Laos: El más divertido tubing río abajo en Vang Vieng
<P>Laos es, hoy por hoy, la Meca del mochilero. Un <I>must do</I> del Sudeste Asiático. Aquí, el cafesoso río Song invitando a descenderlo, decenas de bares vendiendo alcohol en cubetas a bajos precios a orillas de éste, música popular y miles de entusiastas turistas son parte de la receta para que el día sea recordado por siempre.</P>
A RATOS EL cielo gris amenaza con tormenta. Un grupo de comerciantes corre inquieto de un lado para otro para guarecerse bajo techo y proteger sus mercancías. Saben bien que un aguacero puede provocar importantes pérdidas y alejar a los clientes. En el mismo instante, un puñado de jóvenes recorre las calles con sus cuerpos y rostros pintados de colores fosforescentes y vestimentas chillonas.
Es otra mañana cualquiera en Vang Vieng, Laos, y esta secta que se mueve en masa y cuyos integrantes conocemos como "mochileros", prepara su propio ritual. Las lluvias que se avecinan, en tanto, son sólo un detalle. Saben que de todas formas la jornada se viene bastante húmeda.
Rodeado de hermosos paisajes verdes y terrenos erosionados de piedra caliza, Vang Vieng es un apacible pueblo a cuatro horas de la capital Vientiane. Son las 10 de la mañana y ya hay varios grupos de amigos reunidos en torno a mesitas de madera y cómodos cojines en los distintos restaurantes ubicados en la calle principal, donde se han construido guesthouses, pubs y hostales. A esta hora, el menú comprende un sándwich de pollo o carne y, generalmente, un vaso de jugo natural para frenar el calor. En frente, una pantalla de televisión que repite odiosamente, una y otra vez, la serie estadounidense Friends, capta la mirada embobecida de muchos. En su mayoría europeos y sudamericanos, los turistas saben que la alimentación es clave para resistir el intenso día que vivirán hoy en el río Song (Nam Song).
Lo que alguna vez fue un pequeño pueblo de paso para quienes querían visitar la ciudad de Luang Prabang, declarada Patrimonio de la Humanidad, hoy es una Meca para el mundo viajero de bajo presupuesto. Y Nam Song; su camino hacia la gloria. El fenómeno en cuestión es conocido como tubing, hoy por hoy la gran fuente de ingresos por turismo que tiene este país comunista de Indochina y uno de los más pobres de la región.
Son pasadas las 11 AM y ya podemos observar a un grupo de jóvenes arrendando cámaras de plástico inflables color amarillo en un local para, posteriormente, subirse a un tuk tuk (transporte local) y perderse en las calles colindantes. Al ser atendido, se entera uno de que hay que pagar 55 mil kips ($ 4.500) para poder arrendar los flotadores. El precio incluye el traslado de cuatro kilómetros hasta el punto de partida y se debe dejar un depósito de 60 mil kips ($ 4.000).
Pero, ¿qué es el tubing y por qué causa tanto revuelo? Básicamente, es una actividad en donde uno se aferra a la cámara de plástico inflable y navega río abajo. A medida que se avanza, van asomando bares (unos 15 en total), cada uno con su propia decoración, temática y música de última moda. Algunos cuentan con toboganes, canchas de fútbol y vóleibol e, incluso, cuerdas para lanzarse al agua como Tarzán. Los encargados de recibir a los turistas son jóvenes locales que lanzan una soga con una botella de plástico en la punta a quienes se entusiasman con hacer una detención. Cuando ya muchos están bajo la influencia del alcohol, aparecen los bares con piscinas de barro, una diversión a toda prueba. Lo cierto es que producto de las borracheras e, incluso, del consumo de drogas, más de algún turista ha muerto ahogado.
Buckets y happy shakes
¿Habrá perdido Vang Vieng su alma y sus raíces?, se pregunta uno cuando el tuk tuk nos deja cuatro kilómetros río arriba. Son cerca de las 13 horas y la lluvia se deja sentir con fuerza, mientras el río Song, de color café parece sucio, torrentoso e intimidante. En la orilla del frente, a unos 50 m de distancia, ya hay más de 150 personas bailando, casi todos con sus respectivas camisetas con la leyenda "En el Tubing de Vang Vieng, Laos" escrita en la espalda. Un bote de madera amarrado a un cable cruza a la gente de un lado a otro, en un desfile interminable de colores y tubos de plástico. Es el primer bar y el más prendido a esta hora del día. Uno de los monitores a cargo de la animación y recibimiento, cual hotel cinco estrellas, entrega a cada uno una pulsera identificatoria y un shot de licor de arroz como bienvenida.
La música electrónica que se escucha en los parlantes es pegajosa. La mayoría planifica la ruta en este punto. ¿Cuántos tragos me tomo en cada bar antes de continuar? ¿Cuánto rato conviene quedarse antes de seguir camino? Todos han sido advertidos de que deben devolver la cámara inflable antes de las 18 horas, o perderán el depósito. O, peor, se perderán ellos mismos río abajo...
Las horas transcurren rápido y hay que seguir avanzando. El torrentoso río Song tiene más caudal que de costumbre debido a las lluvias, y sólo un par de mochileros se han atrevido a desafiarlo. El resto espera tímidamente en el bar. Ya son las dos de la tarde y ha dejado de llover, hora de subirse al flotador y comenzar la aventura. El segundo bar está a unos 60 m de distancia y hay menos gente. Una vez allí, es clásico comenzar con un whisky y Coca-Cola servidos en un balde de plástico para animarse, conocido como bucket. Un ritual en el que cada individuo reza sus propias oraciones y alaba sus propios dioses. Unos cuantos juegan a la pelota, otros, se lanzan al agua desde trampolines.
Río abajo se experimentan distintas sensaciones. Un poco de euforia, de alegría y entusiasmo. Muchos gritan de un lado a otro a sus amigos frases como "paremos en el siguiente bar". Lo cierto es que mientras va navegando tranquilo en su flotador amarillo, hay tiempo suficiente para un relax y para disfrutar de las hermosas montañas que rodean Vang Vieng. A eso de las cuatro hay que apurar el paso, no sin antes lanzarse por los toboganes que ofrecen algunos bares y hacer guerras de barro en las piscinas. Los más prendidos deciden probar el happy shake, un cóctel hecho en base a marihuana.
Si reconoció terreno antes de iniciar el tubing, no le será difícil encontrar el sitio de salida. No hay carteles que lo indiquen ni menos un buen samaritano dispuesto a ayudar, por ello es importante tener claro dónde volver. Son las seis en punto, hora de regresar el que fue hoy nuestro medio de transporte y pedir de vuelta el depósito. Una ducha y de regreso a la calle principal para lo que los jóvenes llaman el bajón. Muchos repiten el sándwich de pollo y una Beerlao, la cerveza local. Al frente, otro capítulo de la serie Friends. Es que en Vang Vieng, los 365 días del año son fiesta y de seguro será un día que jamás olvidará. Es de esperar que ello no arruine la verdadera magia y el alma de este pueblo laosiano.
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