La sudamérica que nadie conoce

<P>No aparecen en las guías de turismo ni en los libros de historia. Ni siquiera juegan en la Copa América, pero existen. Surinam y las Guyanas son parte de Sudamérica continental, aunque suenen más a naciones africanas. Llegar no es fácil y obtener información, tampoco. Un verdadero destino de difícil acceso en la era de la conectividad total. </P>




El periodista peruano Daniel Titinger una vez fue a Surinam. Y le pareció tan curiosa la experiencia que después de eso decidió escribir una crónica. Allí dice que "Surinam es un país hermoso, pero nadie conoce Surinam. Ni siquiera los surinameses", y en eso tiene mucha razón.

Tanto Surinam como Guyana y Guyana Francesa quedan en un rincón del noreste de Sudamérica, rodeados por Brasil, Venezuela (dos países que todos sí conocemos aunque sea de nombre) y el océano Atlántico. "Las Guyanas", como comúnmente se les dice para agruparlas, ya que pocos pueden diferenciar entre una y otra. Son una Sudamérica donde se habla francés, inglés y neerlandés y donde, curiosamente, para llegar hay vuelos directos desde Europa, pero no desde las capitales de los países vecinos.

Pero allí están. Misteriosas, medianamente inaccesibles, inadvertidas. "Nadie conoce Surinam porque nadie quiere ir a Surinam", relata Titinger. Una verdad, pero a medias, ya que aunque son muy pocos quienes se aventuran a visitar la parte más desconocida del subcontinente, las Guyanas son, para muchos viajeros, un enigma digno de develar.

Mauricio Friz es un chileno de 40 años, oriundo Huepil (Región del Biobío) y contador auditor. Un hombre normal, salvo una peculiaridad: es un gran viajero. Tanto, que ha estado en todos los países de Sudamérica, incluyendo las Guyanas. Ese fue su último destino. "No tenía idea de nada. Sólo algunas referencias en internet, pero no hay mayor información ni conocía a nadie que hubiera ido como para pedirle ayuda", comenta.

La buena noticia es que no se necesita visa para ir y que con llevar el pasaporte es suficiente para visitar los tres países. ¿Lo malo? Para llegar se requiere, inevitablemente, de varias escalas. Friz, por ejemplo, tomó la alternativa de hacer trasbordos en las ciudades brasileñas de Sao Paulo y Belem, para llegar finalmente a Paramaribo, la capital de Surinam. La otra opción es volar a Panamá y luego a Aruba, y así ingresar a la ciudad surinamesa.

"Cuando llegué a Paramaribo, el funcionario de inmigración me dijo sorprendido: '¿De Chile? ¿Pero qué haces acá?'", recuerda Fritz. Y el asombro parece entendible: no son más de 100 mil los visitantes que llegan al año a Surinam y, de ellos, casi todos provienen de Brasil u Holanda, país del cual fue colonia hasta 1975 (hecho que la tranforma en la nación más joven del continente).

Paramaribo, al igual que todo Surinam, es mezcla. Casas coloniales de colores inmersas en la selva. Algo así como si se metiera en una jugera a un pueblito holandés con un puñado de Amazonas. "La cultura de Surinam debe ser la más diversa de Sudamérica. Holandeses, africanos, javaneses, chinos, indios y libaneses conviven en proporción parecida", explica Charles Chang, periodista surinamés.

Además de mezcla, curiosamente, Surinam es fútbol. Para sus escaso medio millón de habitantes ha producido una impresionante cantidad de grandes jugadores: Edgar Davids, Clarence Seedorf, Aaron Winter y Jimmy Floyd Hasselbaink, son figuras que brillaron con la camiseta naranja de Holanda, pero nacieron en el húmedo clima de este lado del gran charco. "La mejor cantera del mundo", la han denominado algunos artículos especializados. La tragedia (o ironía) está en que Surinam no figura ni por asomo en el mapa del fútbol internacional. Ni siquiera tiene un liga profesional y junto con Guyana y Guyana Francesa participan en la Zona Caribeña de la Concacaf. Si estuvieran en la Conmebol, como el resto de los países de Sudamérica, probablemente una victoria sería imposible. Aquí, ser bueno para el fútbol es comprarse un pasaje sólo de ida a una mejor vida en Ámsterdam.

En cuanto al turismo, el país también vive otra trágica ironía: aunque está a orillas del Atlántico, no fue bendecido con playas de arena blanca ni aguas turquesas. A pesar de eso, igualmente tiene panorámicas dignas de postal. La más importante de todas es el casco antiguo de Paramaribo, tan llamativo que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2002. Los holandeses trajeron hasta acá sus técnicas arquitectónicas que fueron adaptadas a los materiales locales. Así, se convirtió en la única ciudad del Caribe cuyo centro histórico está construido en madera, con diseños que buscaron emular a los pueblos de los Países Bajos. "Es un lugar más turístico de lo que yo pensaba. Claro, no al nivel de una metrópolis, pero la ciudad es bonita, hay infraestructura hotelera y muchas reservas naturales para explorar", describe Friz.

La mayoría de los resorts buscan explorar el otro gran atractivo de Surinam: la naturaleza. La selva amazónica ocupa más del 80% del país. Hay muchas reservas y áreas protegidas, entre las que destacan las cataratas de Blanche Marie (de 120 m de altura, ubicadas a 300 km de Paramaribo) y la Reserva Natural de Surinam Central, que desde la altura parece una gran alfombra verde que cubre llanuras y montañas. Sus ecosistemas limpios, casi intactos, también le valieron el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

La diversidad étnica de Surinam se manifiesta en su cocina, que mezcla productos indios como el roti (una especie de tortilla) con nasi goreng (arroz típico de Indonesia), tallarines chinos, carne, maní, porotos y ají.

Tanto la comida como los servicios turísticos en general son baratos. Por menos de US$ 150 se encuentra alojamiento en hoteles como el Marriot o similares, y desde los US$ 30 habitaciones dobles en otros más pequeños. Además, el cambio es conveniente: con un dólar americano se obtienen tres de Surinam. "El único problema es el idioma. Poca gente habla inglés. Obviamente no manejo el neerlandés (idioma holandés) pero con señas y algunas palabras pude manejarme. La gente es muy amable", explica Friz.

Ubicadas una a cada lado de Surinam, Guyana y Guyana Francesa corrieron suertes dispares. La primera logró su independencia del Reino Unido en 1966, y desde entonces no ha podido soslayar la pobreza como lo han hecho sus dos vecinos. "Para ir hasta Georgetown (capital de Guyana), viajé en bus, taxi y hasta canoa. Pero me quedé sólo una noche, porque no está tan preparado para el turismo. Se nota que es más peligroso", señala el viajero chileno.

Al igual que Surinam, su principal atractivo es la selva. Sin embargo, es más difícil conseguir transporte y alojamiento, aunque cuando hay es baratísimo: los hoteles parten desde los US$ 20 la habitación. La comida también es muy económica, con precios que van desde los US$ 2.

La otra cara de la moneda es Guyana Francesa. Continúa siendo una región de ultramar de Francia, y se ha convertido en un placido destino de veraneo de clima tropical. "Es tal como estar en Europa. La gente parece de allá, las ciudades están bien cuidadas, hay muchos carnavales y fiestas. Lo único malo es que los precios también son en euros", describe Friz.

Guyana Francesa sí tiene buenas playas, marinas y pequeñas islas para conocer alrededor. También, y de manera curiosa, posee un centro espacial en el pueblo de Kourou, donde son lanzados los cohetes de la Agencia Espacial Europea. Este centro constituye el 15% del PIB del país.

"Al conocer las tres Guyanas, uno se da cuenta de que son bien diferentes entre sí", señala Fritz, aunque, según él, tienen algo en común: "Definitivamente, son una Sudamérica que no tiene nada que ver con el resto del continente. Estando allí te sientes un viajero que está en un lugar que casi nadie va a conocer", concluye.

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