver a su único hijo, Bladimir Avilés (20), que vive con su padre, José, desde que ambos se separaron, ocho años atrás. Eran algunos de sus momentos felices. Cuando se sentía así, Marisol Sáez aprovechaba de pintar, su gran pasión. La menor de sus seis hermanas, Lourdes, la incentivaba a continuar trabajando. Hoy guarda en su pieza un cuadro que retrata un jarrón con uvas sobre una mesa. "Le estoy buscando un lugar bonito para colgarlo", dice.
Eventualmente el ciclo de tranquilidad se terminaba y sus cercanos volvían a notarla taciturna. Se levantaba tarde y salía a pasear sin rumbo por el barrio. Mientras se encontraba en ese estado, no tenía ganas de hacer nada. No pintaba, no quería ir a ver a su hijo y se quedaba despierta hasta bien entrada la madrugada. Su mamá o hermana la encontraban durmiendo al día siguiente con las luces prendidas.
Durante las semanas previas a su muerte, Lourdes veía a su hermana distraída, no ponía atención a lo que le hablaban. Por eso, la desgracia no la tomó tan de sorpresa. "Creo que tenía todo planeado", dice.
Silvia Villablanca le entregó a su nieto Bladimir todas las fotos que tenía de Marisol. Prefería no verlas, como si así pudiera olvidar lo ocurrido. Hoy trata de dedicarse a Sofía, la nieta que tiene bajo su cuidado cada día. Reconoce que hay momentos en que la tristeza se asoma y cree que las fuerzas la abandonan, pero no se lo permite. Dice que la vida la ha vuelto dura.
-Soy un árbol viejo, pero fuerte. Sólo se me cayó una rosa.
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