Lanata y el peso del humo

<P>En las casi dos horas de su programa de televisión, el periodista argentino Jorge Lanata fuma la mitad de una cajetilla de cigarrillos. Entrevistas con denuncias contra los Kirchner y la corrupción, cámaras ocultas y parodias humorísticas son parte del show que ha convertido a Lanata en la figura de la oposición argentina. También en blanco de críticas de ex compañeros de ruta. Así es el espectáculo.</P>




Jorge Lanata fuma detrás del telón. Son las nueve de la noche y espera, solo y en penumbras, que comience su show. Apoya los brazos sobre el escritorio y da una bocanada larga, como si quisiera tragarse al mundo. Del otro lado, el público se acomoda en las butacas y un grupo de actores disfrazados de militares ensaya un sketch. El estudio huele a perfume. Los espectadores, la mayoría adolescentes rubios, se sacan fotos con Fátima Flores, imitadora de Cristina Fernández. Posan levantando el dedo medio. Fuck you es el saludo característico del programa Periodismo Para Todos (PPT). Las fotos las suben a las redes sociales. "Esa va ya para el perfil de Facebook", dice una chica de 13 años que camina con dificultad sobre sus tacones. "Lanata es mi ídolo, lo amo. Me gusta la seriedad que tiene para contar las cosas. Además me muero de risa", dice ella.

Un falso Papa Francisco camina entre las cámaras, suena un set de música electrónica y las luces empiezan a calentar el ambiente. "Faltan ocho minutos", dice Lucas, el productor. Entonces Lanata atraviesa el telón rojo, saluda a su público con un cigarrillo en la mano y tira la ceniza al piso. Tiene anteojos de marco grueso, un saco verde forrado por dentro con seda de colores y zapatos de cuero negro que brillan. La gente lo aplaude y le toma fotos. "El gordo es un fenómeno, es diferente a los normales", dice un joven estudiante de marketing. "Lo que dice es verdad y hay que apoyarlo. Es el único que cuenta cómo son las cosas. Se anima a denunciar al gobierno autoritario y corrupto que tenemos", dice otro. Las sillas están ocupadas, el público se amontona en las gradas. "El canal permite un máximo de 80 personas, pero suele haber más. Es que a Jorge le encanta que vengan a verlo", cuenta Lucas.

El periodista observa a su tribuna y se le escapa una sonrisa.

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Jorge Lanata está en el momento más polémico de su carrera. PPT -un show que fusiona denuncias de corrupción y humor- alcanzó los 34 puntos de rating, un peak insólito de audiencia en la televisión argentina: más de cinco millones de personas mirándolo en vivo. "Es una locura total -admite él-. Está buenísimo, pero también me siento muy presionado, porque no quiero bajar. Te acostumbrás al éxito".

La primera temporada de PPT partió en abril de 2012 y tuvo un promedio de 15,7 puntos. El 14 de abril de este año lanzó su nueva temporada con denuncias más explosivas. En su sexta edición, ya promedia los 23 puntos.

Lanata tiene 52 años y 38 de carrera. Empezó a los 14 escribiendo cables informativos para Radio Nacional. A los 26 fundó el diario Página/12 -una publicación de centro izquierda, hoy alineada al oficialismo- y de ahí no paró: hizo gráfica, televisión, radio y hasta participó en teatro de revista. Pero no todo fue color de rosa: en el 94 abandonó la dirección de Página/12 y años después hizo lo mismo con el periódico Crítica de la Argentina, ganándose el odio de buena parte de los trabajadores de prensa que quedaron cesantes.

Durante muchos años, Lanata fue un símbolo del periodismo transgresor de izquierda. Hoy se define como liberal y es criticado por los que antes lo admiraban: discípulos, colegas, académicos y hasta las Madres de Plaza de Mayo. Lo acusan de oportunista, de mercenario, de traidor, de ególatra.

Canal 13, la señal que emite PPT, pertenece al Grupo Clarín. El oficialismo mantiene desde hace varios años una pelea con esta corporación multimediática que divide al país en dos posturas antagónicas. El gobierno acusa a Clarín de manipular la información y de generar una constante campaña de desprestigio que responde a los intereses de sus negocios monopólicos. Clarín acusa al gobierno de coartar la libertad de prensa y de poner trabas a su desarrollo empresarial.

Lanata responde que no quiere ocupar el lugar de líder. Sin embargo y tal vez por la falta de figuras en esa vereda, hoy es la principal voz de la oposición. Pablo Alabarces, reconocido sociólogo argentino, dice: "Este es un momento en el que están en puja dos relatos opuestos de mucha hegemonía: el del gobierno y el de su principal enemigo, el Grupo Clarín. Cuando el relato nacional y popular del oficialismo comenzó a tener potencia, Lanata se puso enfrente. Y se fue para la derecha, aunque no le guste decirlo".

El periodista argentino Eduardo Aliverti, quien compartió un histórico programa radial con él, escribió: "¿Qué te pasó, Jorge? ¿Qué hacés mendigando espacios en el territorio de ellos, para decir lo que les conviene contra lo que tanto tiempo soñamos juntos? Si te convertís en el vocero explícito de lo incompatible con lo que pensás, ya no es dialéctica, Jorge. Es servilismo".

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El público acata los pedidos del productor y aplaude con fuerza. Las chicas se arreglan el pelo y le sonríen a la cámara. "Ay, vamos a ser famosas", dice una de ellas. Estamos al aire. Este domingo 19, PPT comienza con un sketch que protagoniza la imitadora de Diana Conti -diputada- en el rol de una militar que interviene al Grupo Clarín.

En la edición anterior, la del 12 de mayo, Lanata, hábil en el ejercicio de la provocación, cerró el programa con una alarma que hizo eco: "Termino hoy sin saber si el domingo que viene vamos a estar. Si el gobierno interviene Clarín y nos saca del aire, hagan algo". La noticia se difundió frente a millones de televidentes. Sin embargo, nunca existió un anuncio oficial sobre la intervención. "Menos mal que no hizo falta hacer nada. Tuve miedo toda la semana", confiesa Ana María, una seguidora. El rumor le sirvió a PPT para generar un clima de paranoia y revuelo mediático. Además de rating.

Pero Lanata no siempre pensó así. Hace sólo cuatro años decía sobre Clarín: "Manejan la mayor parte de tus deseos, de tus simpatías políticas y de tu libertad. Los medios son empresas, subterráneos de dinero. Todo en Argentina es de los mismos cuatro tipos. El caso más obvio y más popular es el del Grupo Clarín". Cuando era director de Página/12, denunció al Grupo por hacer negocios y ser cómplice de la dictadura que dejó 30 mil desaparecidos.

Lanata responde que trabaja con esa empresa porque está en el lugar más débil: "El hecho de que sean unos hijos de puta no quiere decir que yo no salga a defenderlos".

Ahora en pantalla, dice que no sabe qué puede pasar con el plan de intervención y comenta lo que será tema toda la semana en la Argentina: la decisión del gobierno de retrasar el horario del fútbol, justo a la hora de su programa. El dice que Cristina Fernández quiere boicotearlo: "Va a haber muertos por rating. Se va a morir gente".

El público en el estudio abre los ojos y se muerde los labios.

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Mientras en la pantalla aparece un video donde el ex presidente Néstor Kirchner dice sentirse extasiado ante la presencia de una caja fuerte, Lanata prende un cigarrillo con su encendedor Cartier dorado. En cada corte publicitario fumará dando pitadas largas y dejando que el humo forme un aura a su alrededor.

La existencia de la bóveda secreta del ex presidente fue una de las denuncias más polémicas de PPT. Lanata construyó una réplica, entró y abrió uno de los cajones y dijo que allí cabrían tres mil millones de euros. No presentó pruebas de que los hubiera, pero en el aire quedó como verdad absoluta. Aunque algunos lo acusaron de difundir "chusmeríos", la repercusión del programa venía precedida de dos entrevistas -emitidas en los dos primeros capítulos de esta segunda temporada- y que acusaba a los Kirchner de lavado de dinero. Con ellas se abrió una investigación judicial.

El programa tiene un equipo de unas 20 personas, entre productores, periodistas, camarógrafos y editores. Ismael Bermúdez, Luciana Geuna, Maximiliano Heiderscheid y Nicolás Wiñazki realizan las investigaciones periodísticas. Hay indagaciones urgentes que llevan una semana, pero por lo general toman un mes. También hay casos, como la denuncia sobre el presunto lavado de 55 millones de euros por parte del empresario kirchnerista Lázaro Baez, que llevó más de un año. La metodología de trabajo es variada: cámaras ocultas, entrevistas exclusivas y rastreo de documentación tanto en el país como en el extranjero.

La mayoría de las investigaciones de la primera temporada de PPT fueron sostenidas por testigos anónimos. A partir de este año, aseguró su conductor, ex funcionarios y colaboradores del gobierno se han acercado para dar su testimonio sobre la corrupción.

Fue el caso de la ex secretaria de Néstor Kirchner, Myriam Quiroga, quien declaró frente a las cámaras haber visto entrar y salir bolsos con dinero del despacho del ex presidente. "Se está perdiendo el miedo, aunque todavía hay muchos que no se animan a hablar", dice Lanata.

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Entran a escena los imitadores de Cristina y de su hijo Máximo. El público aplaude y ríe con fuerza. Los actores reparten billetes de euros falsos. "Mañana nos vamos de shopping", bromea una mujer revoleando los papeles rosas.

Uno de los temas de la noche es el lavado de dinero a través de la compra de jugadores de fútbol. Lanata habla de viajes a Miami y de negocios millonarios. "Hay muchos testigos pero son off the record", aclara Nicolás Wiñazki, el periodista que comparte pantalla con Jorge. A su público no parece importarle si las denuncias se sostienen en base a pruebas fehacientes o a rumores. Confían en el hombre que ahora les hace muecas de complicidad, los mira a los ojos y les sonríe. Lanata es creíble para sus seguidores.

La audiencia de PPT abarca un amplio espectro social, político e ideológico. Lanata supo captar la atención de una oposición huérfana de líderes y de argumentos. Con la combinación de su carisma y de un programa que mezcla farándula y política, diseñó -en el canal más visto del país- el combo perfecto para lograr el impacto mediático que buscaba. Y lo consiguió. Pero también es cuestionado por sectores lejanos al gobierno, por hacer periodismo vacío y efectista.

Además del paquete de cigarrillos Benson & Hedges, sobre el escritorio hay un cenicero transparente. A veces Jorge se acuerda y lo usa. Habla rápido y se agita, le falta el aire. Su asistente le alcanza agua y le seca la transpiración como si fuera un boxeador en pleno combate. En el estudio hace calor. Las luces chocan contra los cuerpos y la gente amontona los abrigos a un costado. Hay humo, el aire está viciado. Ya no huele a perfume. Pero nadie se queja, saben que Lanata y el cigarrillo son inseparables.

Lo que sigue es la ilusión de una tormenta y un diálogo entre el conductor y el espíritu de Néstor Kirchner. Después hay denuncias sobre presunto enriquecimiento ilícito contra el vicepresidente Amado Boudou. Mientras el video sale al aire, Jorge fuma su séptimo cigarrillo. Mueve la boca como si masticara el humo, parece cansado. Tiene la mirada perdida, los labios entreabiertos. Apenas se mueve. Su cuerpo forma parte de la escenografía.

Antes de arrancar el último bloque, el periodista se sienta a una mesa pequeña, cerca del público. Una lámpara de luz tenue flota sobre su cabeza. El resto es oscuridad. Algunos filman el momento con sus iPads, otros observan expectantes. Jorge se pone serio. Prende su cigarrillo número nueve. Su figura, a contraluz y rodeada de humo blanco, es solemne. De pronto una melodía de película épica inunda el estudio. Vuelve "al aire", apaga el cigarrillo y empieza: "Me llaman golpista, pero los golpistas son ellos. Dar un golpe es lastimar la democracia y son ellos los que la lastiman. Nos quieren poner al fútbol en el mismo horario, esto de querer tapar las cosas con fútbol me hace acordar a algo. ¿A ustedes no les suena? Aaah, mejor no lo digo, porque después dicen que es una democracia. Esta es una democracia de una sola persona". Como siempre que compara la dictadura con el gobierno de los Kirchner, las agrupaciones de DD.HH., lo criticaron.

Son las doce y cuarto de la noche. Las luces del estudio se apagan y el público se va rápido. Un hombre limpia el piso mientras otros desarman la escenografía. Son eficientes. En pocos minutos lo único que queda es humo. Jorge Lanata, refugiado en un camarín improvisado, toma café negro y fuma. "Termino súper acelerado, ahora no me duermo más", dice. El periodista no tiene francos. Su programa de radio, la columna que escribe en Clarín y las ediciones de PPT le consumen el tiempo. "Pero no me importa, no es un trabajo. Para mí esto es un juego. Hago el programa que quiero hacer y me divierto".

En compañía de un cigarro atraviesa los pasillos en silencio y sale a la lluvia fina que cae sobre Buenos Aires. Lejos de las cámaras y el artificio del estudio, la ciudad es fría y gris. Lanata camina hacia su auto con la certeza de que debe enfrentar un reto mayor: superar el vacío que le genera el final del domingo.

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