La teleserie de Pedro Sabat

<P>En el lapso de un mes, Sabat perdió la alcaldía de Ñuñoa, pensó en retirarse de la política, sufrió con los dos reconteos de votos y, finalmente, ganó. Marcado por dos fracasos matrimoniales, el edil, conocido por su carácter destemplado -y que reconoce aquí una vida muy solitaria-, cuenta cómo vivió el vaivén emocional. </P>




Pedro Sabat camina en círculos. Está en el balcón de su oficina en la Municipalidad de Ñuñoa junto a su amigo, el periodista Luis Salazar, y dos abogados. Son las 11.30 del jueves 29 de noviembre. Hace una hora, y a casi un mes de las elecciones municipales, el Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel) ratificó su triunfo en la alcaldía: va a ser edil por sexta vez. Para él, ha sido una espera horrorosa. Sabat arrebata de las manos un cigarro a Salazar. Después de dos piteadas, tose con fuerza y, sonriendo, dice que está mareado. Hace cuatro años que no fumaba.

Sabat (58) ingresa a su oficina, enciende un televisor pantalla plana escondido en un mueble y espera a que en las noticias mencionen su nombre. Sigue tosiendo hasta que entra un asesor y le dice que tiene que salir a hablar con la prensa; los periodistas lo esperan en una sala. En las manos tiene un discurso que le preparó su abogado. No dirá ninguna frase de ese texto.

-Es hora de comenzar el show -dice, mientras se arregla la corbata y cierra su oficina por fuera.

Sale hacia el hall y decenas de flashes estallan en su cara. Sabat sonríe en cámara lenta.

Está de regreso al triunfo y a lo único que tiene en su vida.

El anticipo

Dos meses antes de la victoria, Sabat fue a ver a su sicólogo. Dice que es una de las pocas personas con las que puede hablar, "aunque sea pagándole". El es quién más lo conoce y después de años, es un amigo importante. Uno de los pocos que tiene. En su última visita, Sabat le confesó algo que lo atormentaba: "Creo que voy a perder la alcaldía", le dijo.

La idea del fracaso perseguía al alcalde hace tiempo. En sus 16 años como edil tenía acumuladas varias polémicas: se le enrostraba ser alcalde designado en dictadura (1987 a 1989); que en 2002 le pegó un combo al fotógrafo argentino Luizo Vega; en enero del 2011 sumó el calificar al Internado Nacional Femenino de "puterío"; este año se le pidió un receso de un mes en el cargo. Todo eso, además de las críticas por su personalidad arrebatada y agresiva.

El responde: "Es un honor haber sido designado, yo apoyo el gobierno de Pinochet. Me arrepiento sobre lo que dije del internado. No me refería al comercio sexual, sino a un lugar que estaba desordenado. Sobre Luizo Vega, al principio me arrepentí, pero me sirvió para hablar sobre la pedofilia cuando nadie hablaba sobre eso". Sabat se queda mirando una de sus tantas estatuillas de El Quijote de la Mancha, luego dice: "Al final del día, no me arrepiento de nada, porque cada vez que me cierran una puerta, se abre una ventana".

Después de anunciar públicamente el 2 de julio que sí quería ser alcalde de Ñuñoa, Sabat sintió que estas elecciones serían distintas a las anteriores. "Yo sabía que iba a perder la alcaldía. No sólo porque iba a votar menos gente, sino también porque he cometido errores. Cuando le dije a mi familia que iba a perder, me dijeron que era exagerado. Cuando lo dije en Renovación Nacional, se rieron y me preguntaron si quería más plata para la campaña".

Uno de los culpables de que Sabat intentara de nuevo ser alcalde es el periodista Luis Salazar, quien por 26 años fue director del Departamento de Prensa de Canal 13 y 11 años en el de Mega. Trabajaron juntos cuando Sabat intentó construir una universidad en Ñuñoa, proyecto que no se concretó. "Yo sabía que Pedro no quería ser de nuevo alcalde. Quizás los compromisos políticos que podría haber asumido eran más interesantes, pero tiene muchos proyectos en la comuna que tiene que materializar. Creo que él tiene que entregar la Clínica de Ñuñoa y se tiene que ir cuando lo logre. No antes".

En su agenda personal, Sabat tiene marcado el 14 de noviembre: el último día para poder renunciar a un cargo municipal si quería postular a uno parlamentario.

La noche de la derrota

Afuera de la casona junto a la Municipalidad de Ñuñoa se escucha un grito. Pedro Sabat sabe que eso significa otro resultado de la estrecha pelea con Maya Fernández. Es la noche del 28 de octubre y el comando del alcalde y su familia están esperando los resultados de las votaciones. Algunos lloran, mientras Sabat, que parece en shock, intenta asumir su nueva realidad.

-Mantengamos la calma, porque perdimos. Y vamos a tener que llorar, pero ahora no, ¿estamos? -vocifera, tratando de disimular su voz entrecortada.

-No, don Pedro. Tenemos mucha pena y nos cuesta creer esto -responde un asesor de campaña.

- ¡Cállate, hueón. Ahora los quiero a todos con una sonrisa!

En la calle Manuel de Salas los periodistas esperan las declaraciones del -en ese momento- ex alcalde. El resultado parecía claro: Maya Fernández, socialista y nieta de Salvador Allende, le había ganado por 92 votos. Adentro, Pedro Sabat entra a un estrecho baño y se lava la cara. "Este es el momento de irme", piensa en voz alta.

Sabat sale a la calle y dice frente a las cámaras que felicita a Maya, que será una muy buena alcaldesa y que va a tener todo su apoyo. Atrás de él, sus tres hijos no disimulan su pena. Luego de hablar con calma, más de la habitual, Sabat entra a la casona. Integrantes de su comando le piden que se queden un poco más, para ver si hay algún cambio. Sabat les dice que se vayan a sus casas. A las 0.30, él parte junto a sus tres hijos y Solange Medina, su pareja, a su departamento en Echeñique con Tobalaba. Al día siguiente, guardará sus cosas en cajas de cartón y hará un asado para despedirse del municipio.

El engaño

En su oficina, Sabat tiene varias fotos enmarcadas: imágenes de sus tres hijos en distintas etapas de sus vidas, de sus padres jóvenes y en la actualidad. En ninguna aparece él, a excepción de una en la que está parado junto al Presidente Piñera.

"A veces me pregunto si Pedro es realmente feliz. Yo sé que él se siente solo y que le da mucho miedo la soledad", cuenta Iris Pietracaprina, su madre. "Lo que él siempre ha querido es tener una familia bien constituida. Le pesa saber que no pudo estar con su primera esposa para siempre".

El primer matrimonio de Pedro Sabat fue con Marcela Fernández. Estuvieron 23 años juntos y tuvieron tres hijos: la diputada Marcela (31), Pedro Pablo (28) y Franco (25). Desde el divorcio en 2005, Sabat no volvió a hablar con Fernández.

El alcalde vive con Pedro Pablo, pero sabe que en algún minuto su hijo se irá del departamento. "Me da miedo lo que pueda pasar, porque no sé vivir solo. No sé hacer nada más que un té. No sé hacer la cama, no sé ir a comprar, no sé lavar los platos. Me resisto a aprender", confiesa Sabat. "De niño me enseñaron que yo tenía que trabajar, producir, hacerlo muy bien y que en la casa esas cosas iban a estar hechas. Pero no fue así".

-¿Se siente satisfecho con su vida actual?

-Hubiera querido que fuese muy distinta. Siempre soñé con terminar como mis papás, que cumplieron 60 años de matrimonio. Quería ver a mis hijos y nietos crecer con una mujer. El divorcio fue algo tremendamente doloroso, algo que todavía no logro superar. Después, más encima, vino el segundo fracaso.

A fines de 2009, Sabat vivió uno de los pasajes más dolorosos en su vida. Estuvo casado apenas por 32 días con Marcela Bondi, quien en 2008 intentó ser concejala en Ñuñoa, sin obtener los votos necesarios.

-¿Por qué terminó esa relación, alcalde?

-Ella metió la pata.

-¿Hubo engaño?

-…

El alcalde no responde. Lo que no dejará de repetir es que ese matrimonio fue una equivocación.

"Cuando conocí a Marcela Bondi se me presentó la situación idílica de volver a tener una familia. Ella se acercó a mí cuando era candidata y nos conocimos en dos meses de manera muy intensa. Yo estaba pololeando con otra persona en ese momento, pero esa era una relación nacida por la soledad. Después de las elecciones, tuve que viajar a China y, a mi regreso, Marcela Bondi había preparado todo el matrimonio con mi hija", cuenta él.

"Me casé porque quería volver a tener una vida familiar. Compramos una casa donde íbamos a vivir con mis tres hijos y sus tres hijos. Ella era una mujer italiana, pensé que podía tener costumbres como las mías. Después de un mes de estar casado, me di cuenta de que era incompatible conmigo. El 30 de diciembre me fui de la casa y dos de sus hijos se fueron conmigo por una semana a mi departamento. Pasaron conmigo el Año Nuevo y mi cumpleaños. El matrimonio fue una cagada tremenda. Si no hubiese pasado por eso, ahora podría tener mejores relaciones personales".

Un año después, Sabat revisaba en Facebook los comentarios por su cumpleaños. Uno de ellos era de Solange Medina, una ejecutiva comercial de un banco. Comenzaron a hablar por mensajes privados, hasta que Sabat le preguntó si podían almorzar. Ella aceptó, pero le advirtió que vivía en Chicureo, con su hija y su mamá. Desde entonces están juntos y Sabat define su pololeo como "una relación sana y de mucho amor. Al fin estoy volviendo a tener una familia, pero trato de irme con calma".

El mes de los recuentos

Tres días después de la derrota del 28 de octubre, su partido, RN, solicita al Tribunal Electoral la revisión de mesas en Ñuñoa. Es el inicio del vaivén de resultados. A los dos días, el Servicio Electoral reduce la diferencia a favor de Fernández a 18 votos. El 9 de noviembre, tras el recuento de 29 mesas, Sabat queda con 19 votos arriba. Ese día se lanza a la pileta de la plaza en señal de triunfo. Pero el PS presenta un nuevo recurso, que deja en suspenso la ratificación oficial de Sabat.

El alcalde decide viajar a Panamá para relajarse. Se va con Solange Medina hasta el 25 de noviembre.

"El último mes fue espantoso, porque además de mi inseguridad de seguir como alcalde o no, se suma que nadie sabía qué iba a pasar con Ñuñoa. Hubo días en que no quería saber nada del tema, y dejaba que la Marcelita se hiciera cargo, pero no dejaba de pensar en eso, en querer ser alcalde con todas las de la ley. Es como la teoría del pato cojo, nadie me tomaba en serio y eso me frustra. Me sentí solo, porque la gente se aleja cuando pierdes."

Además de su hija diputada, sus padres fueron otro soporte. A la casa de ellos en Las Condes se fue algunas tardes a tomar té.

El 29 de noviembre, Sabat entra a una oficina de la municipalidad cuando la reunión mensual de Educación y Salud de Ñuñoa ya lleva 40 minutos. Sabat llega tarde, exaltado, y levanta los brazos al cruzar la puerta. Hace poco supo que el Tricel lo ratificó oficialmente como alcalde por otros cuatro años. Algunos aplauden y lo felicitan. La reunión continúa y el encargado de Salud empieza a hablar sobre la meningitis, hasta que el teléfono de Sabat comienza a sonar.

- Te adoro, te extraño, ¿por qué no estás acá? -, le dice Sabat a su hija Marcela.

El alcalde pone el teléfono en altavoz y la reunión se detiene para escuchar a la diputada.

-Te admiro más que nunca, sé que este mes ha sido muy difícil, pero tú puedes superarlo todo-, le dice ella.

Sabat corta el teléfono y la comitiva aplaude tímidamente. Sigue la presentación sobre la meningitis y, como si estuviese solo, Sabat se levanta de su silla, se para junto a la ventana de la oficina y se seca las lágrimas con un pañuelo.

Dos refugios

Pedro Sabat maneja un auto municipal y deja pasar a todos los vehículos que intentan meterse a su fila. "Tuve que vender mi jeep, un Dodge Durango, para costearme la campaña municipal. Pero no importa, ya me compraré otro". El alcalde llega al peaje de Angostura y saluda sonriendo a la cajera, como si le estuvieran tomando una fotografía. Al llegar a su parcela en Curacaví, les pregunta a los vigilantes de su condominio si se acuerdan de él.

"Lo primero que pensé cuando me dijeron que perdí la alcaldía fue que al fin podía venir a vivir aquí", dice Sabat, mientras espera que se abra el portón automático. Las dos hectáreas de su parcela en Curacaví las compró después de separarse de su primera esposa. Tiene dos caballos, dos ovejas, 650 paltos y cerca de 100 frutales. En el patio hay una piscina, una pérgola, una cama saltarina, un taca-taca, una mesa de pimpón, un quincho, una cancha de tenis y de básquetbol. Sabat no usa ninguna de esas cosas, son para sus hijos y sus amigos.

Todo en la parcela fue decorado y comprado por él. Como no sabe diseñar planos de casas, los pasillos interiores son más grandes de lo común. Hay tres habitaciones para visitas y una principal, la del alcalde. En su pieza tiene una repisa con un frigobar, un microondas, un hervidor y un horno eléctrico. "Me gusta sentirme como en un hotel", dice. En su baño tiene un jacuzzi que tampoco usa.

"Una de las razones por las que vengo a mi parcela es por mi quiltra. Yo amo a la Josefina, me hace sentir más persona. Haría cualquier cosa por ella". Pero la perra Josefina se asusta al verlo llegar. No salta sobre él y, cuando lo ve, se esconde. Sabat no deja de pensar en eso, lo va a mencionar cuatro veces en la tarde. "Quizás me hace la desconocida porque se enteró de que perdí y gané la alcaldía", concluye.

Pedro Sabat dice que sólo ha tenido depresión una vez en su vida. Fue a finales de los 80. "Mi hija tenía problemas de salud, el trabajo era muy intenso y estaba fuera de la municipalidad". Luego de terminar el período de alcalde designado y de perder las parlamentarias, se quedó sin trabajo. Viajó a Estados Unidos para trabajar con un amigo y, a su regreso, pasó cinco meses cesante. Hasta que comenzó con la fábrica de muebles Koko Kids, ubicada en Pedro de Valdivia. Luego, trabajó en la fábrica de muebles de un tío y administró un camión para Colún. A pesar de la mejor situación económica, él se sentía peor que nunca.

"Tenía mucha plata, pero me sentía infeliz. Yo quería estar en la municipalidad, quería trabajar con la gente de Ñuñoa. No sabía ser feliz de otra manera". Y asegura que ya no tiene depresión ni toma medicamentos.

Este jueves 6 diciembre, Sabat asumió como alcalde junto al nuevo Concejo Municipal. Junto a él estuvo Jaime Castillo -alcalde de Ñuñoa entre 1992 y 1996- y actual concejal. Castillo tiene clara su definición del edil: " Sabat es un tipo engreído, autoritario y dictatorial, que siempre le gusta salir con la suya a como dé lugar". Pese al juicio, el concejal agrega: "Creo que la municipalidad para él es su casa, su vida, su destino, más allá que lo haga bien o mal. Sin ella, creo que hasta se podría morir".

A pesar de llevar 31 años en la política, Sabat no tiene amigos cercanos en su partido. Tampoco muchos más fuera de ella. La última vez que tuvo invitados en su departamento fue para su cumpleaños, el 4 de enero. "Me he quedado sin amigos. No salgo a veranear con la gente de mi coalición, no voy al cumpleaños de (Andrés) Allamand o de (Alberto) Espina. Este año me he empezado a dar cuenta de que estoy solo en materia de amistades, pero es 100% culpa mía, por obsesionarme con la pega".

Cada vez que puede, va a dar una vuelta por el consultorio de Ñuñoa o al polideportivo de la comuna. Las señoras hacen fila para saludarlo, y él le da la mano a todos, más a quienes lo ignoran.

El día en que fue oficialmente ratificado por el Tricel caminó hasta la junta de vecinos de la Villa Los Presidentes. Lo esperaban con bebida, licor de nuez y empanadas de queso, su debilidad. Se comió dos y el resto se lo guardaron en una bolsa. Son las cinco de la tarde. Su celular lleva horas sin sonar.

"Yo quiero seguir en la alcaldía e irme como un rey. Que me aplaudan, que me quieran. Sé que es patético ganar así, como en estas elecciones, pero es peor perder", dice mientras sube el ascensor a su oficina.

La noche en que finalmente ganó, no fue distinta a las otras. Llegó a su departamento y no había nadie, su hijo estaba en el cine con su polola. Recalentó un plato de comida y se fue a acostar. Por primera vez en los últimos meses, este reconocido insomne se durmió de inmediato.

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