La vida como un relámpago: muestra reúne más de 50 obras del pintor Carlos Faz
<P> Fue la promesa de la generación del 50. Murió ahogado a los 22 años.</P>
Quemó todas sus obras. Era 1952, acababa de ganar una beca para estudiar arte en la Universidad de Columbia, EE.UU., y Carlos Faz estaba decidido a partir de cero. Rompió con todo lo que había hecho hasta entonces: sus pinturas abstractas influenciadas por Joan Miró, Braque y Picasso, para comenzar a trazar su propio camino. Fue igual de breve que intenso. El pintor viñamarino, nacido en 1931, partió a Nueva York con 21 años y murió al año después, ahogado tras caer a las aguas del río Mississippi.
Lo que pasó en su corta vida ya es un mito del arte local que, a 60 años de su muerte, se despliega en el Museo de Bellas Artes, a través de su mayor retrospectiva. Son más de 50 obras entre óleos, litografías, dibujos, cartas y cuadernos del artista. Destaca un mural de seis metros de largo nunca antes exhibido.
La historia del rescate partió en 1997 con la única pintura que se salvó de la hoguera: Juventud y vejez . "Mi abuela Clara Faz la rescató de la pira. Crecí con la historia de este pariente talentoso que murió prematuramente", cuenta Francisca Alcaíno, hoy la mayor coleccionista del pintor. "Con el tiempo compré más obras, me llegaron datos y documentos. Hoy tengo cuatro cuadernos de viajes de Carlos, el último es estremecedor. Allí dibuja el barco donde viajaba cuando murió y la gente que iba con él".
Joven, talentoso y encantador, Faz brilló como una de las promesas de la generación del 50. Fue amigo de Enrique Lihn, Alejandro Jodorowsky, Enrique Lafourcade, Jorge Edwards y Carmen Silva. Las fiestas se hacían en el departamento del periodista Sergio del Campo, en el centro de Santiago. "El problema de Carlos Faz es que bebía mucho y cuando se emborrachaba le venía una rabia atroz y quería lanzarse por la ventana. Para nuestra generación fue un shock. Fue la primera vez que nos enfrentábamos a la muerte de uno de nosotros", recuerda Jodorowsky.
Antes de la tragedia, Faz vivió con prisa, alcanzando a producir, entre los 17 y 22 años, una obra poderosa que pasó por distintos estilos. En Nueva York, el artista entró al Atelier 17 de S.W. Hayter y se transformó en grabador. El estilo festivo y colorido que habían caracterizado sus primeros cuadros se volvió ahora más duro y oscuro. "Su primera etapa fue ingenua y narrativa, con obras como Plaza en domingo o El asado de Machalí. Luego maduró hacia temas más crudos como la muerte, para finalmente vincularse a lo social y rescatar de lleno lo humano", dice la investigadora Carola Roa, quien junto a Catalina Labarca realizaron un libro sobre el pintor con un catastro de más de 100 obras, que luego fue complementada con la muestra en el Bellas Artes.
En mayo de 1953, Carlos Faz llegó a México, donde su obra sufrió el último cambio. Se dejó llevar por las influencias de los muralistas mexicanos, Siqueiros, Orozco y Rivera: experimentó con nuevos materiales como la piroxilina, agrandó las extremidades de sus figuras, rebajó el color y añadió un toque trágico a sus obras. Allí también se reencontró con su amigo, el artista André Racz, con quien recorrió Morelia, Guanajuato, Taxco y Oaxaca, y quien tras su muerte se encargó de repatriar su obra a Chile.
Poco antes de que Faz se embarcara de nuevo, esta vez rumbo a Europa, le concedió una entrevista a Raquel Tibol, la secretaria de Diego Rivera. En ella, Faz se muestra lúcido y tajante. "No me interesa el movimiento neoyorquino, es decadente, una mala copia del de París", dice Faz. Para el chileno lo crucial era ahora conectarse con la gente. "Quiero que mi pintura sea capaz de transmitir directamente todos lo anhelos libertarios de mi pueblo. Me parece ridículo hacer arte purismo y abstraccionismo, cuando el vecino está urgido de problemas ".
Faz quería abrir un taller de grabado en Chile y hacer murales. Nada de eso se cumplió. El 3 de octubre de 1953, el barco donde viajaba recaló en Nueva Orleans, el pintor quería bajar un rato, beber y divertirse. Al no tener la visa vigente, decidió saltar por la borda y nadar. No lo logró: un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente y terminó ahogado. El brillo de Carlos Faz se apagó para siempre.
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